Un consejo: No le abras la puerta al pasado

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El amor es algo maravilloso, es un esplendo en las tinieblas, es aquel cosquilleo que dibuja una sonrisa en tu rostro sin más razón que el ver, oír o pensar en alguien. Pero el amor es peligroso y es que le das a alguien el poder de aniquilarte.

Porque entregar tu alma es dar la oportunidad de manipularte, de subirte al cielo y provocar una caída sin posibilidad de recuperarse. Puedes ser capaz de morir por alguien, de cambiar el sufrimiento de alguien por el tuyo propio. Puedes dar una estocada mortal o volver a alguien eterno.

El error de haber conocido a Aiden durante mi infancia fue quererlo; amarlo en secreto. Esperar que fuera el típico caballero perfecto que te salva a cada momento y te antepone siempre. En mi mente inocente de los trece años, él era mi todo. Y yo no sabía que me gustaba, que lo amaba de una forma más profunda que una simple amistad. Fue hasta que admitió haber tirado mi broche y después de decirme algo horrible sobre mi mamá que me di cuenta de que le di todo el poder de hacer conmigo lo que quisiera, que le di permiso de golpearme emocionalmente una y otra vez hasta que de mí no quedara nada.

Fue mi culpa por permitirme sentir. Y ahora por sentir, es mi culpa que ver a Mateo con otra me duela.

La reliquia es en mis manos tan familiar, tan real. Me doy cuenta de que efectivamente todo se trata del amor, cómo la muerte de mi madre cambió a mi padre, porque perdió a quien quería. Y ahora está con alguien más a quien logró amar después de todos estos años y probablemente esta persona lo hiera. Tal vez no físicamente, pero sí emocionalmente.

La simple visión del broche me abre los ojos. Papá merece ser feliz de nuevo así que si Valentina está limpia, apoyaré su matrimonio sin importar qué. Y en cuánto a mí... No sé si Aiden quiso desestabilizarme al permitir que viera en lo que se convirtió algo que era tan preciado para mí, y no solo porque está hecho de oro, sino porque esto me hace sentir mucho más cerca de alguien a quien perdí y cuyo amor sí era incondicional.

No lo permitiré. Es un cabrón y claro que lo detesto por mentirme para no devolverme el broche, pero mi amor de infancia se disolvió y la única que le da el poder a Aiden de hacerme daño soy yo.

¿Su amuleto de la suerte? Y una mierda, se lo acaba de inventar. Puede tratarse de una venganza por haberle ganado la carrera anterior, pero no por eso voy a perder el control de esto. Tengo un objetivo y si ganar la carrera me suma puntos con Gustavo y eso me acerca más para descubrir si Valentina es o no mala, lo voy a hacer.

Papá merece ser feliz.

—Esto no es de tu propiedad.

Espeto tratando de conservar la calma. Frente a nosotros se para una chica altísima de piel morena y un escote de miedo. Levanta las banderas con ambos brazos mientras el motor del automóvil de al lado ruge con euforia. Suelto el broche y tomo el volante, mis nudillos palidecen debido a la fuerza que aplico.

—En realidad, sí lo es —Aiden dice en voz baja, no lo miro o tendré un arranque de ira—. Fue un regalo y ahora me pertenece, es parte de mí.

Si pudiera gritar, lo haría tan fuerte que apuesto a que todos en el exterior lo oirían. Pero algo en mis cuerdas vocales está congelado o tal vez tengo más autocontrol del que pensé.

—Quiero que terminando esta mierda —la chica que dará la salida toma una profunda respiración y se prepara —, independientemente del resultado, me devuelvas eso, porque es lo único que me queda de mi madre y no mereces tenerlo.

No me atrevo a mirarlo, no puedo, soy capaz de lanzarme contra él y hacerle tanto daño como él me hizo durante años, soy capaz de hacerle sentir tanto dolor como el que él me causó. Como respuesta solo recibo silencio.

Lo que fui sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora