Capítulo 20

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No podía creer lo que acababa de oír. ¿Drogas? ¿Cómo rayos esta mujer había llegado a la conclusión de que yo consumía drogas? Puede ser que beba alcohol de vez en cuando, pero, ¿drogas? Era una locura.

Oí el gritito de horror de mi madre. Mierda. Iba a estar en problemas.

—Oh dios mío. Tom, ¿cómo permitimos que algo así pasara? Señora Rivas, nosotros siempre le hemos dado todo a Marie, nunca le falto nada, no entiendo por qué tuvo que llegar a consumir drogas. ¿Por qué no hablo con nosotros?

—Muchas veces no es culpa de los padres, señora Thompson. A veces las personas con las que se juntan los adolescentes son una mala influencia.

—¿Qué es lo que debemos hacer para que deje de drogarse?

—Primero y principal, han de revisar su habitación, los rincones de la casa, cualquier lugar en el que podría esconder la sustancia. Segundo, deberán ver con quienes se junta. Quienes son sus amistades. Y también ella debe comenzar a hacer algún deporte, algo que mantenga su mente activa, que no recurra a las drogas para divertirse. Por último, no la encierren, pues eso solo logrará que se escape y ustedes no puedan tener control sobre ella.

Sentí las voces más de cerca.

—Muchas gracias, señora Rivas.

—Ya le dije que soy Dolly, y no soy señora, soy muy joven aún.

—Lo siento, Dolly. — Detecté la molestia en la voz de mi madre.

—Quiero verla dentro de dos semanas. Si continua así deberemos tomar otras medidas. — Estaban por abrir la puerta y yo debía alejar...

Caí al suelo.

—¡Marie! ¿Que hacías pegada a la puerta?

—Yo solo quería saber qué es lo que decía esta mujer. — Miré con odio a mi psicóloga. La odiaba. Dolores Rivas me caía incluso peor que Elías. Y de verdad detestaba a ese chico.

—Niña, ¿no te han enseñado  que no hay que escuchar conversaciones ajenas? — Yo aun seguía en el suelo y tenía una imagen muy fea ya que Dolly estaba demasiado cerca mío y sus tetas parecían gigantes desde aquí.

—No soy una niña. Y quiero aclararle que, ¡Yo no me drogo!

—Eso es lo que dicen todos los drogadictos. —¿Cómo se atrevía? Ahora estaba enfadada, y mucho.

—Usted no es una psicóloga de verdad. ¡Es falsa! Y no quiero volver a verla nunca más.

—¡Marie!.— Llamó mi madre con advertencia en su tono, pero yo no le hice caso.

—Y solo para que sepa, existe la cera de depilar. — Toque encima de mis labios para aclarar a que me refería. Esta mujer tenía tantos pelos encima de sus labios que parecía un hombre. Ella imitó mi gesto y llevo la mano a su rostro.

—Marie Thompson, ¡ve al auto ahora mismo!. — Mi madre estaba horrorizada, a la vez que mi padre hacia esfuerzos por no reírse.

—De todas formas, ya terminé aquí. Adiós, bigote. —Mi padre, sin poder evitarlo comenzó a carcajearse. Yo me fui con una gran sonrisa al auto.

Pude oír como mi madre se disculpaba con Dolly.

—No se preocupe, es normal que los adolescentes se enojen conmigo, usted solo siga mis consejos.

El viaje a casa fue muy silencioso. Mis padres estaban enojados conmigo, y yo lo estaba con ellos.

Simplemente aun no podía creer que creyeran que yo estaba en metida en las drogas. De la psicóloga bigote lo esperaba, pero, ¿de ellos?

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