Capitulo 3, Parte 2

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Ciardis se mordió el labio inferior y asintió como si comprendiera, aunque en realidad no entendía nada. Salieron de allí con tres paquetes de vestidos envueltos en papel y la promesa del tendero de que enviaría el resto al Gremio de Compañeros antes de que pasaran dos noches.

Cuando se instalaron en el carruaje, se dirigieron al este, hacia el océano. Ciardis no tardó en oír los graznidos de las aves marinas que volaban a lo largo de los muelles con las alas extendidas. La chica se preguntó si podría ver algo del palacio imperial. Seguramente sería lo bastante grande para ser visto desde encima de las verjas.

Doblaron un recodo y apareció a la vista. Era un palacio enorme e irregular de bloques de mármol rosa brillante, con chapiteles y torrecillas, que se extendía hasta donde alcanzaba la vista de Ciardis. Esta soltó una risita nerviosa mirando el castillo y después se permitió un momento para observar la playa blanca de hermosa agua turquesa que se extendía a su derecha.

Se sobresaltó cuando Serena le pinchó en el hombro con un dedo.

—No quiero volver a oír ese ruido saliendo de tu boca —se estremeció con delicadeza—. Las compañeras no sueltan risitas nerviosas.

—No, mi señora —susurró Ciardis.

Su carruaje se acercó a unas verjas y entró en un patio amplio decorado con fuentes que lanzaban agua por chorros en todas las direcciones. Un césped cuidado se extendía ante ella con árboles de formas elaboradas y una hierba verde que causaría envidia a todos los granjeros de su valle. Cuando el coche se detuvo, Serena dijo con solemnidad:

—Bienvenida al Gremio de Compañeros, querida.

Bajaron del carruaje en el patio y Ciardis disfrutó un momento del olor del aire marino fresco.

—¿Esto no es un palacio imperial? —preguntó después de un rato.

—No —respondió Serena—. Y no te entretengas —añadió.

Se dirigió hacia una entrada cavernosa y Ciardis, para no quedarse atrás, corrió a recoger sus compras, que estaban todavía en el carruaje.

—Por supuesto, entiendo que puedas confundirlo con un palacio imperial —dijo Serena cuando Ciardis la alcanzó. Por un momento, la chica no supo a qué se refería—. Este castillo se construyó hace décadas para la reina Margie —explicó Serena—. Ella fue la primera compañera, y hasta el momento la única, en llegar a Consorte Imperial. La reina, al pasar al cielo, legó el castillo y una buena suma de dinero a un grupo de compañeros para que lo usaran para entrenamiento y para establecer un gremio...

Se interrumpió.

—¡Sarah! —gritó.

Miraba hacia arriba, a una mujer sentada delante de un escritorio en una terraza de un piso más arriba. La mujer se levantó con brusquedad y se asomó por encima de la barandilla de la escalera que tenía al lado. Serena subió corriendo la pequeña escalera hasta el imponente escritorio blanco situado en paralelo con esta. Sarah, la mujer de gafas, de cabello con mechas azules apilado en la parte superior de la cabeza, salió de detrás del escritorio y se acercó a recibirla. Ciardis observó la escena con una sonrisa de suficiencia. ¿Las compañeras no podían soltar risitas pero sí podían gritar?

Serena, que notó que Ciardis volvía a quedarse atrás, le hizo señas de que se reuniera con ellas.

—Sarah, te presento a la recluta más reciente del Gremio de Compañeros: Ciardis Vane.

Sarah curvó los labios con regocijo y miró a Ciardis, que subía las escaleras con sus múltiples paquetes y sus pertenencias de Vaneis.

—Veo que tiene madera de caminante —murmuró. Se inclinó a susurrar en el oído de Serena—. Y es la más reciente solo por los pelos. Hace unas horas llegó otro recluta, aunque, por supuesto, Ciardis puede ostentar el título por el momento —la mujer de cabello azul se echó hacia atrás con expresión petulante.

Ciardis, desde su posición en el rellano, oyó claramente el respingo de Serena. No lo había oído todo y no sabía a qué se debía el respingo.

—Nuestra querida lady Vera llegó esta mañana con una chica de Chimaera —continuó Sarah, con sarcasmo, pues odiaba a Vera tanto como Serena.

—¡Qué! —Serena parecía escandalizada—. ¿De Chimaera? ¡Imposible! —exclamó, claramente alterada.

—Es verdad —se apresuró a explicar Sarah—. Al parecer, estaba de paso por las Islas del Verano y tropezó con esa chica.

—¿Estaba de paso por las Islas del Verano? —repitió Serena. A continuación dijo algo muy impropio de una dama—. Nadie "va de paso" por las Islas del Verano. Solo el número de piratas que hay en esa región requiere una escolta armada de al menos tres destructores para espantarlos —empezó a pasear por delante del escritorio—. Esa... esa bruja ha hecho esto solo para darme en las narices. Estoy segura.

Ciardis la miró sorprendida, pues Serena acababa de insultar claramente a la mujer... ¿Y por qué?

—Oh, querida, cálmate. Estás asustando a la nueva recluta —comentó Sarah, tranquilizadora.

Serena hizo una mueca y suspiró.

—Bueno, ahora eso ya no tiene remedio. Ciardis, te presento a Sarah, la jefa de archivadores del Gremio. Lleva el registro de todos los reclutas, pupilos y compañeros. Guarda sus domicilios pasados y presentes, su sueldo anual y sus talentos mágicos y/o mundanos. Te hará un sitio en la lista —hizo señas a Ciardis para que se acercara—. Tu entrenamiento empieza esta noche. Hay mucho que aprender.

Juramento de Crianza (Libro 1 Luz de la Corte en Espanol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora