Aquella amistad rota

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Escucho el sonido del vidrio roto, veo añicos volar por todas partes y cierro los ojos. Escucho un jadeo, seguido de un grito lejano. Cuando abro los ojos, veo que Aiden se pelea con un joven que quiere también entrar al coche y veo que al chofer le han dado en la cabeza. El tipo que llegó de la nada y se subió de copiloto ahora se pelea con el cinturón del chofer para sacarlo del automóvil. No dudo más y lo ayudo.

Siento feo cuando el cuerpo cae al suelo y el otro tipo se mueve para tomar el lugar, digo, no sé quien sea, no conozco ni su nombre, pero hace un minuto estaba vivo y planeaba sacarnos de aquí y ahora está muerto. Una ráfaga de balas nos cae encima, me agacho y colisiono con el piso y parte de un asiento, espero sentir un dolor punzante, urente y fuerte que indique que ya valió y me han disparado...de nuevo. Genial, salgo de una y entro a otra.

Las balas dejan de volar de un lado a otro y entonces me alzo, quedan pocas personas en pie, algunos escapan, otros solo esperan morir. Aiden le mete un tiro en la cabeza al idiota con el que pelea y entonces avienta el cadáver de una patada. Mientras, le grito al otro acompañante que nos saque de aquí y veo que el pobre está cubierto de sangre. Escucho su respiración agitada, sus jadeos de dolor y trato de no entrar en pánico. Joder, está vivo, pero no sé cuánto tiempo más lo esté.

Lo muevo hacia el asiento del copiloto, sus quejido me ponen los pelos de punta, pero si no lo muevo y el coche avanza, seguro se va a lastimar más. Brinco hacia el asiento del piloto y sin ponerme el cinturón de seguridad, meto segunda y acelero todo lo que puedo. Auch, pobre motor.

—¿Estás bien? —casi grita Aiden, no sé si me pregunta a mí o al pobre diablo que está al lado de mí—. ¡Dinaí! Di algo.

Ay, por favor, que no joda. Si estuviera herida, no podría manejar a máxima velocidad.

—No te preocupes por mí —digo enojada porque el imbécil de al lado se nos va a morir—. Revisa a este tipo cuyo nombre desconozco, tiene mucha sangre.

Debí estudiar medicina. Llevaría únicamente un año y poco más, pero algo debería saber, no sé, las arterias, como detener una hemorragia, qué sé yo. Creo que esa profesión es la más útil desde muchos puntos de vista, pero no, la idiota de Dinaí decidió probar todo menos medicina. Otro error más a la lista.

Mi idea original era llevarlo a un hospital. No soy tan estúpida como para bajarme yo y entrar como si nada, Aiden tampoco podría bajar, pero si dejábamos al moribundo en la entrada, seguro los de ahí lo verían y entonces podrían curarlo. Salvarle la vida. Y sí, eso pensé y me convencí durante el camino. Me costó trabajo orientarme, y los gritos del pobre chico en conjunto con los de Aiden pidiendo que se tranquilizara no ayudaron, pero llegué a la autopista y me permití tener esperanza.

—Gira a la izquierda, el lugar seguro está hacia allá.

Sí, bueno, el lugar seguro en este momento no era muy viable, ¿cierto? Primero estaba la vida del hombre.

—Debemos ir al hospital —digo sin despegar los ojos del camino—. O se va a morir.

—¡No!

Me sobresalto, pero sigo firme en ir al hospital. Solo es ir a dejarlo, lo aventamos y listo. Mejor eso que termine muerto. Al ver que no giro a la izquierda, da un golpe en el asiento trasero y maldice.

—Di, escucha, si nos ven a ti o a mí, nos carga la chingada —señala al tipo que ya casi ni respira—. Y a él nadie lo va a salvar.

—Lo aventamos en la entrada y ya, no nos bajamos, no mostramos nuestros rostros.

—Hazme caso, en el refugio hay botiquín.

—¿Y tú sabes curarlo? ¿Eres doctor?

Se queda callado por un instante, por un minúsculo momento de paz. Y entonces vuelve a negarse y volvemos a discutir. Él me grita, yo le grito, sigo con las manos en el volante, pero la ira que siento es tanta que presiento que estoy por salirme de control. "No, pendeja, tranquila, no vale la pena." Y es que si me salgo del camino, lo más probable es que todos terminemos muertos y no soy buena conductora por nada, me niego a morir en un accidente automovilístico.

Lo que fui sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora