Cap. 42: No lo merece

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Capítulo 42

No lo merece

 

No pude explicar aquella sensación que sentí al entrar a esa habitación en la cual yo había estado hace un tiempo y en la misma situación. Se sentía feo el recordar pero me sentía tan llena al verlo a él, ahí, mirándome por fin. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón aceleró. No podía creer que me estuviera mirando con esos potentes ojos azules los cuales estaban detrás de una capa líquida tratando de bajar por sus mejillas, no podía simplemente creer que él estaba ahí sonriéndome como si su vida dependiera de ello, no podía creer que estaba sentado y moviéndose, era increíble.

Estaba aseado, arreglado, feliz, vivo, tan diferente a como estaba en su antigua habitación.

Me acerqué corriendo y lo abracé tan fuerte que me asusté de haberlo lastimado.

—Edward —dije besando todo su rostro a excepción de sus labios y con lágrimas sobre mi cara—. Edward, Edward, Edward.

—Te extrañé mucho —dijo Edward con su hermoso tono de voz un poco rasgado y mis lágrimas cada vez aumentaban más.

—Creí que jamás volvería a escuchar tu voz.

—Creí que jamás volvería a verte.

—Pero, aquí estás —dije mirándolo muy de cerca—. Y no puedo creerlo —dije saltando en la cama demasiado emocionada

Y empezó a reír, y era tan hermoso verlo riendo, feliz, hablando, viendo, moviéndose, era simplemente perfecto poder ver como su situación había cambiado y ver que lo que tanto le pedía a Dios estaba por fin sucediendo.

—Aunque no lo creas estuve contigo todo el tiempo —le dije.

—Claro que lo creo, es más —dijo sonriendo—, estoy seguro de ello.

—¿Te contaron?

—No, yo escuchaba todo lo que me decías, veía tus momentos de desespero y vi cuando sufriste mucho porque yo no desertaba, ese día no pudiste ver, pero fue cuando algo de mi cuerpo empezó a funcionar, y fue que… mis sentimientos dieron fruto físico.

—¿Qué? ¿Cómo así?

—Sí, ese día lloré. Aunque no podía hacer nada más físicamente, lloré.

Me quedé helada, no sabía qué decir.

—¿Y recuerdas todo lo que te conté?

—Sí, recuerdo que me cantaste una bella canción, que confesaste que yo te gustaba, que… me dijiste que estabas embarazada.

—Lo estuve —dije con tristeza—. Continúa.

—Que aún sentías algo por Nick. —dijo Edward triste—. ¿Aun?

—Cuando salgas… tengo que contarte un par de cosas.

—¿Qué cosas?

—Cosas que necesitas saber

—¿Necesito saber? —dijo con un tono molesto—. ¿Te enamoraste en serio de Nick? ¿De tu… tu hermanastro?

—Ed, solo tenemos que hablar después.

—Recuerdo todo lo que te dijo en mi habitación, recuerdo que dijo que te amaba como a nadie, pero tú no recordabas nada.

—En ese momento tenía Alzh… —Ruth me matará—. Amnesia.

—Recuerdo cuando dijiste creer estar enamorada de él, ¿es así no?

—Ed…

—Tu padre ahora lo sabe ¿no es así?

—Sí

—¿Y qué dijo sobre eso?

—Ed, quiero que hablemos cuando estés afuera.

—Valerie —dijo cogiéndome la mano—. ¿Aún me amas?

Me quedé estupefacta ante eso. El dolor con el que me hablaba y la manera tan sutil y perfecta de entrar en mí con sus ojos azules me dejó fría.

—Ed, yo te amo tanto que nunca llegarás a saber cuánto…

—Pero…

—Pero, tenemos que hablar, necesito aclarar muchas cosas que tengo en la cabeza.

Edward me sonrió como tratando de decir que todo estará bien, que me tranquilizara y que me apoyaba en eso, la verdad, espere que tuviera otra reacción, temía que se enojara y no me quisiera volver a hablar.

—Valerie, yo te amo.

Y se acercó muy despacio a mi rostro, cogiendo suavemente con sus manos mi cabeza y acariciando mi cabello, sus labios empezaron tranquilamente a mezclarse con los míos y a hundirse en un profundo y amoroso beso apasionado.

Podía sentir el deseo que sentía y las ganas de amarme cada vez más, yo había desarrollado un amor por Ed tan fuerte que nada me impidió seguir ese beso.

Él era alguien tan perfecto y tan digno de merecer tantas cosas en esta vida.

Él no solo era alguien a quien amaba, también había dado su vida por salvar la mía en el accidente. Me había salvado más veces de las que yo misma podía contar.

De verdad no sabía qué hacer. Todo era cada vez más y más difícil.

Empecé a llorar e interrumpí el perfecto beso de telenovela.

—¿Qué pasa, hermosa?

—No merezco esto, no te merezco… ¡Tú no mereces esto que está pasando!

—Nena…

—Diste tu vida por mí, y mientras tú estabas acá yo estaba… —teniendo relaciones con Nick—, estaba por ahí, sin merecer estar en esta vida.

—No te preocupes, daría mi vida por ti las veces que sean necesarias.

—Pero, Edward, yo no lo merezco

—Mereces eso y más, princesa.

Esta vez lo besé con más intensidad y no lo quería soltar nunca.

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N/A Si saco esta historia impresa, en libro, en físico, en papel o como lo quieran llamar, ¿lo comprarían? La verdad, por favor.

Besitos.

Mi Hermanastro, el cuarto de los deseos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora