Capítulo 3

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Siguiendo mi instinto corrí hacia la puerta y salí al jardín. No veía a nadie, pero sabía que estaba allí.

—Dime qué quieres, ¡solo dímelo y déjame en paz!

Mi celular vibró. Tenía un mensaje nuevo. Con manos temblorosas lo abrí.

"A ti."

—Estas viéndome, ¿Por qué no te muestras? ¿Por qué no terminas con esto?.— Nadie contestó.—Por favor.—Susurré.

Volví sin fuerzas a mi casa y me dejé caer contra la puerta.  No sabía que hacer ni con quien hablar. Nunca en la vida me había pasado esto.

Cuando Kate bajo seguía en el mismo lugar.

—Marie, ¿me llamabas? Oí gritos. ¿Está todo bien?.— Preguntó preocupada. Una parte de mi quería decirle todo. La otra me decía que no dijera nada, que no la involucrara, solo iba a ser para peor. La segunda parte ganó, por lo que le dije:

—No paso nada, yo solo...—Dudé antes de responder.—Quería que vieras algo en la tele.

—¿Y qué haces ahí en la puerta?.— Me miraba fijamente y sabía que estaba desconfiando de mi.

—Me ha parecido que tocaban la puerta, pero no era nadie, quizá solo fue el viento.

—Pero Marie, no hay viento.— Bien, yo era pésima mintiendo. Lancé una risita.

— O quizá solo fue una imaginación mía.

Kate siguió observándome.

—Está bien...¿Y que querías mostrarme en la tele?

—Oh, solo un chico muy lindo que salió en un programa, pero ya no está.

—Siempre mirando chicos tu.— Rió Kate. Intente reír pero mi risa sonó rara.

—¿Seguro que estas bien?.— Quería con todas mis fuerzas decirle que no, que no lo estaba, pero no podía.

—Sí.— Mentí.— Vayamos a cenar, muero de hambre.— Sabía que aun no me creía, pero, ¿que iba a hacer?

Gracias al cielo la cena no se había quemado. Cenamos en la sala de estar mientras veíamos una película llamada "Enredados." Kate quería ver una de terror, pero en mi estado de paranoia bajo ninguna circunstancia miraría una de ese estilo.

Cuando la película terminó, aun seguía sin querer hablar, por lo que anuncié que tenía sueño y subí a mi habitación.

Esta era pequeña y acogedora. La había decorado a mi gusto. A un lado un mueble lleno de libros, al otro, posters de Crepúsculo. Cuando tenía trece estaba obsesionada con esa saga, y había llenado las paredes con imágenes de Edward, Bella, y mi favorito, Jacob. La cama se encontraba en el centro y tenía una hermosa frazada de flores. En una esquina, el escritorio en el que mis padres creían que estudiaba, pero solo lo usaba para dejar mi ropa sucia.

Hablando de mis padres, ellos venían mañana. Luego de que el casamiento terminara, me habían anunciado que se quedarían un día mas en la casa de unos amigos, porque mi padre tenía resaca y no quería manejar en ese estado.

Me pregunto cuánto habrá tomado para tener resaca.

Intenté imaginarme a mi padre borracho, pero fracase.

Mis padres eran muy centrados, con los pies sobre la tierra. Mi madre trabajaba de maestra, y mi padre en una empresa de seguros. Ganaban lo suficiente como para tener comida en la casa, y cumplirme algunos caprichos de vez en cuando. Eran  buenos conmigo, pero eran muy estrictos respecto a las salidas. Si salía a algún lado, debían saber con quién saldría y a donde. Además, debía volver a la hora que ellos dijeran.

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