Capítulo 24

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Mirla y su madre habían estado discutiendo desde hacia al menos media hora por teléfono. Lo sabía porque, a pesar de que se había encerrado en la cocina, aun podía oír sus gritos.

Cuando ya casi estaba quedándome dormida en el sofá,  salió y se sentó a mi lado.

—Vendrá. — Anunció en voz baja.

—¿En serio? —. Me enderecé en el sofá. — ¡Eso es genial!

—En dos semanas. — Agregó. — Luego de las fiestas.

Volví a recostarme.

La idea de que ella se quedara por dos semanas aquí a pasar las fiestas, me parecía grandiosa, pero, ¿Qué pensaría mi madre?

Solo esperaba que lo aceptara y que no hiciera una escena de eso.

Cuando fui a decirle, para mi sorpresa, simplemente asintió.

—Si llega a traer algún problema, se irá. Aun no sé si ella no es una de las que te administra las drogas.

Rodé los ojos.

—¿Otra vez con eso? Creí que intentarías confiar en mí.

—Lo sé, es solo que la idea de que consumas drogas y arruines tu vida de esa forma no me gusta para nada.

Tomé su mano.

—No me drogo, mami. Si lo hiciera te lo diría. — Bueno, probablemente no se lo diría pero aun así...

—Está bien. Solo no me decepciones. —Se levantó de mi cama, y se dirigió hacia la puerta de la habitación. — Ahora, iré a ofrecerle un té a esa chica. Su nombre era Mirlen, ¿no?

—Mirla, mamá. — Contesté cansada. Ya se lo había dicho como cinco veces. Luego de una última mirada hacia mí, salió. Yo me quede pensando en que iba a ponerme para ir a ver a Mark.

Debía ser algo que no llamara demasiado la atención, que pasara desapercibido. Si por algún motivo debía esconderme, no podía vestirme con colores llamativos.

Diez minutos más tarde, cuando por fin estuve lista, me observé en el espejo. Había logrado mi objetivo, no llamaba la atención. Tenía chaqueta negra, gorro de lana del mismo color y jeans oscuros.

Seguí mirándome a la vez que intentaba idear un buen plan.

¿Cómo iba a hacer para salir sin que EstúpidoAcosador sospechara? Había posibilidades de que hubiera escuchado que iba a una librería, pero quizás no. Y luego estaba el hecho de que siempre sabía a donde estaba.

Tenía que haber una forma de rastrearme, pero, ¿cuál? Entonces, un destello dorado en el espejo llamó mi atención y miré las pulseras que él me regaló.

—Que idiota. — Susurré.

Porque quizá, esa fuera la forma en la que siempre sabía donde estaba, o lo que decía. Probablemente esas pulseras tuvieran algo, y yo nunca me había dado cuenta.

Era solo una suposición, pero aun así, tenía que pensar en esto como una opción. Y descubrir la forma de usarlo a mi favor.

Un nuevo plan comenzaba a formarse en mi mente, y lo único que me faltaba para llevarlo a cabo, era que Mirla me ayudara.

Esta me observó de arriba abajo desde el suelo de la sala de estar cuando baje. Antes de darle tiempo a que abriera la boca, tomé su brazo y la llevé hasta el baño.

Una vez allí, cerré la puerta y abrí la ducha.

—Marie, ¿Por qué me traes aquí? —. Preguntó levantando las cejas. Me examinó de arriba abajo. — Y, ¿qué haces vestida como una mala versión de Mini espías?

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