Capitulo 4, Parte 2

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Una hora después de que hubiera regresado a su habitación llamaron con fuerza a la puerta. Ciardis se levantó de un salto y fue a abrir. Quizá fuera Sarah y quizá ahora podría contarle la vergonzosa razón por la que no podía completar su misión. Así podría marcharse antes de que empezaran las burlas.

Para alivio y desmayo suyo, en la puerta no apareció Sarah sino una chica rubia de ojos azules y expresión irritada.

—Hola —dijo. Tenía los brazos en jarras y golpeaba el suelo con el pie de un modo errático.

—Hola —repuso Ciardis, algo nerviosa—. ¿Puedo hacer algo por ti?

La chica suspiró con dramatismo.

—Sí —contestó—. Puedes dejar de quejarte. No me puedo dormir —la chica se volvió con un movimiento elegante de su camisón azul y echó a andar por el pasillo.

Ciardis se quedó mirándole la espada con incredulidad, sin saber cómo responder.

Una risita que sonó en las sombras la sacó de su estupor. Otra chica estaba de pie al otro lado del pasillo, delante de la puerta Tres A. Ciardis apretó los labios en una línea fina; estaba enfadada con la chica que acaba de insultarla y también con la que se reía desde las sombras del umbral de su habitación. Aquella chica nueva vestía ropa negra ceñida de hombre y estaba claro que se mofaba de ella.

Ciardis decidió gritarle a la primera.

—No sé cuál es tu problema, pero yo no he molestado a nadie. De hecho, no he dicho ni una palabra en más de una hora.

La chica se volvió con una mueca de desdén.

—¡Estúpida campesina! Yo soy telepática, lo que significa que puedo oír todos los pensamientos que proyectas.

—Pues mejor para ti. Oye esto —gritó Ciardis, con un portazo.

Se dejó caer contra la jamba de la puerta. Sinceramente, no sabía qué más decir. Además, si la chica tenía que sufrir una noche, mala suerte. Seguramente a ella la expulsarían por la mañana de todos modos. "Estúpida chica rica, mágica, estirada y arrogante", pensó. Y confió en que la telepática la oyera.

Llamaron de nuevo a la puerta y Ciardis se levantó con resignación. Alzó los ojos al cielo y abrió.

—¿Qué pasa ahora, insípida...?

Se interrumpió porque la chica que había ante ella era la otra, la que se había reído desde las sombras. Cambió el giro de su frase.

—¿Qué quieres? —preguntó.

—Oye, podrías ser más amable —dijo la chica, apoyándose en el marco de la puerta.

—¿Y por qué debería serlo? —inquirió Ciardis con brusquedad.

—Porque quizá yo pueda ayudarte con tu problema. Tu tarea tenía algo que ver con leer un libro, ¿verdad?

Ciardis parpadeó.

—¿Cómo sabes eso?

—Patricia ha pasado diez minutos despotricando en el pasillo sobre tu "naturaleza desconsiderada" antes de llamar a la puerta —contestó la chica.

Ciardis se ruborizó.

—Bueno, ah... Entra —esperó a que entrara la otra y cerró la puerta.

—Soy Stephanie —dijo la chica. Ciardis asintió y le dijo también su nombre.

—¿A qué te referías con lo de ayudarme? —se apresuró a preguntar.

—En primer lugar, ¿cuál es tu problema exactamente? —replicó Stephanie—. Necesito oírtelo a ti.

Se había colocado al lado del armario. Ciardis estaba de pie cerca de la cama. Las dos no podían ser más diferentes. Stephanie no iba vestida como una mujer, con falda o vestido. Llevaba pantalones ceñidos de cuero negro que marcaban sus piernas y una camisa ligera de algodón negro que le ceñía el pecho. Llevaba un sencillo colgante de cobre en torno al cuello y su pelo negro reluciente iba sujeto en un moño elegante en la nuca. Ciardis miró su ropa con incredulidad, sin saber bien qué pensar de ella, pero consciente de que en el valle la habrían lapidado por escandalosa.

Ciardis se lamió el labio inferior y tomó el libro rojo con un suspiro.

—No sé leer —confesó—. Y necesito saber para aprender cosas sobre mi herencia.

La otra alzó los ojos al cielo.

—¿Y eso es todo? —preguntó con el tono más arrogante imaginable.

Ciardis lanzó un gruñido. Tal vez tuviera que aceptar insultos de Sarah, pero de aquella chica no.

—No todas hemos crecido con cucharas de plata en la boca —replicó.

—Cierto —repuso Stephanie—. Oye, no te alteres ahora. Lo que quería decir es que mi talento mágico consiste en transferir... A veces se llama "copiar".

—¿Copiar? —preguntó Ciardis.

Se sentó despacio. Empezaba a sentir que se aproximaba una jaqueca.

La chica enarcó una ceja.

—Puedo transferirle habilidades a otra persona por un tiempo limitado. El talento que copio suele ser una habilidad que traspaso de una persona a otra. También puede ser una habilidad personal que he aprendido yo con el tiempo. El tiempo que transfiera una habilidad depende de la complejidad de dicha habilidad. Por ejemplo, las transferencias de la habilidad de luchar solo duran unas semanas. Algo tan básico como la lectura, en un solo idioma, eso sí, te puede durar años. Tiempo suficiente para que aprendas por tu cuenta.

—¡Oh, vaya! —exclamó Ciardis, temblorosa—. Es un talento maravilloso.

—Lo sé —dijo la chica con suficiencia.

—Pues entonces sí —dijo Ciardis—. Si tú me lo ofreces, yo estaré encantada de contar con tu ayuda.

—No hay nada gratis —repuso Stephanie—. ¿Qué puedes darme tú a cambio?

Ciardis la miró asombrada. Pensó que los modales de las personas de aquella ciudad dejaban mucho que desear.

—¿Y bien? —repitió Stephanie—. No tengo toda la noche.

Ciardis se recuperó rápidamente.

—¿Qué es lo que quieres? Tengo algunos vestidos —dijo. Tendió la mano hacia uno de los paquetes que Serena había comprado en Lineaus.

—Los vestidos con adornos no son lo mío.

—Pues no tengo nada más que ofrecer —repuso Ciardis con brusquedad—. Unas cuantas monedas o servicio de lavado de la ropa.

—¿Lavado de ropa? —pregunto Stephanie, que parecía claramente interesada.

Ciardis la miró entrecerrando los ojos. Si aquella chica hubiera sido un zorro, sus orejas se habrían doblado hacia delante por la curiosidad al oír la mención al lavado de ropa.

—Sí, en mi pueblo era lavandera —repuso Ciardis, con una mueca interior.

—Eso sí que me interesa —declaró Stephanie—. ¿Qué te parece un año de transferencia de habilidad lectora a cambio de un año de servicio de lavandería?


Juramento de Crianza (Libro 1 Luz de la Corte en Espanol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora