Nuestros enemigos

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Dinaí

Nunca me ha gustado pensar que el destino es quien rige nuestras vidas; la predisposición es algo que existe, por supuesto (si no me creen, pregúntenle a la genética), pero siempre está el libre albedrío el cual nos permite tomar decisiones sin que alguna fuerza superior tenga cabida en ello. Por eso, si le doy un poco de razón al destino, el libre albedrío se desploma, pierde fuerza y al final te das cuenta que en realidad no eres dueño de tus decisiones, menos aún de tu vida.

¿Fue el destino quién me trajo aquí? ¿Ya estaba escrito este final? Es que me parece una broma pesada que el maldito mafioso que todos buscan, el capo más cotizado de este maldito país sea un pendejo que se hace llamar mi tío a quien no conozco de vista, solo por nombre y eso debido a unas cartas que encontré sin querer. Por dios, durante un tiempo yo misma medité la idea de unirme a la organización que tanto desea la caída de este monstruoso ser que siembra terror por doquier.

Excepto que no siembra terror, ¿cierto? La mafia de este imbécil no es ni la mitad de violenta ni agresiva como otras, más que nada porque es la única, después de que El Círculo tiró todas las demás redes criminales mientras la de mi tío se alzaba. Pero hay que darle el crédito a la organización a la que Mateo estuvo a punto de meterme; pues ellos lograron decrecer las cifras de muertes, secuestros, trata y demás. No es ningún secreto que la violencia en el país decreció considerablemente y nunca antes me lo pregunté, pero, ¿a qué costo?

Ahora me doy cuenta porque la afectada soy yo, mi padre y mi salud emocional. Pero cuando me aventuraba a los casinos, agujeros peligrosos y antros de gente poco deseable en compañía de Mateo, Flavio, Emma y demás "amigos", me parecía que el interrogar, privar de libertad y golpear a gente criminal o ligada al crimen era lo mejor. Pues el fin justifica los medios... o eso me decía en aquel entonces.

Claro que cuando uno es el perjudicado todo se ve de forma distinta. Ahora solo deseo que se vayan al carajo todos, sueño con tener un arma cargada y meterle un tiro en la cabeza al doctor, al detective y a Trébol. ¿Esto es lo que pensaba la gente que atrapamos durante mi estancia en Estrada? ¿Alguna vez desearon matar a todos los involucrados y hacerlos sentir el sufrimiento que ellos sentían? No lo sé y probablemente nunca lo sepa.

Al final, tal vez los caminos estaban predestinados. Tal vez la senda recorrida y cada decisión, por difícil que pareciera, ya estaba hecha. Probablemente todo empezó con mamá. Ahora estoy más que segura de que todo inició con mamá. Si mi tío es el mafioso, debió empezar desde antes; digo, no construyes un imperio de la noche a la mañana. Nunca me pregunté el por qué del no conocer a mis abuelos ni a mi tío; en realidad me valía pito. Viéndolo en retrospectiva, seguramente ellos ya tenían cierto pasado oscuro. Por eso mamá no quiso que estuviéramos cerca, para no meternos en cosas turbias.

Su único error fue engañar a mi padre. ¿Por qué habrá sido infiel? Si ya no lo amaba puedo entenderlo, pero de haber hablado, de haber conversado, tal vez todo habría terminado distinto. Ella no habría muerto, pudimos haber trabajado en mi autoestima, pude tener un soporte y un apoyo, papá seguiría siendo policía y no hombre de negocios; jamás habría conocido a Valentina, pudo haber conocido a una mujer de este pueblo de mierda. Tal vez jamás me habría ido a estudiar a Estrada, pude haber elegido otra ciudad o simplemente pude haberme quedado aquí. Mateo y El Círculo serían ajenos a mí, ese primer año de universidad que significó tanto para mí jamás habría existido.

Elisa y yo seguiríamos siendo las mejores amigas, ella nunca habría estado con Aiden y jamás se habría metido en las cosas turbias en las que él la metió. Seguramente estaríamos luchando por irnos de intercambio aunque fuera un año; ella a Europa; yo a Asia o incluso América Latina.

Lo que fui sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora