¿Dolor, agonía? Descuida, me estoy acostumbrando

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Se escuchó un golpe sordo, como si golpearan un balón de futbol con un bate de metal, la mordida de mi hombro se aflojo. Gracias al cielo estaba ebrio, si en ese estado me dolía horrores, posiblemente me habría desmayado si el alcohol en mi sistema no hubiera funcionado como anestésico. De todos modos incorporarme me resulto muy difícil, y no digamos moverme.

-Hey viejo, ¿Cómo lo llevas? A que es preciosa- era aquel chico de ojos verdes. Y al parecer estaba disfrutando de lo lindo el que me faltara un buen trozo de cuello.

-Encan...tadora- rezongué

Ahora que me detenía a mirarlo vestía con unos pantalones harem verdes y una playera sin mangas. Parecía un bailarín de hip hop. Sostenía en sus manos un báculo tan alto como él. Me llamo la atención que, pese a su diseño simple y liso, en la punta parecían brillar dos piedras preciosas de color verde.

-Edwin, atento.- Se escuchó una voz, a unos pasos de donde estaba Edwin, la chica rubia estaba de pie, su actitud era relajada, no parecía que fuera a pelear, se había recargado en una columna con los brazos cruzados.

-Tranquila Yara, lo tengo bajo control- respondió volviéndose hacía ella- Mala idea.

Un borrón blanco y negro lo acababa de embestir y mandar volando unos cuantos metros.

-Si claro, bajo control- se burló la chica. No sé si fue la bebida, que me acababan de salvar la vida o que me estuviera desangrando, pero había olvidado lo aterradora que podía ser. En ese momento parecía un ángel. Tenía una blusa amarilla con un escote en "V" que dejaba ver un top gris combinada con unos shorts blancos. Se veía preciosa. Aun a la distancia logre notar un par de brazaletes en sus muñecas adornados a franjas blancas y plateadas.

-Querido, no sabes que es de mala educación interrumpir a alguien mientras come- dijo la vampiresa. Se volvió hacia mí. -Quédate allí guapo, regreso contigo en un momento-

Una piedra, del tamaño de un ladrillo paso zumbando y le acertó justo en el hombro, lo que la hiso volverse al lugar de donde vino el proyectil... solo para ser alcanzada por tres más en el estómago y en el pecho. Pude escuchar los golpes, inclusosenti un par de guijarros que caian a mis pies.

-Tomate... tu tiempo.- Dije jadeando. La mordida me dolía horrores y la cabeza me daba vueltas.

Un relámpago plateado, salido de quien sabe dónde la golpeo. Estaba empezando a desvanecerme, luche por seguir la pelea. Lo que había tomado por un relámpago era el chico rapero, Edwin. Se movía rápidamente, asestando furiosos golpes con el bastón y dando volteretas. Sabía que la mujer vampiro debía ser mucho más rápida, no entendía como no podía esquivarlos. "Pon atención" me dije. Entonces lo note, cuando ella intentaba dar un paso, el sitio que pisaba se hundía o se levantaba, afectando su equilibrio. Cerré los ojos fuertemente y los abrí de nuevo, estaba claro que tenía alucinaciones...era como si el piso bajo sus pies ayudara a Edwin, si ella intentaba impulsarse para saltar, el suelo se hundía, dejándola momentáneamente sin apoyo; si intentaba desplazarse hacia los lados, de la nada ya había una roca que la hacía tropezar. A Edwin, por el contrario parecía pasarle lo opuesto. Cuando saltaba era como si el piso lo impulsara, justo donde apoyaba su pie un segundo antes, una porción del mismo tamaño que su pie parecía levantarse para empujarlo, y cuando daba un golpe, el suelo formaba una pequeño borde en el pie que apoyaba en el suelo, para darle la mayor efectividad. También otra cosa rara que sucedía, eran los golpes del bo (su baston), cada vez que lo giraba parecía que una coleta de guijarros seguía el movimiento de las puntas, y cuando un golpe asestaba en la vampiresa, estos hacían rasguños y cortes, y en un par de ocasiones se incrustaba en su blanca piel.

Las garras del monstruo parecían ineficaces en contra de Edwin, este parecía un Bruce Lee árabe. Si un director de cine lo hubiese visto en aquel momento, lo contrataba para una película de Kung-Fu. Sin dejar de mover el bastón, parecía imparable. Se agachaba, pateaba, brincaba sobre ella, para aterrizar y darle un furioso revés en la cara cuando se volvía.

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