Un amargo recuerdo

30.3K 2.6K 332
                                    

El resto de la semana es tan aburrida y cotidiana como solo puede serlo en este pueblo. Sin embargo, el viernes me sorprende; ¡me quedo dormida! Maldita sea, fracasando como siempre. Tenía clase a las siete de la mañana, pero a juzgar por la luz solar, ya deben ser como las nueve. Suelto un gruñido de exasperación, ¿en serio no pude hacerlo bien ni la primera semana? No puedo ni imaginar lo terrible que me irá a mitad de semestre.

Tomo mi teléfono y miro la hora. Bueno, no está tan mal, son las ocho y treinta, por poco le atino. Me levanto con un bostezo y miro por la ventana de mi habitación, fuera todo es claro y soleado, casi podría imaginar que estoy en la ciudad, que caminaré seis cuadras y llegaré a la playa.

Dado que ya es tardísimo, pospongo la ducha para después y solo me cambio de ropa. Tomo lo primero que encuentro sin pensar en qué tal me va la combinación. Nunca he sido muy fan del maquillaje, después de llevar Química en la universidad me di cuenta de lo mal que me hace el usar cosméticos y sinceramente, me quita tiempo, prefiero invertirlo en dormir... o en comer, un buen desayuno por la mañana siempre es la mejor opción.

Bajo las escaleras de dos en dos con mi mochila al hombro, piso mal y alcanzo a sostenerme, pero escucho un crujido fuerte proveniente de la madera. Por alguna extraña razón, el sonido me hace recordar un sueño; específicamente el de ayer.

Estaba atrapada, no podía moverme por más que lo intentara. Gritaba con todas mis fuerzas, pero mi garganta no lograba emitir sonido alguno. El aroma de Gustavo inundaba la habitación en la que estaba y de pronto aparecía alguien cubierto con capa con una piel tan pálida como la de Valentina.

—¡Di!

Pego un brinco de gato espantado mientras tomo el cuchillo y lo alzo en un acto reflejo. Casi me caigo del último escalón cuando escucho a Valentina gritar mi diminutivo. Santa madre, pude haber muerto de un infarto. Rápidamente guardo el cuchillo.

—Di, pensé en despertarte, pero no sabía si cometería un error —Valentina toca mi hombro y su tacto helado por poco me provoca un escalofrío—. Quería pedirte un favor, tu padre me dio esto —me entrega un anillo de compromiso que no le vi hace una semana... era el anillo de compromiso de mamá—. Al principio lo acepté, pero creo que no es correcto. Mejor quédatelo tú.

Miren, si no estuviera en Sores y no estuviese pasando por esta situación de mierda, le diría que por mí no hay problema, que lo conserve. Pero estar aquí me recuerda a mamá, así que acepto el anillo y me lo pongo.

Vaya, me queda perfecto. No estoy segura de lo que pensaría mamá si estuviera aquí, digo, ella era alivianada y buena persona, quería lo mejor para mí y para papá. Siempre iba a la comisaría para llevarle algunas cosas que olvidaba o simplemente un refrigerio. A mí me apoyaba con mis estudios, aunque la verdad yo solo deseaba que Aiden me dejara en paz. Ahora me arrepiento de no haberle dicho lo que ocurría. Tal vez ella me habría dado un buen consejo. Pero ahora ya es tarde. Ya no está. Ya no la puedo ver, ni tocar, no puedo hablar con ella y esperar una respuesta.

De pronto me invade una profunda tristeza. Los ojos se me inundan de lágrimas y tengo que correr para que Valentina no me vea. Salgo de casa y me dirijo hacia la universidad sin poder contener las lágrimas. No había extrañado a mi mamá tanto como en el momento en que me puse el anillo.

De pronto, tomo una decisión. Y es que la única vez que visité a mamá en el cementerio fue para su entierro. Papá se volvió un ser huraño que dejó la policía para centrarse en los negocios; yo, seguí siendo la misma rechazada de siempre. Mi única amiga era Elisa y ella me decía qué si me hacía mal ir a verla, no lo hiciera, que mamá entendería. Y vaya que mamá entendería, estoy segura, pero después de todo lo ocurrido creo que ella más que nadie merece una probadita de la verdad.

Lo que fui sin tiWhere stories live. Discover now