Capitulo 7, Parte 2

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Vera se adelantó y alzó una mano por encima del lomo de los Rabiae. Estaba en paralelo a la forma inmóvil de Serena, que tenía una luz blanca desde la muñeca hasta las puntas de los dedos. La mano de Vera empezó a brillar también. Esta entró en su núcleo mágico lentamente, para no retirar demasiada mágica muy deprisa. Una esfera púrpura se elevó desde la palma de su mano hasta el centro de las nubes azul y roja que giraban encima de los Rabiae. Cuando Damias vio la mirada interrogante de Ciardis, dijo:

—Vera Cloudbreaker es una Iniciada de lo Desconocido de la Madrassa y de vez en cuando trabaja en misiones con el Ejército Imperial.

Ciardis abrió mucho los ojos al oír el nombre de la escuela. Había oído hablar de la mítica Madrassa, conocida también como "la Madrassa Roja", debido al color brillante de las hojas perennes de los árboles del campus. Era la primera escuela de magia del Imperio para jóvenes magos. "Magos jóvenes y ricos", pensó Ciardis con algo de amargura. Tardó unos segundos en asimilar que Damias básicamente le había dicho que Vera era una espía del Ejército Imperial o, como mínimo, parte de su división de Operaciones Especiales. Después de eso, la chica miró a Vera con más respeto.

Parecía que las dos patrocinadoras empezaban a conseguir algo con las nubes. La pequeña esfera púrpura que Vera tenía en las manos había crecido hasta envolver las dos nubes colocadas delante de Serena. En la neblina empezaron a formarse palabras. Ciardis guiñó los ojos. Las palabras estaban escritas con los garabatos fluidos del idioma Sahalian, pero no tenían sentido. ¿No se suponía que ella sabía ya esa lengua?

—La primera vez que usas una habilidad recién transferida, tienes que relajarte. Igual que hiciste cuando Stephanie te copió la habilidad de la lectura. Respira hondo y relájate.

Ciardis aflojó lentamente los hombros rígidos y el nudo que tenía en el estómago se desató. Los garabatos Sahalian se transformaron en letras de la Lengua Común delante de sus ojos. El texto solo contenía dos frases.

"Una tendrá el poder de desgarrar el imperio. La otra acudirá al lado de su amiga en su hora de necesidad".

Se produjo un silencio en el círculo mientras todos asimilaban el mensaje, bastante críptico. Mary Windstorm fue la primera en hablar.

—¿Se supone que deben ser así de vagos? —preguntó.

—No —repuso Serena. Se mordió el labio inferior—. De hecho, no se espera que estas bolas de pelo sean proféticas en absoluto —dio la impresión de que quisiera dar una patada a las bolas de pelo mencionadas.

—Bueno, al menos han confirmado que nuestras chicas tienen dones —comentó Damias, con buen ánimo—. Si no, los Rabiae no habrían interaccionado con ellas.

Vera soltó un resoplido muy impropio de una dama.

—Eso ya lo sabíamos antes de contratar a estas bolas de pelo y sus cuidadores por cuatrocientos chelines la hora.

Damias le lanzó una mirada irritada y se frotó los ojos con un suspiro.

—Está bien, hablemos de eso más tarde —hizo señas a los cuidadores para que volvieran a meter a los animalitos en las jaulas.

Terris, Serena, Vera, Mary y él volvieron a sentarse en torno a la mesa. Ciardis lanzó una última mirada a las otras dos jaulas que estaban cerca de las jaulas cubiertas con mantas de los Rabiae antes de sentarse. No pudo por menos de preguntarse qué habría en ellas.

—Ahora empieza la verdadera diversión —dijo remilgadamente Vera—. Traed a los Cardiara.

Los cuidadores abrieron las otras jaulas y aparecieron frascos de cristal. En cada uno de ellos había una figura pequeña que lanzaba chispas verdes cuando se agitaba dentro de su recipiente. Depositaron los frascos en el centro de la mesa y Serena cruzó las manos.

—Pedimos disculpas por los habitáculos, milord y milady. Queremos pedirles su signo de honor antes de proceder con el acuerdo.

Los duendes se cruzaron de brazo con desdén altivo. Luego el de la izquierda, el varón, alzó un dedo y trazó lentamente un glifo grande en el interior de la superficie del frasco de cristal. La hembra lo miró con desaprobación, pero no dijo nada.

El glifo brillaba con fuerza y los adultos en torno a la mesa sonrieron complacidos. Cuando Serena lo vio, sonrió al duende varón.

—Gracias, señor, y bienvenidos al Gremio de Compañeros.

Extendió el brazo y abrió la tapa del frasco del varón. Él salió flotando despacio y se instaló sobre la mesa. Los cuidadores retiraron de la vista su frasco vacío y el de su compañera, con ella todavía dentro. Damias se dirigió al hombrecillo.

—A cambio de la señal y de su opinión sincera, lo liberaremos en el Bosque de Ameles, como ha pedido.

El duende asintió cortante.

—Me llamo Mainar. ¿A quién queréis que valore?

Damias señaló a las dos chicas sentadas frente a él en la mesa.

—Antes de empezar —intervino Serena—, nos gustaría grabar con magia esta declaración en una bola tobama.

El Cardiara varón asintió con la cabeza, se volvió y clavó la vista primero en Terris y a continuación en Ciardis.

Serena sacó una bola tobama pequeña del bolsillo y la sostuvo sobre la mesa en la palma de la mano. El cristal traslúcido se oscureció hasta formar una niebla opaca, lo que indicaba que estaba grabando el procedimiento.

—La de la izquierda es una de vuestros malditos Weathervane —dijo Mainar con voz cortante—. Ha heredado el poder de su madre para la potenciación y el don de su padre para los cálculos. La de la derecha es una Chimaera cambiante, que puede asumir temporalmente cualquier forma que elija.

Suspiros de alivio resonaron en torno a la mesa. Serena saludó a Mainar con una inclinación de cabeza.

—Le damos las gracias por su sabiduría en este asunto, Excelencia —indicó por señas a los cuidadores que podían llevárselo.

Cuando el grupo se quedó a solas, Mary tomó la palabra.

—Muy bien. Es una noticia excelente, chicas, y vuestros padrinos en potencia estarán contentos.

—Las palabras de los Cardiara se han utilizado como contratos vinculantes desde antes de las Guerras de Iniciación —añadió Vera—. Como compañera de proyecciones, Serena podrá proyectar el anuncio de Mainar sobre vuestros dones a un cónclave de padrinos en potencia —gruñó, reconociendo con renuencia el don de Serena.

Damias y Mary sacaron cada uno una hoja de papel doblada de sus bolsillos. Damias cedió primero la palabra a Mary.

Juramento de Crianza (Libro 1 Luz de la Corte en Espanol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora