6. Alcohólico mañanero

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19 de octubre, 2015

Xian

—¿Has visto mi sostén?

Lleva las manos a su trasero para subir la cremallera de la falda. Sus pechos se balancean como melones al fondo de una bolsa de plástico cuando se arrodilla y busca debajo de la cama.

—Creo que lo lancé sobre el armario.

Me entrega una mirada divertida antes de saltar para intentar ver si hay algo sobre él.

—¿Estás seguro de que lo tiraste ahí?

No tengo ni la menor idea, pero me gusta verla a medio vestir. Con o sin ropa, metida en un disfraz de Hulk, usando un traje espacial o un saco de patatas a modo de vestido, da igual, solo me gusta mirarla.

Me encojo de hombros y flexiono un brazo para usarlo de almohada.

—Voy a llegar tarde por tu culpa —se queja, aún saltando—. Otra vez —recalca.

—Lo dices como si te molestara llegar tarde por tener sexo conmigo.

Sus ojos, dos gotas de agua, se encuentran con los míos y su sonrisa se despliega como un abanico. Trepa sobre el colchón y extiende un brazo sobre mi pecho, alcanzando el sujetador que ha estado colgando de la esquina de la cabecera. Presiona un ruidoso y fugaz beso en mi mejilla antes de ponerse de pie.

—¿El jueves también sales a la misma hora que hoy?

—Sí, pero tengo una cena con un cliente. —Se retoca el maquillaje antes de abotonarse la camisa—. ¿Por qué preguntas?

—Se estrena una película de las cursis que te gustan.

—Tú odias esa clase de películas. Dices que son patéticas y normalizan un estándar amoroso irreal.

—Pero tú las amas. —Me froto el esternón con pereza—. Esas mierdas sentimentales te hacen feliz, y cuando eres feliz, yo soy feliz, y si somos felices tenemos relaciones más seguido.

A pesar de que digo la verdad, una parte de mí cree que solo lo menciono para hacerla caer en la trampa de Preswen. Fingir tanto interés por uno de sus gustos nunca se sintió tan mal como ahora.

Maldita, jodida e insistente Pretzel.

Todos los que estamos en una relación fingimos interés al menos una vez, ya sea para no hacer sentir mal al otro o con una intención oculta. A veces pretendemos prestar atención, hacemos una que otra pregunta para asegurarnos que nadie reproche después que no estamos interesados y asentimos a cada rato cuando en realidad estamos pensando en algo más. No es que me pase seguido con Brooke, pero hay ciertos temas triviales que me llevan a eso.

—Debes ver el lado positivo. —Se agacha por sus zapatos y extiendo el brazo, al cual se aferra para hacer equilibrio mientras se los pone—. Iré a cenar a ese restaurante de comida japonesa a la vuelta del trabajo, así que el jueves no tendrás que cocinar. Te traeré la cena y luego tú y yo tendremos una maratón de pelis cursis en esta cama.

Me da otro beso rápido.

—¿También maratón de sexo en la misma cama?

—¿Quién dice que tiene que ser en la cama? —Me guiña un ojo al tomar su abrigo—. El asunto está abierto a discusión, señor Silver. ¡Y recuerda que tenemos que ir a ver al contador el viernes y enviar las invitaciones el próximo miércoles!

—Acuérdese usted porque yo no lo haré, señora Quinn.

—¡Próximamente señora Silver!

Salto fuera de la cama con una maldición cuando la puerta de la sala se cierra. Sin molestarme en buscar mi ropa interior, voy a la cocina por un trago. Que le den al que dice que no hay que beber por la mañana. La situación lo amerita. Me sirvo un poco de whisky repitiendo su nombre combinado con mi apellido.

El elevador de Central ParkWhere stories live. Discover now