El cielo mismo

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El lugar donde Germán estacionó está solitario, escucho las cigarras cantar y el aullido del viento que baila entre los árboles. Calma y tranquilidad que están a punto de ser quebradas.

—¿¡Dónde estabas!?

Grito lo suficientemente alto para que Germán caiga en la cuenta de que estoy enfadada. De que sentí su ausencia y me dolió.

Me siento derrotada, siento como algo quema mi interior y perfora mi ser. "Preferiste estar con él antes que conmigo." ¿Es en serio? Tres años viviendo en el infierno, siendo humillada, bulleada y vista como un simple objeto de burla solo porque perdí mi virginidad con un idiota llamado Joel cuyo rostro recuerdo borrosamente. No podía creerlo, vamos, la ley del hielo inicial suena coherente y más para un adolescente inmaduro que no sabe manejar las decepciones de la vida, pero todo lo demás simplemente fue una idiotez. Fueron ganas de hacerme daño, mucho daño.

Fue de psicópata.

Yo no tenía idea de que Aiden me seguiría. Quiero decir, éramos amigos, unidos; inseparables. Pero no recuerdo haber dado señales de querer algo más que amistad (fui muy ciega para darme cuenta de mi enamoramiento) y menos aún recuerdo que él me diera señales a mí. Aún recuerdo la despedida, yo no quería irme, pues recién asistí a mi primera carrera en El Arco y la había amado, ese verano quería que Aiden y yo estuviéramos presentes en todas las competencias. Sin embargo, a mis padres se les ocurrió irnos un mes y yo hice mi berrinche, pero aun así me llevaron. "No pasa nada" había dicho Aiden "Te esperaré, y quien sabe, la vida está llena de sorpresas. Puede que las carreras no sean tan interesantes como otras cosas." No era ningún secreto que yo estaba más interesada en los automóviles que él. Su padre incluso decía que yo tenía más materia de mecánica que su propio hijo. Y aun así, él fue quien terminó corriendo clandestinamente todos estos años.

Yo sabía que frecuentó El Arco durante ese verano. ¿Antes o después de haberme visto con Joel? No sé y posiblemente nunca lo sepa. Porque sin saberlo le rompí el corazón a un niño que estaba tan enamorado de mí como yo de él; pero no fue mi culpa y eso es algo que Aiden no pudo entender.

Pero las consecuencias las pagué yo. Y las sigo pagando porque esta furia que siento, que estoy desahogando con Germán, es por Aiden y a pesar de saber que el hombre junto a mí no merece mi ira, no logro controlarme.

—Buscándote —dice Germán con el ceño fruncido—. Tardaste y fui por ti, pero no te encontré ni en el segundo piso.

—¿Qué tan inepto debes ser para tardarte tanto en encontrar a alguien?

Siento la ira burbujear, siento el calor inundarme el rostro. Escucho un zumbido en los oídos y sé que estoy por explotar.

Mi voz suena rota, desesperada y definitivamente enfadada. Adopto un timbre caprichoso y molesto, era la voz de los berrinches, aquel que usaba con mamá y papá en la secundaria cuando deseaba algo demasiado. Definitivamente esto está elevado a la décima potencia.

Quisiera decirle que no fue su culpa que yo me metiera en un juego idiota en donde tuve que tomar cinco shots de un licor sabor menta, quisiera decirle que yo me metí por querer respuestas, pero no me gustó lo que encontré. Y claro que quiero desahogarme porque no es posible que logre golpear a Aiden hasta hacerle tanto daño como el que él me hizo. Y menos aún soy capaz de enfrentar a Mateo después de lo que escuché. "¿Cómo puedes dejar de amar a alguien en un mes?" No se puede y eso es algo que he comprobado, pero ha pasado mes y medio. ¿Qué me quiso decir Mateo con esa pregunta? ¿Qué aún me ama?

"No, Dinaí, si te amara no habría dejado que compitieras, no habría permitido que jugaras, no habría tomado tu USB para borrar esos archivos y menos aún los habría puesto en esa memoria."

Lo que fui sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora