Capitulo treinta y cinco

7.9K 541 31
                                    

Paso cercado

- No creas que no tengo ganas de darte una buena tunda y unos cuantos gritos - dijo él.

- Lo sé - respondió ella.

- ¿Sabes cómo he sufrido todo este tiempo? Fue una locura lo que hiciste.

- Pero estuve tan cerca - reconoció ella chasqueando la lengua.

- Pura suerte. Podrías haber muerto en cualquier momento.

- Lo habría hecho si no hubiese sido por él. Me salvó con su magia y no a dejado de protegerme ni un solo momento.

Giadel miró la espalda recta del príncipe Kanian intrigado y a la vez maravillado al ver que las historias antiguas eran ciertas. Una parte de él había dudado en esa respecto siendo incapaz de creer que, en verdad, el desaparecido heredero de Nasak y único dragón existente en el mundo, permaneciese con vida. Pero allí estaba la evidencia: él en carne y hueso y su hermana aferrada a su cintura además de la aventura que ella acababa de narrarle.

Aún le parecía un milagro que Galidel hubiese podido llegar sola a Rubofht y que hubiese tenido las agallas de infiltrarse en él y, sobretodo, de escapar de ese lugar infectado de enemigos por su propio pie y a la persecución de Kanian para salvarle de los Señores del Dragón.

- Cometiste una locura - prosiguió la retahíla con su gemela. Del cielo nublado y completamente gris oscuro, caían las primeras gotas de lluvia.

- Necesitaba demostrar mi valía - se defendió ella -. Y, además, estaba harta de estar allí encerrada de brazos cruzados y sin hacer nada de probecho.

- Tú no te has limitado a hacer algo hermana - la contradijo Gia apretando el paso de su caballo como el resto del grupo. Cada vez llovía más -; tú has hecho demasiado.

- No me arrepiento de ello. De haber podido, hubiese hecho mucho más.

Giadel sonrió orgulloso, a su pesar, de su hermana mayor. La valentía de Gali era el sustento de Gia. Siempre había sido así y jamás cambiaría.

- Desde luego.

- Desde que le vi por primera vez, supe que debía moverme: que no debía continuar permaneciendo en la guarida. Aquella resolución era tan fuerte y tan inquebrantable que era incapaz de no obedecer su voluntad - explicó con la voz perlada de pasión.

- Todo hubiese sido muy diferente si te hubieses sincerado conmigo aquel día en el claro de las montañas cuando viste al príncipe.

- Algo le decía a mi corazón que debía permanecer en silencio he hice bien y no puedes negarlo. Nunca pensé que Delos fuese tan déspota y se vanagloriase con nuestra causa para llegar al poder en un futuro. Ese maldito viejo pretendía hacer una revuelta una vez derrocado el tirano de su trono - masculló.

Galidel tensó los músculos y él le acarició la mano derecha con afecto.

- Desde luego que hiciste bien Gali - coincidió -, pero tal vez hubiese sido mejor contar con Kanian desde entonces. Podríamos haber descubierto los propósitos de Delos y del resto de ancianos igualmente. La abuela lo sabía.

- Y aún así calló - dijo ella con la voz resentida.

Giadel miró hacia su izquierda y observó a su bisabuela. La mujer no dejaba de mirarles de vez en cuando y, en su mirada miel, estaba escrito sin duda alguna el anhelo que sentía por querer estar al lado de sus nietos: sus niños.

Pero, de momento, la dama debía permanecer en la sombra puesto que Galidel no conocía la verdad que él sabía desde que le ayudara a escapar de las ataduras de Delos. Hasta que Chisare no pudiese hablar a solas con su hermana, habían acordado mantener las distancias como medida prudencial. Era lo mejor.

Los Señores del Dragón (Historias de Nasak vol.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora