Capitulo cinco

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A cielo abierto

La noche era dolorosamente bella para sus ojos acostumbrados a la fealdad más absoluta. El cielo se le antojaba tan puro y tan imperturbable que se le hizo un nudo en la garganta. Posiblemente, razonó consigo mismo, le dolía tanto aquella visión por ser incapaz de acercarse más a ella con su forma dragonoide. Le picaba la piel y contenía con todas su fuerza de voluntad al dragón de su interior, dominando la necesidad de volar hasta el infinito por las ganas de llevarse algo a la boca.

Nïan estaba terriblemente hambriento y no podía aguantar ni un minuto más aquel ayuno. Había llegado el momento de hacer valer el entrenamiento que le inculcaron en la niñez tanto su padre como el maestro Kolam. Pero antes de ir de caza necesitaba conseguir un arma y - como no - un atuendo decente y adecuado - como le diría su señora madre - para ir por el mundo de los humanos y no aquella escandalosa desnudez propia de los incivilizados.

Con aquella idea graciosa en la cabeza, Nïan corrió hasta la falda de la montaña escudándose en los matorrales altos y en la oscuridad de las sombras como un felino. Aquel descenso propició en el joven una alegría infantil y sincera como hacía años no experimentaba. El corazón latía con fuerza dentro de su pecho a la vez que con gran vigor y la sangre de sus venas circulaba a una gran velocidad y a una alta temperatura caldeando sus músculos delgaduchos - sin forma por la inactividad - proporcionándole una gran cantidad de adrenalina. 

Pero Nïan estaba dispuesto a volver a ponerse a tono y al día con su entrenamiento y sus ejercicios. Desde luego que no era nada seguro volver a ser un dragón así que debería proseguir siendo un hombre, pero no uno corriente; sería un auténtico luchador. Un guerrero.

“Pero de momento no soy nada, no en estas fachas.”

Se detuvo cuando avistó un fulgor en las cercanías. Kanian se subió hasta la copa de un árbol cercano he hizo un sencillo conjuro para poder poseer la visión nocturna de los felinos en sus ojos azules humanos. Sus profundos iris captaron la silueta de una austera granja. El joven agudizo los sentidos todo lo que pudo para poder captar algo más. El lugar estaba increíblemente habitado y podría decirse que no cabía en él ni una aguja más. Una familia numerosa, pensó con una extraña punzada en el corazón y en el alma. Una familia con múltiples hijos y unos hijos con muchos hermanos.

Hijos. Hermanos.

El pasado regresó a su mente en forma de recuerdo.

Los días eran cada vez más frescos y solo el ejercicio físico propiamente dicho hacía que su cuerpo llegase a sudar. 

Nïan ejercitaba sus puños y también sus piernas sin cesar siguiendo, como los demás niños, las ordenes del maestro Kolam. Derecha, izquierda, patada, rodilla, izquierda, derecha, rodilla, patada y así sucesivamente hasta que sus brazos y sus piernas terminaban doloridos y cansados. 

Cuando el viejo Kolam dio por finalizado el entrenamiento del día, el pequeño príncipe de ocho años atravesó a buen paso gran parte del patio buscando a una persona en concreto. La gran multitud generada en un lugar del patio de entrenamiento llamó su atención dándole también la información que necesitaba y no se equivocó en absoluto. Su padre el rey Varel iba a dar una lección a todos los guerreros de lo que significaba ser un buen luchador cuerpo a cuerpo con la ayuda de su general y amigo inseparable Hoïen.

Y por supuesto nadie deseaba perderse aquel combate entre los dos mejores guerreros de Arakxis.

Kanian se escabulló entre un gran montón de piernas para poder colocarse en primera fila y se testigo de aquella demostración con una sonrisa de oreja a oreja. El combate estaba a punto de empezar cuando vio subido a un murete al hijo mayor del general. Lo saludó y Malrren de cuatro años le respondió con un gesto parecido al suyo solo que más efusivo con su manita regordeta. Malrren era muy alto a pesar de su corta edad emulando la descomunal genética de su padre al igual que en sus iris color rubí. Pero también poseía similitudes con la genética de su madre por ello su cabello era muy abundante y ondulado de un color grisáceo con mechones negros.

Los Señores del Dragón (Historias de Nasak vol.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora