Prefacio

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    Ambos chicos no quitaban la vista a la única cama del lugar. Estaban esperando a que diera una señal de vida que no fuera su acelerada respiración. Había pasado una semana en aquel estado, y daba la impresión que empeoraría cada hora.

Murmullos se escuchaba a lo lejos, podía escucharlo, pero no podía abrir sus ojos. Punzadas fuertes venían a su mente, una tras otra creando un leve sufrimiento imperecedero. El peso era dominante ya que su ceño fruncido no desaparecía de su rostro. Estuvo así por algunos minutos hasta que sus rasgos decidieron detener aquella batalla para darle algo de paz.

Sus ojos castaños oscuros aparecieron luego de que sus párpados se abrieran con lentitud. Todo le daba vueltas, no podía distinguir nada a su alrededor, solo veía dos sombras frente a ella. Pestañeó una y otra vez para que su vista se acostumbrara, hasta que el dolor de cabeza volvió a declararle la guerra. Rezongó de mala gana finalizando con un suspiro al sentir algo frío posicionarse en su frente. Su respiración agitada comenzó a escasear hasta volver a la normalidad.

—Su estado me preocupa —escuchó una persona susurrar que caminaba de un lado a otro.

—Tranquilo, Newt. Estará bien —afirmó otro chico.

Volvió a abrir sus ojos, las sombras volvieron a presentarse frente a sus ojos, esta vez, no se iban a cerrar. Mantuvo la mirada fija por unos instantes hasta que sus pupilas pudieran acostumbrarse al lugar y distinguir los detalles.

Se encontraba en un lugar con paredes fabricadas con algunos troncos de árboles unidas por fuertes cuerdas, era espaciosa por la increíble ausencia de muebles. Era de día, los rayos de luz atravesaban las pequeñas rendijas entre los troncos y las pequeñas ventanas que se encontraban cercanas a lo que parecía una puerta. Pestañeó dos veces para quitar aquel ardor de sus ojos, aún lo sentía pesado. Observó a los dos chicos. Uno era rubio, enjuto y de estatura media; el otro era unos centímetros más bajo que el anterior, con poco pelo en su cabeza y de tez oscura. Ambos no le quitaron la vista, hasta que el chico de ojos color oscuros y mechones claros decidió salir para decir las siguientes palabras: La chica despertó. Luego de decir esa frase, la luz desapareció y dio la bienvenida a la sombra total dentro del recinto. Ella podía escuchar una gran cantidad de murmullos detrás de las paredes, sin embargo no lograba comprender palabra alguna. Sonidos guturales, era lo único que podía captar su oído.

El chico de tez oscura se fue a la salida e hizo un gesto con ambas manos para apaciguar los comentarios. Una vez logrado, volvió al interior y fijó su mirada en ella.

—Soy Alby —dijo sin sonreír. Luego señaló a su compañero rubio—. Él es Newt. ¿Cómo te llamas?

Ella negó con la cabeza. Lo único que recordaba era aquellos fuertes dolores de cabezas, pero el resto de información no tenían la intención de aparecer.

Trató de acomodarse, pero un mareo azotó su cabeza. Se la afirmó con ambas manos tratando de detener el martirio que no quería dar tregua alguna, pero no hubo resultado. Su respiración se aceleró por unos segundos, y cuando la dolencia decidió desaparecer, se relajó.

—No recuerdo nada —soltó ella en susurro.

—No te preocupes, ninguno de nosotros recuerda su pasado, con suerte su nombre —comentó Alby—. Todos llegamos aquí como recién nacidos a un lugar que no conocemos.

—Te dimos un poco de alimento y agua mientras estabas inconsciente—hablo el chico rubio—. Estuviste alrededor de una semana en este estado.

—¿Tanto tiempo ha pasado? —Él asintió con la cabeza—. ¿Y, dónde estamos?

Error in the Maze | Newt | Ac. LentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora