Capítulo 23

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—Aparte de acosador, ahora es poeta. — Musité para mí misma, luego de leer la nota que EstúpidoAcosador me había dejado encima de mi pijama.

No entendía este cambio brusco de personalidad. Primero me amenazaba, lastimaba a mis padres, y ahora, me escribía algo cursi que me hacía sentir rara. Y es que eran palabras muy tiernas, a decir verdad. Pero aun así, no quitaba todo el dolor por el que me hacía pasar al hacer que me aparte de las personas que amo.

Mi vista regresó hacia mi pijama y me estremecí. ¿Por qué encima de él y no en cualquier otro lado de la casa?  Lo tomé del suelo y lo dejé sobre la cama. Me quité la ropa de calle y comencé a ponerme la camiseta del pijama. Entonces, un olor bombardeó mis fosas nasales.

Acerqué la camiseta a mi rostro y volví a olerla. Si, definitivamente ese era un aroma nuevo.

No pude identificar a que pertenecía, pero me era vagamente familiar. Me esforcé por recordar, pero nada venia a mi mente.

Volví a acercarlo a mi rostro. Si, definitivamente había olido eso antes.

¿Sería ese el olor de EstúpidoAcosador? ¿Cómo se había impregnado tanto en mi ropa? Ahora la idea de ponerme ese pijama no se veía tan agradable.

—Marie, ¿Quieres ayu…— Preguntó Mirla entrando a la habitación y entonces se detuvo al verme. Yo aun seguía en ropa interior, porque ese olor me había distraído. Se giró y se puso de espaldas a mí. —Yo... Lo siento, solo quería ver si necesitabas ayuda con las frazadas.

Ignorando el motivo que me había detenido de usarlo, rápidamente me puse mi pijama.

—Discúlpame tú, es solo que olvidé cerrar la puerta. — Murmuré avergonzada. Asintió aun sin mirarme. — Ya puedes mirar. —Obedeciendo se giró y esbozó una tímida sonrisa.

—Olvidemos eso. —  Pidió y se sentó en el borde de mi cama. — ¿Quieres ayuda?

—Está bien. — Acepté, ya que las frazadas eran pesadas y grandes.

Cuando Mirla estuvo acomodada en el sofá, apagué el resto de las luces de la casa.

—No es necesario que duermas allí. — Insistí una vez más. Ella rodó los ojos. —- Podrías dormir en mi cama y yo dormiría en la de mis padres.

Negó con la cabeza.

—Ya has hecho demasiado por mí. Tu solo ve a dormir, estaré bien aquí. — Puse las manos en mis caderas desaprobatoriamente, y ella rió. — En serio, ve.

Luego de observarla en silencio unos segundos más, decidí que no había nada que pudiera hacer para convencerla de que durmiera en alguna cama, y comencé a ir hacia las escaleras.

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