Capitulo veinte

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Un combate y una visita

               

- ¿Qué? - dijo con total perplejidad pues no estaba segura de haber escuchado bien.

- Estamos a unos pocos días de llegar a destino y, puesto que pueden surgir aún mil complicaciones y percances en el camino y en Sirakxs; deseo comprobar hasta qué punto eres buena en el combate.

¿Y tenía que ser en aquel preciso momento? No tenía ánimo para estar haciendo demostraciones para dar a conocer su extremadamente y sobrada valía en el arte de la espada. En verdad que Gali era incapaz de entender lo que le pasaba por la cabeza a Kanian. En un momento podía estar hosco, en otro mohíno, en otro ausente, luego animado, más tarde triste y terminar con un estado furioso que solía apagarse en segundos para regresar a su estado taciturno que era el más habitual.

Puede que el chico fuese hermético en su vida privada pero en sus emociones - que podían adivinarse nada más mirando el brillo de sus iris azules - era increíblemente transparente como el más fiel espejo que muestra todas las faltas y carencias a aquellos que saben mirar más allá. ¿Y ahora cómo estaba su ánimo?, se preguntó. Pues parecía estar resuelto a descubrir lo que deseaba saber en aquel preciso instante por mucho que ella no deseara desenfundar su espada corta.

- Sé que no te apetece hacerlo - dijo él de repente con los brazos cruzados -, pero, normalmente, cuando uno lucha no lo hace porque quiera sino para sobrevivir. Puede que te guste el arte del combate y también la senda de la espada y que por ello la hayas comenzado a practicar desde la niñez, pero la verdadera razón que tenemos los mortales para seguir estos preceptos son nuestra propia integridad y supervivencia. - Hizo una pausa y dio unos pasos hasta tomar las dos espadas cortas de la joven que descansaban cerca de su arco -. Toma una - dijo mientras se la entregaba por el mango. Ella la cogió mientras él desenfundaba -. Lucharemos como si la vida nos fuera en ello.

Galidel, arrojando la vaina de la espada a un lado, lo miró pensando que se había vuelto loco en cuestión de segundos. ¿Era capaz de llegar a tanto? Podían llegar a herirse y no ligeramente.

- ¿Qué pasa si nos hacemos daño? - preguntó con tiento; ya se sentía suficientemente herida en su amor propio.

- No temas, yo curaré los rasguños que podamos hacernos - repuso con naturalidad y quitándole hierro al asunto.

“Que bien.”

- Tú atacas y yo defiendo.

Kanian, frente a ella y a seis pasos, se puso en posición de combate con las piernas ligeramente separadas y con la mano derecha de la espada en un ángulo de setenta y dos grados con la hoja de la espada a la altura del estómago. En verdad estaba resuelto en su petición y ella, deseando demostrar que era una de las mejores guerreras, se colocó en posición defensiva con la espada alzada hasta la altura del pecho. Le iba a demostrar de qué era capaz. 

Y nada más.

No pensaba dañarle si podía evitarlo.

“No me importa que antes me rechazara bruscamente, yo le quiero y le aprecio y, a pesar de lo confusa que es su alma, me gusta como es al igual que la nobleza de su corazón.”

Tal vez otros aprovecharían la oportunidad de vengarse de su agravio, pero Galidel no era así y hacerlo sería muy injusto. Su viaje nada tenía que ver con sentimientos; era una aventura para conseguir la libertad. Y para lograrla, ella daría la primera estocada.

La joven, dando tres pasos adelante con una velocidad relativamente ligera, se acercó a Nïan y, este, con un giro desenvuelto se apartó de ella con la idea de colocarse en su espalda. Viendo su movimiento, Gali se apresuró a ponerse de nuevo cara a cara contra el príncipe y describió un arco con su espada, pero en vez de acabar de trazar la figura, giró sobre si misma lanzando un tajo plano que Kanian detuvo sin inmutarse. Su rostro estaba sereno he imperturbable. Pero pronto ella se encargaría de dibujarle sendas arrugas en el ceño.

Los Señores del Dragón (Historias de Nasak vol.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora