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—¡Más fuerte!

Tan solo al oírlo apreté mi mano en un puño y lo deje ir contra el saco de entrenamiento, di dos golpes seguidos y el tercero se sumó un giro dándole con mi pie una patada.

El saco se balanceó de un lado a otro y aproveche para atinarle un cuarto golpe en el centro. Iba a seguir más, pero mi cuerpo me obligó a que me deteniera ya que estaba cansada y me dolía todo el cuerpo.

Sentí el sudor en mi frente y a los lados de mi cara, me sobe las manos por encima de las vendas que los cubrían y mire al especialista Greger entre jadeos. Llevaba más de media hora entrenando junto a otra chicas desde la cinco de la mañana y aún así no tenía un descanso, él seguía y seguía gritando órdenes.

Me observó con esa intimidante mirada con un deje de molestia.

— No he dicho que te detengas, Hughes —espetó con sorna.

— Solo estoy cansada —murmuré limpiando el sudor de mi rostro.

— Si estás aquí es para algo, no para descansar —chistó—. Un soldado de Monarquía nunca se toma un descanso, tiene que seguir y seguí hasta lograr su cometido. Ahora vuelve a seguir golpeando ese saco, pero esta vez alzó bien sin parecer que le haces cosquillas a tu enemigo —demandó con exigencia.

A regañadientes vuelvo a seguir entrenado. Mientras el saco de boxeo es testigo de mis golpes pienso en lo diferente que me había imaginado este día. Ja, que ilusa.

A eso de las cuatro de la madruga, Tina (mi ahora nueva compañera de dormitorio) me despertó avisándome que tenía aproximadamente veinte minutos para estar lista y en el área de entrenar para luego lanzarme lo que llevo puesto en estos momentos: el uniforme de Monarquía.

Este era un cambio drástico al del Refugio ya que era una simple camisa azul con una «M» bordada en blanco, unos pantalones militares de color azul oscuro y las ya familiares botas que no podían faltar. Mi cuerpo agradecía este cambio ya que no soportaba más ese traje pegado al cuerpo.

— Tómense un descanso ya que al parecer Hughes se desmayara en cualquier momento —ordenó Greger filoso, ni siquiera hice el ademán de ofenderme por sus palabras ya que estaba lo suficientemente ocupada desplomandome en la banca con la botella de agua en mano—. Después del almuerzo los quiero reunidos aquí —decreto antes de que su intimidante y recia anatomía se perdiera tras la puertas metálicas.

Dandole un gran trago a la botella y recobrando aire me levanto de la banca hacia ir al otro extremo de la habitación de entrenamiento para curiosear, donde hay un pasillo para practicar con las armas de fuego.

Una vez que estoy en dicho lugar veo el pasillo y a sus lados donde deben a ver paredes hay cristales que muestran a personas entrenando y entre unos cuantos divisó la única cabellera rubia entre castaños y pelinegros la que resalta: Niall.

Hay dos chicos cerca de él, los tres sostienen arcos y flechas en sus espaldas que dejarían burlado al que llevaba Niall consigo cuando estábamos afuera de las instalaciones. Frente a ellos hay un área hecha para ellos que se denominan obstáculos y pasando de eso hay tres Dianas colgando del techo en diferentes posiciones.

Me encuentro prestando suma interés cuando el que los entrena se acerca a ellos y hace sonar el silbato que cuelga de su cuello.

Restart | #1 Niall HoranWhere stories live. Discover now