Capítulo 7: Hermoso Peligro

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Ya era muy tarde. Me había entretenido con el trabajo y al final la noche había llegado. La luna llena estaba en su punto más alto. Decidí dar un paseo por la playa antes de volver a casa. Me gustaba pasear de noche por allí, notar como la brisa marina golpeaba mi la cara me daba una sensación de bienestar y paz que me encantaba.

Decidí que ya era hora de volver tras estar una hora caminando, se estaba haciendo tarde y María se preocuparía si no llegaba a la hora que habíamos acordado. Me encaminé para salir de allí. El aparcamiento estaba al otro lado así que tenía diez minutos hasta llegar a donde había aparcado mi Mercedes. No había nadie a mi alrededor, estaba solo o eso creía. Cuando ya estaba a mitad de camino, para salir de la playa, escuché una voz muy dulce que cantaba. Miré a mi alrededor e identifiqué de dónde surgía.

Provenía del lugar más alejado de mi ubicación, en la zona de las piedras, cerca del acantilado. La melodía hipnotizante me atraía hacia ese lugar destrozando la pequeña parte de mi voluntad y consciencia que me decía que tenía que alejarme de allí. Era irresistible aunque tampoco intentaba resistirme.

Sin darme cuenta me vi caminando con paso firme hacía esa dirección, era como si algo obligara a mis piernas a ir para allá. El movimiento era involuntario y mi raciocinio volaba lejos, entre unas nubes que ofuscaban mi mente.

En cuanto llegué quedé estupefacto con lo que vi. Delante de mí estaba la mujer, si se le podía llamar mujer porque más bien parecía una diosa, más hermosa que había visto en toda mi vida. Sus ojos de color esmeralda me miraban llenos de curiosidad. No dejaba de cantar, su melodía me atraía cada vez más. Di unos pasos en su dirección pero me detuve al notar el agua helada bajo mis pies descalzos. Ella estaba metida dentro del mar, el agua le llegaba hasta la cintura y la parte de arriba la tenía desnuda. La luz de la luna iluminaba su glorioso cuerpo dejando ver sus increíbles pechos tapados únicamente por su largo y mojado pelo azabache. Éste le caía hasta poco más abajo de la cintura.

Al ver que me detenía y no me acercaba dejó de cantar, ahora me miraba un poco enfadada. Yo no entendía el por qué de su cambio de humor y me dolía el pensar que le pudiera haber hecho algo que la incomodara. Deseaba que volviese a cantar más que nada. Quería escuchar esa voz tan dulce y hechizante. En ese momento extendió la mano hacía mí.

--- Ven -me ordenó, con una voz suave.

Acepté. No me resistí a esa orden. No quería. Al instante me puse a caminar hacía ella. No me importaba lo fría que estaba el agua, ni que me quedara empapado y me pudiera poner enfermo. Ni siquiera notaba el líquido bajo mis pies desnudos o las olas impactar contra mis rodillas. A decir verdad, ni siquiera recordaba donde había dejado mis zapatos de piel. En ese momento, lo único que quería era cumplir con la orden que me había dado.

Al llegar hasta su lado no pude reprimir mis instintos y rodeé su cintura con mis brazos arrimándome todo lo que podía. Ella rodeó mi cuello y me empezó a besar. Un pequeño beso, suave, casto, nos unió. A este le siguió otros ya no tan castos pero igual de suaves y mucho más dulces.

Mi excitación iba subiendo por momentos. No podía parar. Algo se había apoderado de mí y me invitaba a seguir. Entonces noté como algo con escamas rodeaba mis piernas evitando que me pudiera mover. Eso me excitó aún más. Empecé a besarla con más ímpetu. Dejé sus besos y pasé a su cuello y pechos. Me percaté de que lo que evitaba que moviera las piernas era su cola, esa mujer tenía una enorme aleta en lugar de piernas con escamas brillantes de tonos fríos. Eso me hizo reaccionar y querer alejarme. La solté, pero ya era tarde.

Ella me empujó hacía atrás y me sumergí en el agua helada. Intenté subir a la superficie pero de nada sirvió. Su aleta impedía que pudiera ponerme en pie y me obligaba a estar en una posición en la que de nada me servían los brazos. Aun así, intenté forcejear y liberarme, pero lo único que conseguí fue perder mis fuerzas. Empecé a ver puntos negros, hasta que al final todo se volvió de ese color. Indefenso, acabé dejándome llevar por la inconsciencia. Busqué aire pero mis pulmones se llenaron de agua salada que robó el poco oxígeno que me quedaba. Cerré los ojos para segundos después dejarlos así para siempre.

Mareas Misteriosas {#Libro 1} [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora