Capítulo XV

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—Creo que necesitaremos otro paño —comentó Alby buscando en uno de los estantes.

Para Jung, el correr fue una tragedia. Duró solo unos segundos cuando sus pies trastabillaron y su rostro dio fuerte contra el suelo. Había ganado una gran cantidad de carcajadas, sin embargo no hubo ni un atisbo de vergüenza en su rostro. Un par de chicos lo tomaron por sus brazos y lo llevaron a la finca.

La sangre de su nariz se detuvo por un momento. Alby llegó con el paño y un recipiente con agua. Sumergió el trozo de tela en el líquido, y luego limpió el rostro manchado de Jung.

—Se me había olvidado que tu rostro era blanco, Jung —bromeó Alby—. Ahora sabemos que no serás corredor. Mañana probaremos otro trabajo para ti.

—Tremenda caída, Jung —comentó Newt—. Corrías como una niña antes de lanzarte al suelo —rió—. ¡Auch! Eso duele —se sobó la cabeza.

—¿Algún problema como corremos las niñas? —Comentó Indira colocándose a su lado—. Debo recordarte que yo no caí, mis pasos fueron firmes pero no están acostumbrados a la velocidad de ustedes. Así que ahórrate tus malos comentarios o sino no disfrutarás de tu cena.

—Ese es el problema de ser amigo de la cocinera, nunca comerás tranquilo.

El día se transformó en una eternidad, especialmente para Jung. Le prohibieron abandonar la finca, ya que el rostro no solo fue perjudicado, sino que había recibido algunos rasguños y golpes fuertes sobre sus rodillas. Él tenía la vista fija en el techo, sus manos entrelazadas sobre su estómago y con una respiración tranquila.

Frypan e Indira estaban preparando la cena, en cualquier momento cerraría el portal que dividía su realidad con la pesadilla del otro lado. Cuando ya habían terminado de cocinar, Frypan llevó algunos de los platos al grupo, solo faltaba entregar a los corredores. Indira quedó dentro de la finca esperando a sus últimos compañeros. Fijó su vista en su compañero que se encontraba postrado en cama, le sorprendía su tranquilidad ante la situación. ¿Estará igual que yo? Preguntándose donde nos encontramos, quiénes somos y porqué no recordamos nada. Me sorprende su tranquilidad ante los movimientos telúricos que aparecen cuando las murallas se abren y cierran. Aquí todos nos acostumbramos a tal acción luego de semanas, y él, actúa como si fuera lo más normal del mundo, pensó. Ojalá yo tuviera esa actitud ante la situación que estamos viviendo.

—Oye —interrumpió mis pensamientos—. ¿Puedes darme mi comida?

Las mejillas de Indira se tornaron rojas. No sabía cuánto tiempo estuvo observándolo, olvidando completamente entregarle su comida.

Le pasó su plato con ensalada y fijó la mirada hacia la salida. Debería estar afuera con el resto, pero tampoco quiero dejar al chico solo.

—Hey, Indira —escuchó una voz detrás de ella—. ¿Puedo sacar un plato? Estoy hambriento.

—No es novedad, Minho —dijo ella entregándole el plato.

—¿Qué le pasó al nuevo? —se acercó a él—. Amigo, te ves terrible.

Jung no contestó. Tenía su vista fija en él, como si nunca lo hubiese visto. Sus mejillas se tornaron rojas y colocó su vista sobre su comida.

—No creí que sería tímido —comentó Minho—. Supe de tu caída, Jung. Te has salvado de una tremenda, yo ya me arrepiento de ser corredor —rió—. ¿Irás a comer a fuera, chica?

—Me quedaré aquí, todavía falta repartirle la comida al resto.

—De acuerdo.

Cuando ya no quedaba ni un plato sobre el mesón, Indira buscó una silla y se sentó a comer su plato de verduras con un trozo de pollo que había capturado Winston.

Error in the Maze | Newt | Ac. LentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora