Capítulo N° 9

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Kisses

Jason se dio cuenta de que había perdido a su hermana de vista en el momento en que la dejó alejarse junto a Jade y no le habría preocupado en lo más mínimo, sino fuera por qué Jade se encontraba sentada sola, cerca de dónde él estaba pasando el rato junto a Chase y Sasha.

Se acercó a la amiga de su hermana y tomó de su brazo. Jade reparó en el hermano de su amiga y trató de calmarse, tenía que pensar claramente antes de buscar una excusa que valiese la pena.

—¿Y Marie? —Jade sonrió.

—Fue al baño —antes de auto felicitarse mentalmente, divisó a su amiga sentada junto al chico pelirrojo, ninguno de ellos ajeno a lo que ocurría a su alrededor. Era claro que no les había despegado el ojo, en caso de que Jason apareciera, claro.

—¿No había ido ya antes contigo? —comenzó a sospechar él. Consciente de que su hermana le había advertido desde un principio que un chico la había invitado a ese lugar.

—¿Qué? No —se desentendió Jade, dándole otro pequeño sorbo a su refresco —. No debe de tardar.

—La espero contigo, entonces —tomó asiento junto a ella en uno de los taburetes.

—No es necesario, Jason. En serio, no tarda en venir —dijo ella, comenzando a temer por Marie. Miró nuevamente detrás de él y Jason achicó sus ojos, dándose la vuelta. Para aquel momento, Jade ya no podía ocultarle a su amiga de la vista.

Jason se puso de pie al instante de haber localizado a su hermana, sentada en una mesa con apenas un rayo minúsculo de luz, junto a un chico, con seguramente, malas intenciones. Ya era demasiado tarde para apagar el interruptor de hermano sobreprotector.

—Marie —a ella casi se le detiene el corazón al escuchar la voz de su hermano.

Henry miró a Jason y abrió sus ojos grandemente, así que por eso les encontraba el parecido. No era tonto, ese chico frente a ellos era su hermano, pues no tenía edad para ser siquiera su padre, además de que su padre ni siquiera habría de saber que esos sitios existían. O que su hija asistía a ellos.

—Jason, ¿qué ocurre? —preguntó, serena.

No tenía razón para temer de su hermano, mucho menos por encontrarse junto a Henry. Ya le había puesto en sobre aviso y él había aceptado con tal de acompañarla por toda la noche hasta regresarla a casa, sana y salva. Pero tampoco iba a incluir a su hermano en su cita con Henry.

En su cita, no se lo había planteado de esa manera hasta aquel instante en que estaba a punto de ser estropeada.

—¿Qué estás haciendo?

Henry casi suelta una carcajada, ¿Qué parecía que estaban haciendo? ¿Qué no veía que se estaba propasando con ella?

—Estoy platicando —respondió ella, obvia —. Él es Henry —presentó Marie, en el momento que su hermano pasaba la vista sobre el chico frente a ella.

Henry alzó la barbilla y levantó su mano.

—¿Cómo estás? —preguntó, igual de formal que Jason, intentando aguantar la risa que amenazaba con atacarle en algún momento por lo ridículo del asunto.

—Yo te conozco —mencionó Jason —. Eres la zanahoria del café —dijo, sin pensar dos veces en sus palabras antes de decirlas.

A Henry se le borró la sonrisa y Marie chocó su palma contra su rostro. ¡Que bochorno!

—¿Cómo? —gruñó Henry.

Marie decidió intervenir cuando la cosa comenzó a ponerse fea.

—¿Qué necesitabas, Jason? —su hermano le miró, con el rostro de colores. Se le había ido la lengua y lo sabía.

AgridulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora