Epílogo

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AQUÍ YACE CELESTINE ALLISON ARGENT
una hija, amiga, una guerrera.
«Nous protégeons ceux qui ne peuvent pas se protéger eux mêmes»

Esas son las palabras que se pueden leer en la lápida de Allison cuando me siento frente a ella, sintiendo un nudo en la garganta. Ha pasado una semana desde que la enterraron y todavía no puedo asimilarlo. Sigo esperando ir a la escuela y encontrarme con ella hablando con Lydia en el pasillo, su sonrisa marcando sus hoyuelos. Todos en la escuela hicieron una ceremonia bonita en el campo de lacrosse para recordarla y soltaron unas cuantas linternas flotantes para recordarla.

Yo no fui.

Sé de la ceremonia porque Lydia fue y no pudo parar de llorar cuando salió. Tanto que tuve que recogerla en la escuela y acompañarla a su casa. Todavía puedo recordar la forma desgarradora en la que se escuchaban sus sollozos mientras abrazaba una chaqueta que le pidió al señor Argent.

Era la misma chaqueta que Allison traía puesta en el primer día de clases, aquella que Lydia halagó y le dijo: «Y tú eres mi nueva mejor amiga». Lo recuerdo porque siempre pensé que era horrorosa. Esa noche Lydia me confesó que también pensó que era horrible, pero que solo quería una nueva amiga, una que no la conociera como «Lydia la novia de Jackson», sino por lo que era en realidad.

Esa verdad me rompió por completo y no pude pronunciar palabra alguna durante todo el tiempo que pasé abrazándola. También me confesó que pudo sentirla muriendo y que se odió a sí misma por no haber podido predecirlo antes.

Así que aquí me encuentro luego de una semana, frente a su tumba sin poder procesar que realmente está muerta siendo tan joven. Pero lo que me perturba más es el hecho de que su nombre sea Celestine. Siento que he vivido un año entero en una mentira. Nunca lo dijo. Creo que ni siquiera Scott era consciente de que ese era el nombre de su amada. Supongo que en la vida nunca conocemos por completo a una persona.

Y nunca tendremos la oportunidad de conocerla a ella.

Agarro las flores que traje y las coloco frente a su lápida, buscando ocultar el primer nombre porque me desconcentra. Para mí ella siempre será simplemente Allison.

— Te traje unas flores —comienzo a decir en voz alta, aunque es improbable que ella pueda escucharme. Se siente bien sacar las palabras que se encuentran ahogándome por completo—. Pasé una hora entera buscando los significados de las flores en Google antes de venir aquí. Son estrellas de Belén y, según lo que leí, son las flores para «el consuelo del alma y calma los dolores y las penas». Pensé que serían apropiadas para decir que te perdono y que espero que tú me perdones a mí.

Creo que es la primera vez que puedo hablar sobre Allison sin terminar echa un mar de lágrimas y supongo que es bueno. O tal vez ya me he vuelto inmune a las pérdidas de la vida. Siento que he perdido suficiente, y que ya lo único que me quedan son las secuelas del dolor remanente, aquel con el que he aprendido a vivir con el paso de los meses.

— Sabía que estarías aquí.

Alzo mi vista y giro un poco mi cabeza para poder encontrar los ojos verdes que tanto adoro. Derek se acerca a mí, quedándose de pie a tan solo un paso de distancia, su mano logra acariciar mi cabello desde su posición.

— ¿Scott te lo dijo? —cuestiono, a sabiendas que es la única posibilidad.

Desde que todo «acabó» Scott no ha parado de estar evaluando mis actos y reacciones porque sabe que esto me ha dejado marcada. No hay otra forma de decirlo. Tengo una cicatriz en mi alma que siempre me recordará el mal que ocasioné cuando llegué a estar bajo la influencia del poder del Nogitsune. No tenía nada más que una porción de su poder y todo en mi sistema cambió, casi como si mi humanidad se hubiera apagado por completo.

Y eso me asusta. Me aterra a muerte pensar que puedo llegar a convertirme en un monstruo, en un caparazón sin sentimientos que va por el mundo bajo la influencia de un poder mayor. No poder controlar mis acciones, ser una persona vacía, pero que al mismo tiempo resulta ser más ambiciosa... Todo en general me causa pavor. No quiero despertar un día y darme cuenta de que he vuelto a pasar por lo mismo.

— La verdad es que te he estado siguiendo desde que saliste de la casa.

Vuelvo a voltear para mirarlo, mi ceño fruncido y una mueca de confusión impregnada en mi rostro.

— ¿Acaso has estado durmiendo en tu camioneta solo para mantenerme vigilada? —pregunto.

— Quizás.

Ruedo los ojos.

— Eres un tonto —le digo y apoyo mi cabeza contra su pierna—. Yo hubiera estado mejor si te hubieras quedado en mi cama. Total, no es como si mi madre fuera a hacer algo al respecto. Se ha marchado de Beacon Hills.

La vi cuando fui a despedirme de Isaac en el aeropuerto. Ella seguramente juró que no la vería o que haría una escapada perfecta, pero la realidad es que solo esbocé mi más resplandeciente sonrisa y agité mi mano en forma de despedida. Es lo mejor que puede hacer. Total, ya falta poco para cumplir los dieciocho, de modo que no es relevante el hecho de que me quede sola en la casa. No es como si fuese a caer en el sistema de acogida, simplemente todos mantendremos el secreto hasta que yo cumpla la mayoría de edad.

— Odias ese lugar.

— Porque es una casa de mentiras —murmuro, poniéndome de pie y sacudo un poco mi pantalón para quitar cualquier rastro de suciedad—. Nunca fue un hogar.

— ¿Y cuál lo es? —quiere saber.

Apoyo mis manos en sus hombros y busco sus labios, besándolos durante unos segundos.

— Donde tú lo estés —respondo, volviéndolo a besar y Derek suspira, rodeando mi cintura con sus brazos. Se siente acogedor estar entre sus brazos, un lugar donde no puedo salir herida. Estoy protegida por él—. Admitiré que es extraño besarte en un cementerio. En el mismo cementerio donde está mi padre y dos de tus ex novias —señalo con mi cabeza la tumba donde se ve el nombre de Katherine Argent.

Derek rueda los ojos.

— ¿Tenías que percatarte de eso y dejármelo saber? —pregunta, sonando mortificado.

— Si quieres te recuerdo que la tumba de mi papá está a dos filas de aquí y que casi puedo sentir su espíritu gritando que tenemos que dejar un lugar para Jesús entre nuestros cuerpos —comento, tentándolo.

— Oh, por Dios, Scarlett —murmura, contrayendo su rostro en una mueca.

Rodea mis hombros con uno de sus brazos y comenzamos a caminar en dirección a mi auto. Frunzo el ceño al percatarme de que su camioneta no está, significando que ha tenido que caminar hasta el cementerio.

— No puedo creerte a veces.

— ¿Qué?

— Eres como un acosador, Derek. Me das miedo, lo juro. Me has rastreado hasta aquí —expreso, disfrazando mis ganas de molestarlo. Derek vuelve a rodar sus ojos y mete su mano en el bolsillo de mi pantalón, sacando las llaves de mi auto—. ¡Oye! —me quejo, viéndolo rodear el vehículo con una media sonrisa en sus labios.

— Tú empezaste este juego, Scarlett. 

Mi expresión no puede ser más confundida.

— ¿Qué juego? —cuestiono, cruzando mis brazos.

— ¿Crees que no me he dado cuenta del rastreador de GPS que tienes en mi teléfono? —inquiere, arqueando una de sus cejas.

Mi mandíbula cae sin poder evitarlo. Entonces mi novio me guiña un ojo y entra el auto por el lado del piloto. Estoy demasiado estupefacta por lo que acaba de suceder.

«Derek —gruñón— Hale me ha devuelto la jugada con un puto guiño.»

FIN

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Ahora sí, este es el final de Enemy Dark. Estoy tan orgullosa de este libro que no puedo con mi emoción, pero diré todo esto en los agradecimientos donde les diré el título del quinto libro.

ENEMY DARK ▲ TEEN WOLF   ➃Where stories live. Discover now