Doce

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Suena: boygenius - True Blue

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23 de enero de 2017

Violeta cerró la pantalla del ordenador. No se podía creer lo que estaba sucediendo. Una lágrima rebelde rodó por su mejilla mientras recapacitaba sobre lo que acababa de pasar, pero intentó ocultarla, ante la mirada dura de sus padres.

—Es por tu bien, cariño. Tu padre tiene razón; eres muy joven para meterte en algo así —era verdad: era joven. Tenía dieciséis años y todo su trabajo incansable, todo por lo que había luchado aquellos años, se estaba echando a perder por una rabieta de sus padres. Por mucho que su madre lo repitiera, con esa voz de sermón, Violeta tenía claro lo que quería, pero no parecía encontrar ni un poco de empatía o apoyo en su entorno—. En unos años verás cómo nos lo agradeces.

—No le estoy haciendo a daño a nadie —
dijo, más para si misma que para su madre, a la que miraba con gesto de súplica—. No le estoy haciendo daño a nadie —repitió, buscando esa vez la mirada de su padre.

Mientras que su madre parecía estar algo triste y su cara mostraba un cierto remordimiento, Juan Carlos la miró de una forma dura, tanto que a Violeta se le erizó la piel. Le había decepcionado. No sabía si podría soportar aquel peso en su corazón y se puso a llorar, desconsolada.

Era injusto. Dibujar era lo único que la mantenía cuerda, a veces: Salma acababa de confesarle su amor en una noche de verano y Violeta sentía que todo lo que tenía alrededor se tambaleaba bajo sus pies.

Juan Carlos salió de la habitación y Susana apoyó su mano en el hombro de su hija para apretarlo.

—Se le pasará. Ahora no entiende por qué nos has ocultado esto durante tanto tiempo.

Violeta se secó las lágrimas, con furia.

—A la vista está —replicó Violeta, con veneno–. No teníais suficiente con moverme de ciudad en ciudad como si fuera una peonza,  que encima me quitáis lo único bueno que tengo. Y, encima, en mi cumpleaños. ¿Me vais a dar los regalos ahora?

—Violeta...

—No, mamá. Ya tengo dieciséis años. Lo único que vais a conseguir si seguimos así es que cuando tenga dieciocho no quiera veros ni el pelo. Él se lo merecería.

—No digas eso ni de broma. Y vístete, que nos vamos a cenar a casa de tus tíos.

Una hora después, Violeta estaba sentada en una silla del salón de sus tíos con los brazos cruzados en su pecho mientras Salma hacía una broma que hacía que todos los presentes —menos ella— rieran.

—Por cierto, Almudena —Susana, la madre de Violeta, interrumpió—. ¿Cómo te fue la competición de baile?

Aquello era demasiado. Que sus padres fingieran que les interesaba la vida extracurricular de su prima mientras a ella acababan de joderle la vida fue un trago amargo por que no estaba dispuesta a pasar. Violeta se levantó, enfadada y salió de la casa. En la calle hacía un frío de demonios y caminó sin rumbo fijo mientras intentaba abrazarse con sus propios brazos para agarrar un poco de calor de dónde fuera.

No se había dado cuenta de que Salma había salido de la casa en su búsqueda.

Lo que le faltaba.

A Todas Las Versiones De MíWhere stories live. Discover now