Siete

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Se paró delante de un cuadro, en particular. Se acercó para poder observar todos sus matices y, desde atrás, Chiara le hizo una fotografía, de la que la otra chica se dió cuenta.

Violeta se giró y sonrió, claro. A la menorquina le dolía el estómago; por mucho que hubiera intentado evitar la idea de Violeta, haberla visto por sorpresa el otro día y, peor, que se quedara a dormir en el piso y a medianoche se escurriera entre sus sábanas era algo que Chiara no podía sacarse de la cabeza. Todos los juegos peligrosos a los que se estaba enfrentando la sobreestimulaban de una manera loca; parecía un niño en una juguetería.

Se acercó al cuadro. Un atardecer, muy bonito (y enorme), se vislumbraba ante sus ojos en aquél óleo que estaban observando ambas.

Violeta se apoyó en Chiara, entonces.

—Luego vemos el atardecer en la playa. Es uno de mis planes favoritos de todo el mundo —Violeta comentó, con una sonrisa bobalicona en los labios.

—Me encantaría —Chiara suspiró—. Pero tengo que tocar en el metro.

—Oh, claro...

Se sintió culpable. Culpable porque, a parte de rechazar aquél plan (que verdaderamente le apetecía mucho), en su bolso llevaba el bullet journal de Vivi con la canción escrita en la última página. No se había podido resistir, era cierto: Violeta le gustaba, le gustaba y mucho, pero su cabeza solía volar a la situación que tenía con la dibujante a menudo.

(La frecuencia era insana.)

Intentó arreglarlo, de todos modos. Se sentía tan bien cuando estaba con Violeta que quería exprimir el tiempo el máximo posible.

Anyway, deja que te invite a comer en un sitio que me gusta mucho y luego podemos, no sé, ir a un parque y enseñarnos música la una a la otra hasta que me tenga que ir.

—¿Siempre tienes tan buenas ideas?

—Eso es porque no las filtro. Siempre tengo muchísimas ideas y, claro, en ese pack entran todas las ideas buenas que de vez en cuando surgen —Violeta rió—. Es verdad. También tengo ideas horribles.

—¿Sí? —Chiara asintió—. Yo acabo de tener una.

Surprise me.

Violeta le robó un beso, delante de aquél atardecer pintado.

Chiara pensó que algún día lo harían en una playa. Se lo prometió a sí misma, de hecho: encontraría una playa, la más bonita de los alrededores y se dedicaría a tocar la guitarra y a vivir lo muchísimo que le gustaba aquella chica. A vivir el presente, sin pensar en que Violeta se iría: total, ella nunca planeaba cosas.

¿Por qué iba a ser diferente esa vez?

~~~~~

—Esta canción... como algunos de vosotros sabéis, porque os he visto alguna vez por aquí, suelo cantar covers, pero hoy me apetecía hacer algo diferente.

Con el paso de los domingos, Chiara Oliver estaba empezando a hacerse un nombre entre el mundillo underground en Barcelona. Tanto era así, que había más de cincuenta personas asistiendo a su 'concierto', entre ellos sus amigos, Bea y Álvaro, que aprovecharon para ver de qué iba todo el asunto.

—A partir de la semana que viene, empezaré a cantar los domingos, a las cinco de la tarde, en Plaça Espanya, pero hasta entonces vamos a quedarnos con este trocito de espacio en Tarragona, al que tanto cariño le he cogido. Esta canción se llama 'A Todas Las Versiones De Mi'. Espero que os guste.

Cerró los ojos y la cantó, desde dentro. Desde el crecimiento que estaba experimentando en aquél año, su segundo año en Barcelona. Desde el pecho hasta la punta de los pies, pero en ningún momento se atrevió a abrirlos, no siendo capaz de ser juzgada por los ojos de los demás.

A Todas Las Versiones De MíWhere stories live. Discover now