Capitulo IX: Sobre Vampiros y Cosas Peores

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Quiero aclarar que generalizar no es una practica exacta, pero ayuda a mucho a tener una idea clara, y es que voy a empezar con una gran generalización: los hombres odian a Twilight, y en realidad, odian a muchas de las historias modernas de vampiros. Ustedes saben de qué hablo: vampiros bellos, vampiros sensibles que parecen más ocupados en sus interminables triángulos amorosos qué en ir a beber sangre y en general, cosas más estereotipicamente vampirescas.

Va, no todos los hombres lo odian, y del mismo modo, no se puede pensar que todas las mujeres, por consecuencia, aman a Twilight dado que yo mismo me he topado con no un número pequeño de ellas que dicen despreciar la saga de Stephenie Meyer, pero para muchos no será una revelación el notar que en lineas generales, la audiencia de estos libros, y de muchos de los modernos libros de vampiros, es en su mayoría femenina.

No estoy aquí para criticar ese libro, o algún otro parecido, en especial porque no tiene caso: no me gustan, y quizá pudiera pensar en burlas o insultos pero, otros lo han hecho, mejor, y hasta el hartazgo. Francamente, como humorista, no puedo pensar en algo que añadir.

En su lugar, no expresaré la razón por la que me desagrada, sino que iré más lejos, e intentaré explicar el porque, en especial, porque las lineas de género parecen estar tan (de nuevo: en lineas generales meramente) marcadas.

Y empezaré con dos viejos conocidos mios: feminismo y representación de géneros.

Una de las palabras más socorridas y usadas en criticas a los medios es “objetificación”; se trata de reducir a una persona al grado de que no es más que, como el propio concepto nos sugiere, un artículo, un objeto de placer en el cuál el espectador puede depositar y proyectar sus fantasías. En mayor o menor en medida, no creo que descubra el hilo negro al decir que, dado que seguimos viviendo en sociedades patriarcales (es decir, dónde el mayor poder sigue siendo ostentado por hombres) a pesar de las victorias de las mujeres de las últimas décadas, y eso se ve reflejado en los medios.

La mayor objetificación es hacia la mujer; también aclaro de una vez que no creo que toda imagen sensual o erótica tiene que ser necesariamente objetificación, pero en ocasiones es imposible no verlo de ese modo: se anuncia con mujeres de grandes dotes físicos (y con una audiencia nulamente interesada en sus mentes o sentimientos) y en ropas escasas toda clase de productos, inclusive, aquellos que no tienen mucho sentido ser anunciados de tal manera, e inclusive productos dirigidos a las propias mujeres. En las peliculas, vemos heroínas en trajes de latex ajustados, y en los cómics, heroínas que nos dan la idea que, en palabras de Bill Waterson (creador de Calvin & Hobbes) el superpoder más común es un busto predominante.

Dado el estado de los medios, no es de extrañar los reclamos feministas. Las incomoda, les molesta, y parece volver a un ser complejo en nada más que una colección de tetas, culo y piernas con más carne al aire que un asado argentino. Claro que hay mujeres que leen cómics, por ejemplo, pero quizá esta sea una de las razones por las que se siente que el número de féminas leyendo esas historias es mucho menor qué la de hombres.

¿Qué tiene qué ver todo esto con Twilight? Bueno, a que después de años de igualdad entre ambos sexos, quizá una se haya logrado: la igualdad a la hora de objetificar.

Pensemos por ejemplo, en Edward, el interés romántico de Bella: es un vampiro sensible, que sólo tiene interés en esa chica que le ha arrebatado el corazón, y es capaz de hacer de todo con tal de verla a salvo o de ganarse el favor de su amor. No es un personaje “propio” como más bien, un satélite de la protagonista. Edward es, en cierto modo, una objetificación del hombre: un ser que sólo existe para satisfacer a la mujer, con pocas o ningún deseo por si mismo.

¿Es entonces, el desprecio que millones de hombres tienen a esa saga de seres de la noche similar al de las mujeres cuándo ven el trigésimo noveno anuncio de cerveza con chicas en bikini cayendo ante la seducción de un hombre pasado de peso sin empleo? ¿Finalmente entendemos lo que ellas sienten al ser objetificadas?

Bueno, hay muchas razones legitimas para no gustar de Twilight; puede uno tener argumentos literarios, argumentos artísticos, o inclusive algunos tan personales como decir que simplemente no te llama la atención. Las personas, hombres y mujeres, no estamos obligados a gustar de algo, pero eso explicaría la reacción tan emotiva y dura hacía lo escrito por la señora Meyer: no se trata de un “mal” libro, sino, ¿es entonces toda una denigración a un género entero?

Pero es curioso como aunque ambos sexos objetifican al otro, la manera en que lo hacen parece ser diferente; la del hombre a la mujer se trata de todas todas aquellas características que hacen de una mujer mujer y exagerarlas al punto del absurdo: por eso vemos esas figuras imposibles e irreales. Se tomó y se moldeó hasta una caricatura de mujer.

Por otro lado, la objetificación de la mujer al hombre parece tratar más sobre tomar lo que hace un hombre hombre y...reducirlo, suavizarlo: volverlo sensible, en contacto con sus sentimientos; sus rasgos en vez de ser toscos y duros, se vuelven delicados, casi al punto de ser femeninos. No sólo lo vemos en Twilight, sino además, es bastante común en otros medios orientados a las mujeres como digamos, los mangas y animes shojo o yaoi. Esos personajes se vuelven hombres casi solamente en nombre, y se reducen a poco más que niños que necesitan la guía de una mujer inteligente para que sean sus guías de amor y moralidad.

Muchas fans de esos libros o historias a menudo se defienden diciendo que es sólo “envidia”, pero pensemos por un momento bien estas palabras: en teoría, volviendo con Edward de Twilight, sería un personaje en la superficie muy afortunado. ¿Es bien parecido? Claro que sí. ¿Tiene poderes sobrenaturales que lo colocan por encima de los mortales comunes? También. ¿Tendría la capacidad de tener a casi cualquier mujer que quisiera? Por supuesto. Si lo analizamos de ese modo, en teoría sí, un hombre querría ser Edward...

...pero eso no pasa. Ningún hombre quiere ser Edward, porque a pesar de tener esas cualidad que deberían ser deseables, es dependiente de otro: está bajo el poder, simbólicamente hablando, de otro personaje; no posee deseos que parecen ser propios, ni el poder o autonomía para ser quién quiere ser en realidad. Es sólo un juguete, una fantasía...un objeto. Justo del mismo modo en que, si bien en teoría, una heroína de los cómics cualquiera es poderosa y posee habilidades que el común de los mortales no además de ser extraordinariamente hermosa tiene características que una mujer cualquiera podría desear, no lo hace, porque no es dueña de su propio destino, sino un objeto que caricaturiza lo que es ser mujer.

La indignación y desprecio que muchos hombres parecen sentir quizá es sólo eso: justo la equivalencia de lo que las mujeres han sentido por años. Con eso tampoco crean que digo que el público masculino “se lo merece”, pero puede ser que, con esa nueva perspectiva que muchos parecen tener, se de un avance a una mejor representación de ambos géneros en los medios...

...eso o que los proveedores de contenido sólo piensen que hay un nuevo mercado de fantasías irreales que pagarán buen dinero y que más redituable que objetificar un género, es objetificar dos.

Shalom camaradas.

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