Capitulo XIII: Evil Makes You Beautiful

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Puede que Luke Skywalker sea el héroe, pero el personaje más reconocido y más iconico de la saga de Star Wars es Darth Vader; detalle que, lejos de ser una curiosidad aislada, parece formar parte de un patron más grande y que se puede reducir a una oración sencilla:

El público ama los villanos.

No necesariamente las acciones; no existen buenos puntos para defender, digamos, el genocidio o la violación, y salvo algunos elementos muy inestables de la sociedad, dudo que realmente sea el sueño del Juan Pérez o la María López promedio, pero sin embargo, este tipo de personajes despiertan una fascinación en la audiencia que hace que parezca que es imposible tener lo suficiente de ellos.

En casos leves, puede simplemente ser simpatía: quizá no estés de acuerdo con lo que el principal antagonista de la historia está haciendo, pero por lo menos puedes entender su punto de vista. En casos más extremos, bueno, por la internet no son pocos los fanfics de Draco Malfoy como un amante gentil que sólo espera por la chica indicada para guiarlo por el buen camino. No tendría que ser así, al menos eso nos dice el sentido lógico: de que el público rechazaría acciones horribles cometidas por el villano, pero los humanos estamos lejos de ser 100% lógicos.

¿Pero a qué se debe?

Podemos retomar el argumento que toda ficción tiene una vena de escapismo: ver a alguien viajando de planeta en planeta, o con docenas de amantes a la puerta puede provocar una sensación de desahogo en alguien que no tiene dinero ni para ir a la playa más cercana, o que es más feo/fea que pegarse el dedo meñique del pie con una silla. Y en ocasiones, las acciones de los héroes no bastan: vivimos existencias estresantes, ya sea en el trabajo, la escuela, la familia o cualquier otro ámbito en el que nos desenvolvamos.

Tenemos que tratar con personas que nos sacan de quicio, y situaciones desesperantes o aburridas; los villanos parecen evocar un tipo de escapismo que va un paso más allá del de otro tipo de personajes: un instinto de cometer violencia para que esa energía y gritos que normalmente tendemos a ahogan y contener salga.

Con esto no quiero decir que todas las personas somos asesinos en potencia; creo firmemente que ninguno, bajo circunstancias normales, tiene fantasías de carnicerías sangrientas...pero puede ser comprensible que uno tenga impulsos que jugar a salvar el día no pueda satisfacer. En ocasiones, y en especial al tener un mal día, uno tiene ganas de mandar al carajo a mundo y medio. ¿Eso me vuelve un sociopata con problemas de carácter que es un riesgo para el común de los individuos? Claro que no (el traficar en Malaysia con órganos de niño, por otro lado, puede que sí)

El villano pierde al final (al menos, en la mayoría de la ficción), pero en el camino hasta la conclusión de la historia sus acciones sirven de catarsis para un publico que de otro modo no podría sacarlas; así como uno no puede estar furioso todo el tiempo, o estar deprimido en todo momento, el prospecto de sonreír de manera constante al enfrentar los retos del día a día es ilogico y quizá hasta imposible. Los villanos no sólo son atractivos entonces, sino que inclusive hasta psicológicamente necesarios.

Pero no quiere decir que pueda ser la única razón por la que este tipo de personajes sean tan llamativos; por otro lado, tenemos el hecho que en muchas ocasiones, un villano puede ser alguien con una historia de transfondo inesperadamente profunda, compleja, y hasta comprensible. Después de todo, puede llegar a plantear la pregunta, “¿Qué le pasó a ese sujeto para que terminará de ese modo?”.

Y en realidad, esa pregunta puede llevar a toda clase de respuestas creativas y fascinantes: quizá empezó como una persona decente, pero los golpes de la vida fueron demasiado que no pudo mantenerse en un camino socialmente aceptable, quizá inclusive actua motivado por el deseo de venganza frente a una sociedad que nunca pareció atender su llamado, que lo ignoró, o inclusive que lo desprecio abiertamente.

Esas son situaciones que pueden encontrar identificación y simpatía en muchos, eso sin mencionar que pueden hacer una historia brillante por derecho propio. Así pues, el villano puede también ser simplemente un personaje más interesante.

En la película clásica de Disney “La Bella Durmiente”, uno de los comentarios más comunes entre los fans y críticos casi por igual es que la película la sostienen los personajes de apoyo y la villana; los dos protagonices, la princesa Aurora y el príncipe Felipe pueden ser bellos y nos encanta que al final queden juntos...pero no tienen demasiado atractivo, ni “rarezas” o complejidades muy profundas. Malefica, por el otro lado, hizo el pancho del mundo simplemente por no ser invitada a un Baby-Shower; tiene “minions”, hechizos poderosos, amenaza, grita, se transforma en un gigantesco dragón...eso hace buen drama, y se queda más en la memoria que dos príncipes sin mucha personalidad.

Disney parece ser muy bueno (o muy malo) en estas instancias: ¿Hércules? Es genial que alcancé su objetivo y todo, ¿pero es más divertido qué Hades? Que Quasimodo sea finalmente respetado por sus pares alegra a uno, ¿pero es más memorable qué el Juez Frodo que hasta canta motivado por la culpa religiosa y la lujuria? Que Tiana y Naveen vuelvan a ser humana es bonito, ¿pero no es más interesante el mago vudú que puede transformar a la gente en sapos e invocar espíritus del más allá?

Muchos actores veteranos admiten que aunque ser héroe es genial, el interpretar a un villano puede otorgarles una carrera longeva, y es que hay cierta universalidad extraña en ello: un villano puede ser joven o viejo, de cualquier raza, de cualquier sexo, mientras que, si bien en teoría un héroe puede serlo también, la verdad es que la mayoría de la ficción contemporánea parece enfocarse en individuos jóvenes o relativamente jóvenes que estén dentro del “estándar” de lo que se considere normal en una sociedad o en una época.

En resumen, nuestra ocasional inclinación hacia los villanos vienen que una mezcla de una necesidad de escapismo más allá del escapismo convencional, y de que pueden salirse con cosas que nadie, héroes o personas de la vida real podrían (por lo menos no sin ser buscados por las fuerzas del orden).

Quizá eso explique ese fenómeno del “bad boy” hasta cierto punto: sin ser un villano, este arquetipo ofrece escapismo al poder salirse con la suya dando el dedo medio a cuánta persona se encuentre, y a su contraparte, la protagonista femenina que se enamora de él, que casi siempre es una chica moralmente buena, proveniente de buena familia, o inclusive pudiendo ser descrita por la tan sobre-usada palabra “nerd”, le ofrece una ventana a un mundo lejos de reglas y rutinas: alguien que te ofrece llevarte lejos, aunque sea metafóricamente hablando, de la aburrida rutina es sin dudas alguien interesante y atractivo.

Curiosamente, no se ve tanto el caso opuesto: una “bad girl” enamorando a un chico “bueno”. Hay otros patrones como la “Manic Pixie Dream Girl” (una chica vivaz y excéntrica que actuá como loca y posee grandes ánimos y energías, e inyecta vitalidad a la vida un chico aburrido, confundido por la vida o reservado, y es un tropo y esquema del que probablemente hablaré en el futuro) que se pueden decir que son equivalentes, pero difícilmente vemos a una autentica chica de mala reputación y mal carácter siendo un objeto “de afecto” al nivel de dedicación con el que se escribe sobre los “bad boys”.

Puede que sea un indicador de lo que la sociedad espera de los géneros: a la mujer se le imponen reglas y lineamientos sociales más duros, en ocasiones, MUCHO más rígidos que a los de los hombres. Por eso uno percibe un mayor número de lectoras femeninas en este tipo de historias de “chico malo conoce chica buena” así como el propio número de historias en sí: porque es un nivel de escapismo que muchas lectoras entienden mejor y desean más. No es así en todos los casos y sé que anécdotas no es lo mismo que evidencia, pero un breve pasea en este mismo sitio y uno se dará cuenta que al menos parece ser de ese modo.

O puede ser simplemente que los villanos son dibujados/descritos/interpretados mucho más atractivos y al final de cuentas, somos criaturas algo superficiales.

Shalom camaradas.

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