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Había veces en la que solamente me sentaba y me ponía a pesar que hubiera sucedido si nada de esto estaría ocurriendo. ¿Las personas seguirían con su vida monótona? ¿O todo esto estaría pasando diferente? También había veces en la que cerraba los ojos y imaginaba estar con mis padres.

Fue duro lograr salir adelante después de enterarme que nadie más habitaba la tierra a excepción mía. Las primeras semanas trataba de hacerme la idea de que alguien estaba vivo, pero no fue así. Y en ese largo periodo entre en depresión. Lloraba, lloraba por saber que había pasado, lloraba de tristeza y soledad.

Y un mes pasó después de la tragedia que arrasó con los seres humanos, para ese tiempo yo era un desastre. Y fue un día en el que mientras observaba una soga en mis manos me di cuenta de que ya no podía más. Extrañaba a mis padres, extrañaba oír el sonido, extrañaba todo. Quería morir, no había nada que me atara a quedarme, no había nadie que le importara por qué todos estaban muertos. Pero logré salir de eso, lance muy lejos la soga y grité. No era capaz de hacerlo, no podía, era débil, era cobarde.

Pero ahora estaba aquí, viviendo y con ganas de seguir adelante. Quería hacerlo y quería respuesta aunque estaba segura de que nadie me las daría. Las iba a buscar por mi propia cuenta, iba a saber el motivo de por qué la vida en la tierra se había extinguido.

— Esto no sirve —murmuré viendo el reverso de la lata de frijoles que se encontraba en mi mano. La volví a dejar en la estantería y tome otra que estaba a la par—. Esta si sirve —sonreír al ver que faltaba más o menos cinco meses para que su contenido caducara.

Dejé caer la comida enlatada en la pequeña canasta que llevaba en mi mano y comencé a caminar en busca de más comida que me hiciera sobrevivir por algunos días más antes de volver a buscar. Las estanterías del supermercado estaba llenas y eso para mí era la gloria aunque la mayoría ya estuviera caducada, pero valía la pena hacer el intento de buscar entre toda la porqueria que se encontraba ahí.

Así pasaba mis días, intentado seguir mi vida como lo era antes, fingiendo que nada pasaba a mi alrededor. Por las mañanas iba a un supermercado cercano y comenzaba a hurgar buscando comida en buen estado. En las tardes recorría las calles en algún auto que encontraba y mientras los meses pasaban yo me iba moviendo de cuidad en cuidad.

En eso se convirtió mi vida.

No había alguna distracción, no había internet y ni siquiera señal, lo único que había era silencio. Había veces en las que tratando de contener la poca cordura que me quedaba visitaba lugares y me quedaba por horas ahí pensando. Y cuando la noche caía buscaba una casa y pasaba la noche ahí.

Cada lugar que visitaba era un lugar fantasma, como lo describía yo, todo estaba de cierto. En las avenidas habían autos en las calles, los edificios estaban desolados, todo aquí en la tierra era silencio.

Finalmente cuando llevo todo lo necesario me dispongo a caminar a la salida del supermercado, pero algo logra llamar mi atención por el rabillo de mi ojo, noto en una de las estanteras de la caja registradora unas cuantas chucherias. Me relamo los labios y estiro mi mano hacia ellas.

— Me sorprende que esto no se haya vencido aún —comentó para mí misma viendo la bolsa de frituras en mi mano.

Tomo una bolsa de la caja registradora y comienzo a poner mis cosas ahí. Salgo del supermercado con una bolsa en mi mano mientras camino hacia el auto que había dejado a unos cuantos metros del local. Miro hacia arriba observado que el cielo está oscureciendo y me digo a mí misma que debo buscar un lugar en donde pasar la noche.

Restart | #1 Niall HoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora