Capítulo 30

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Persecución, apuesta y confesiones: Parte II.

Sam no mentía cuando dijo que su mamá saldría con una bandeja de cannoli, puesto que cuando entramos por la puerta principal la sorprendimos a punto de salir, noté el sonrojo en las mejillas de la señora Miller al ver que había sido pillada.

Mia bambina —canturreó la mujer en italiano abrazando a su hija mientras hacía equilibrio con la bandeja, debo admitir que eso me impresionó.

Mamma solo me fui como por unos veinte minutos, no es para tanto —dijo Sam separándose de su madre, mientras le quitaba la bandeja y tomaba un cannoli

Anabella, que gusto verte de nuevo —dijo la señora Miller con un marcado acento italiano, mientras me daba una afectuoso abrazo, el cual correspondí con gusto.

—También me da gusto.

—Mamma, Anna y yo estaremos en mi habitación por si nos necesitas —comunicó Sam después de tomar otro cannoli y ofrecerme, tomé uno.

—¡Santo cannoli! —exclamé luego probar el primer mordisco.

—Tú lo has dicho —dijo Sam divertida.

Miré el pequeño tubo de masa en mi mano y luego a la señora Miller.

—Esto es un pedazo de cielo —fue lo único que se me ocurrió para expresar lo delicioso que estaba el cannoli.

La señora Miller soltó una sonora carcajada.

Grazie belle Anabella. Ahora vayan a estudiar, andare —Sam y yo asentimos, Sam dejó la bandeja de cannoli en una mesa cercana y comenzó a caminar mientras yo tomé otro cannoli antes de seguirla hasta su habitación.

Nunca había estado en la casa de Sam, las palabras que se me ocurrían para describirla eran cómoda y acogedora, todo estaba en perfecto orden. El cuarto de Sam por otro lado era un desordenado arcoíris, todas las paredes tenían un fondo blanco con diseños en ellos, todos con colores del arco iris e incluso degradaciones de estos mismo, hubo una pared que llamó mi atención, se trataba de un dibujo de un pentagrama con todos las notas musicales desordenadas, alunas volaban lejos del pentagrama, daba la sensación de que ahí estaba ocurriendo una fiesta.

La cama estaba sin hacer y sobre ella descansaba un pequeño unicornio blanco con una crin que empezaba en rojo, se degradaba pasando por cada color del arco iris y terminaba en morado. En una esquina había un teclado y junto a este una pequeña mesita donde había un montón de partituras. En la otra esquina de la habitación cerca su closet había un pequeño montón de ropa, paseé mi vista por toda la habitación de Sam, a pesar del pequeño desorden (porque cuando de cuartos desordenados se trataba Amber era la reina) era una habitación genial y con estilo, luego de dejar mi bolso cerca de la cama de Sam, me senté junto a ella en su cama. Me volví a levantar cuando sentí algo debajo de mí, cuando lo saqué observe que era un sostén de encaje de color lila casi igual al color de su cabello.

—¡Ups! —dijo Sam apenada tomando el sostén y lanzándolo a la pequeña montaña de ropa.

Miré detenidamente a Sam.

—¿Qué? Igual todo volverá a estar desordenado, qué sentido tiene entonces arreglarlo —Sam se encogió de hombros, yo reí. Eso había sonado como algo que diría Amber.

Lo que me recordó que había estado tan atrapada en mi pequeña burbuja de melancolía, que en las últimas semanas había estado evitando prácticamente los mensajes de Maggie y Amber, no queriendo preocuparlas, puesto que podía asegurar que a la primera señal de mi estado depresivo hubiesen perdido sus clases para estar junto a mí.

Sweet Peril. (The Sweet #1) [EDITANDO]Where stories live. Discover now