Islandia Capítulo 6

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Cayó la noche y el viaje empezó a hacerse largo, el paisaje montañoso dibujaba una carretera llena de curvas. Paramos de nuevo y una monitora alemana y otro monitor, un chico negro de Francia, se bajaron y empezaron a hacer recuento de gente. De repente, a mi y a Julián, nos dijeron que nos cambiaramos de furgoneta. El chico negro se subió de nuevo al asiento del copiloto y la monitora alemana nos dijo que le acompañaramos. Pasé por al lado de la suiza, dormía como un ángel. Subimos a la otra furgo, todo el mundo dormía, y tardó poco en arrancar. Empecé a escuchar al conductor como hablaba con la monitora alemana y descubrí el motivo del cambio. Al parecer en Reyjkavik nos habíamos metido en la furgo equivocada y aquella iba a otro voluntariado que estaba en otro pueblo distinto al que nos dirigíamos. Esa parada era el lugar donde los caminos de las dos furgonetas se separaban. Fue como un jarro de agua fría. La suiza iba a pasar el voluntariado en otro lugar.

-Díos que putada.

-Tranquilo que el negro le metera su chorizo, le hará su particular doctorado en perforación -dijo don Julián entre risas tratando de hacerme olvidarlo.

-Cabronazo que me molaba.

-Menuda racha llevas. Primero la lugareña te hace comprar ese matarratas y ahora la suiza se esfuma.

Me levanté apurado y le pregunté a la monitora si íbamos a juntarnos otra vez con los de la furgoneta. Me comentó que quizáhacíamoss alguna excursión el fin de semana juntos.

-Bueno, quizá la vea otra vez.

-A ver si no tienes suerte y los de la otra furgoneta no se lanzan a por ella.

Miré por la ventana. Era pleno verano pero la espesa niebla cubría el mar. Un poco alicaído eché un vistazo a mi alrededor. Dentro de la furgo casi todo el mundo dormía. Estaba allí María, la pechugona, Ojeras, el chico rubio y un hombre de unos 36 años, con espesa barba y  que roncaba sin parar. En las filas traseras había como unas seis o siete personas que no conocía. Casi todos, estaban tapados con mantas y no se les veía nada. Pero una chica, alta y esbelta estaba despierta. Me miró con sus ojos azules, parecía una chica seria y muy formal. A modo de broma le extendí mi mano y nos presentamos, se llamaba Leyla y era de Austria.

Don Julián se percató del asunto.

-A ver si hay suerte con esa je,je -me dijo.

Llegamos a Eskdiofur y recorrimos el pequeño pueblo rápidamente. Estaba lleno de  casitas y de embarcaderos con botes amarrados. A las afueras llegamos a una vieja casa propiedad del ayuntamiento. Estaba llena de salas multiuso y nos dijeron que allí ibamos a dormir. En la planta baja había una gran cocina y un comedor con muchas mesas. Cenamos unos pequeños sandwiches improvisados y después subimos a las habitaciones que se encontraban en el primer piso.

Julián me cogió sitio al lado de dos chicas que hablaban italiano. Y la gente se puso en paralelo hasta llenar la habitación.  Los que no cabían pasaron a otra habitación contigua. Leyla se puso enfrente mío. Extendió su saco y haciéndo como si no me había visto empezó a sacar su pijama y su bolsa de aseo.

-Que morbo todas en pijama- dijo Don Julián.

Antes de acostarnos vino aquel hombre de unos 35 años al que había visto dormir en la furgoneta. Era el fotógrafo que se iba a encargar de darnos el curso, era italiano y tenía una voz profunda y pausada. Dado que tenía diez años más que todos nosotros y que la propia monitora parecía que iba a ser el que cortaba el bacalao. Comentó que no había duchas y que teníamos que ir a la piscina municipal donde nos dejaban utilizar las instalaciones. El problema es que la piscina estaba en el lado opuesto del pueblo, por lo que era mejor dejar la ducha para mañana. Maria y la pechugona se pusieron en paralelo a nosotros y les escuchamos decir que el fotógrafo estaba muy bueno. Después el italiano dijo que necesitaba ayuda en la cocina para poner un poco de orden, pidió ayuda a las chicas más guapas, incluida Leyla, y se bajó a la cocina.

Nos quedamos estupefactos y en ese momento pasó por allí el chico rubio, un tal Nacho, también español. Julio le preguntó atónito.

-Hey, ¿y ese? ¿Qué cabrón no?

-Ese en Reijkavik lo llamaban el pichabrava. Estuvo en la casa del punto de encuentro dos días y se lió con dos. Así que habrá que controlarlo para que no nos deje a todos a dos velas.

- La madre que lo parió.

Bajé abajo a curiosear. Pichabrava estaba organizando los turnos de comida con las chicas. Escribieron por orden los días de la semana y después pusieron nuestros nombres por parejas. En la pila estaban fregando los cacharros la dos chicas que hablaban italiano. Una tal Rebecca de suiza y una italiana de napoli, Valeria. También estaba por allí Yann, de Telaviv. Estaba mareando a las chicas y volviéndolas locas. No paraba de decirles cómo fregar y a pesar de estar dentro de casa no se había quitado un chubasquero amarillo que doblaba su tamaño.

Miré en el tablón de nuevo. Pichabrava y las chicas habían acabado de confeccionar el turno de fregadas. Mañana me tocaba fregar con la pechugona de Cádiz.

Subí arriba de nuevo a acostarme. Al pasar por la habitación contigua a la mía ví a dos personas peleando. Una chica rumana de pelo rizado gritaba:

-¡Mine¡¡Mine!-mientras le quitaba un colchón a un chico griego, quién con mucho amaneramiento y con pequeños grititos le exigía que lo soltara.

Tras la riña, el griego de grandes ojos azules y largas pestañas, se sentó apoyado en la pared mientras de vez en cuando hacía carantoñas a las chicas españolas parpadeando sin parar.

Se escuchaba aún bastante jaleo en la cocina y también mucho trasiego de gente que iba y venía del cuarto de baño. Don Julián se bajó a la cocina con las españolas. Tenían ganas de hablar y conocer a la gente. Don Julián me dijo que me bajará con él, que quizá alguien tenía birra pero decidí pasar. De repente, mientras me ponía el pijama apareció por allí y pillandome desprevenido me dijo que si le podía prestar mi botella de licor. En primer lugar no sabía cómo narices se había enterado de que la tendía y en segundo cómo se podía prestar algo así. Arriconado acepté a sabiendas que nunca más volvería a ver esa botella ni ningún otro tipo de compensación. A los pocos minutos de puro agotamiento me dormí.

Diario de un español en el mundoWhere stories live. Discover now