Islandia Capítulo 4

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Me vio pasar y me miró de arriba abajo curiosa. 

-¿Vienes al voluntariado?- me espetó.

Le mencioné a que voluntariado estaba inscrito y resultó ser el mismo al que iba ella. También me comentó que había otro ordenador en el salón y me mostró donde estaba. De paso me enseñó la cocina y las habitaciones. Había montones de literas, colchones en el suelo y todo bastante asqueroso. Me comentó que habían hecho pasta y que podía comer algo pero que para ello tendría que hablar Ojeras. Dijo que llevaban con aquella chica dos días y que era insoportable, hablaba sin parar. En resumen, que casi era mejor que no comiera.

Le comenté que volvería más tarde, mandé un email a mi familia y luego me fui a buscar la dirección de la otra casa. Recorrí las calles cargado con la mochila, había algún tipo de fiesta y muchos jóvenes islandeses andaban medio borrachos. 

La encontré pronto y al llamar al timbre un chico francés me recibió. Me dijo que abajo había habitaciones y que bastaba con que hinchara un colchón hinchable para poder dormir en el suelo. Me dió el colchón hinchable, un hinchador y desapareció.

Al llegar abajo vi cuatro habitaciones, tres de ellas llenas de colchonetas hinchables por todas partes, no cabía ni un alfiler. Sin embargo en una habitación sólo había un saco de dormir en una esquina y una mochila. Extrañado decidí dejar mis cosas en un extremo e instalarme en la habitación. No había nadie a quien preguntar allí abajo por lo que me quedé un poco intranquilo al instalarme teniendo en cuenta que el resto estaban a rebosar. Saqué el saco de dormir y tras hinchar el colchón lo dejé todo preparado. Después subí arriba. El chico francés ya no estaba y un par de chicas dormían en el sofá.

Yo me encontraba agotado y no tenía ganas de volver andando a la casa y salir de copas. Llevaba muchas horas de viaje y me caía de sueño. Decidí volver a la habitación otra vez y acostarme. La habitación seguía igual, con mis cosas y aquella mochila con su respectivo saco de dormir.  Me comí un sandwich que llevaba en la mochila, extendí mi saco de dormir y me quedé dormido. Tres horas después, llegada la noche, un chico indio entró en la habitación. Tras un breve saludo se puso a dormir. Se metió en su saco abrochándose entero.  Cubrió todo su cuerpo, sólo dejó fuera su boca y su nariz para respirar, parecía un tio muy friolero. Revisé mi colchón y me di cuenta de que se había desinflado por completo y que me encontraba durmiendo literalmente en el suelo. Decidí resignarme y no hacer nada. A pesar de la incomodidad tardé pocos segundos en dormirme. Un sueño profundo fruto del largo viaje.

Sin embargo, pasadas unas horas un ruido me despertó. Parecía producirlo algo en contacto con el suelo. Era constante y se acercaba a mí. Asustado saqué mi linternita manual y comencé a darle a la manivela tratando de ver en la oscuridad. El saco del indio estaba en movimiento, parecía un embrión tratando de rasgar con sus dientes la placenta para salir a la luz. Podía escuchar sus jadeos y ver como su brazo, agarrando su entrepierna, subía y bajaba violentamente. Le grité tratando de llamar su atención pero no había manera, su saco serpenteaba hacia mí. Parecía estar completamente dormido.

Asustado me levanté, y traté de llamar su atención. De alguna manera conseguí que cesara de moverse pero se quedó allí pegado a mi saco. Para evitar ser fagocitado en mitad de la noche cogí mis trastos y me salí al pasillo. Nunca olvidaré el frío islandés de aquel pasillo, privado de toda fuente de calor.

Diario de un español en el mundoWhere stories live. Discover now