Capitulo LVI: Bajo la misma Idea

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Hace meses, tuve la oportunidad de escribir respecto al surgimiento de la distopia en los libros juveniles, en parte gracias a raíz de la saga de Los Juegos del Hambre, que eventualmente llevó a otras obras en éste mismo subgénero, tales como Divergente, The Maze Runner y otros más.

Después de años de dominio del sub-género de moda conocido como “romance-sobrenatural” (sobre las aventuras amorosas de una chica normal con un vampiro, ángel, demonio u otra criatura fantástica), ésta nueva clase de historias parecía como un cambio refrescante en que, si bien estaban lejos de ser lo que podríamos llamar futuros clásicos, ofrecían algo más trabajado, más pensado y quizá hasta más intelectual que lo que se había visto en la literatura juvenil por al menos el pasado lustro.

Como era de esperarse como con cualquier otra tendencia que toma al mundo por sorpresa, Hollywood prestó atención, y las adaptaciones cinematográficas no se han hecho esperar. La obra de Suzanne Collins sin duda fue un enorme éxito, tanto en taquilla, como inclusive en la critica; cierto, no todas las reseñas eran positivas, pero en muchos casos se señalaba que sin duda era un cambio bienvenido. Yo mismo admito que había algo en esta nueva ola de historias que me parecía fascinante, siendo yo un fan de toda clase de escenarios distópicos, desde Orwell hasta Atwood.

El mundo estaba entusiasta, pero el entusiasmo no dura por siempre.

Las demás adaptaciones no han recibido la cálida bienvenida que la historia de Katniss tuvo, y aunque sin duda se sigue teniendo en mayor estima a éste sub-género respecto a lo que se vio con anterioridad, algunos han empezado a preguntarse si es demasiado temprano, o si es justo el tiempo indicado, para decir que la distopía juvenil se ha desgastado, y no se trata de idiotas quejándose en foros de internet (como yo), sino de críticos literarios y expertos en la industria de las publicaciones.

Al final, la industria editorial es un negocio: se debe de hacer dinero, y para hacerlo se debe producir algo que la audiencia desee adquirir, y si un género ya no convoca como lo llegó hacer en algún punto, entonces es bastante sensato que los editores empiecen a alejarse de él y pongan sus ojos (y sus chequeras) en aquello que pueda ser la siguiente gran ola. Inclusive yo, en un momento de extremo cinismo, quise alejarme de mis gustos naturales y se me ocurrió la idea de incursionar con una obra en este estilo...yo, borren, eso, no sólo lo pensé, lo planeé con enorme esfuerzo; llegue a escribir un borrador de los primeros capítulos de una historia así, que en vista de que recuperé la cordura y de que el género está muy saturado ya para este punto, no creo que vaya a ver la luz del día.

Me gusta medir el enorme surgimiento del mercado juvenil de la literatura en “Antes de Harry Potter” y “Después de Harry Potter”; claro que han existido libros orientados a aquellos que ya no son infantes pero aún no son adultos desde un largo tiempo, pero la obra de Rowling terminó por cimentar el enorme interés comercial, artístico y hasta se puede decir que codificó nuestras expectativas respecto a que esperamos tanto en la literatura juvenil en general como en cada obra en sí.

Desde el año de 1997, cuándo fue publicado el primer libro de la saga, he percibido tres grandes “olas”:

* Fantasía juvenil: historias sobre chicos en apariencia normales que descubren tener un origen sobrenatural, como ser hechiceros, brujas, hijos de personajes de la mitología, u otros. Vemos temas sobre la amistad, el bien y el mal (quizá en un modo muy absoluto; “blanco y negro”) y el lugar que uno ocupa entre dos mundos: uno normal, y uno no.

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