Dos

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—Sólo estoy diciendo, Mart —Chiara suspiró y tiró de la cremallera de su guitarra, Greta, para cerrarla—. Que el domingo tengo que cantar en el metro y no creo que sea lo más correcto que nos vayamos de fiesta la noche de antes.

—Jo, Kiki... ya sabes que a mí también me da palo, pero intenta decirle a Juanjo y a Álvaro que nada de fiesta de despedida. Es que se nos inmolan delante de nosotros en el parque. Ya sabes lo difícil que es Juanjo cuando se le mete algo en la cabeza.

—¿De qué habláis, guapetones? —Martin alzó la cabeza al ver a Denna recoger unas cosas de una mesa y se levantó para echarle una mano—. Ay Martin, cariño, ya sabes que no hace falta.

—Así nos vamos todos antes —Denna sonrió, agradecida—. Nuestros amigos están diciendo que quieren salir de fiesta el sábado.

—Planazo. ¿Hacéis la previa en casa? Álex y yo nos vamos la noche siguiente, pero podemos pasarnos un rato.

—Ay, ¿te vendrías? —Chiara comentó, con los ojos brillantes. Tener una amiga como Denna, que tenía algunos años más que ella, que siempre la apoyaba en todo... porque claro, ella simplemente podría haberse quedado siendo una compañera de piso simpática, pero para Chiara aquella rubia se había convertido en alguien fundamental. Y que fuera recíproco, llenaba el corazón de la pequeña inglesa.

—Pues claro. Además, hace mucho que no veo a tu Juanjo —Martin se sonrojó—. Tenéis que ponerme al día. Vosotros pasadme lo que queréis beber y me encargo; luego hacemos cuentas.

—La 'wishlist' del alcohol —bromeó Chiara. De repente, la idea de salir de fiesta no se le antojó tan horrible—. Pero no dejéis que me pase, porfa. No quiero tener resaca al día siguiente, quiero hacerlo bien en el—

—Que sí, Kiki —Martin se rió—. Te lo prometo. Vale pues... ¿a dónde vamos?

[...]

La promesa, evidentemente, cayó en saco roto.

Chiara metió un hielo de su tercer Gin&Lemon en su boca y trató de controlarse. Siempre que estaba en un sitio así de vibrante, sentía que todos sus sentidos se dejaban llevar por los miles de estímulos de su alrededor. Trató de concentrarse en la música que hacía vibrar su cuerpo mientras Ruslana bailaba frente a ella de la manera menos ortodoxa del mundo.

—¡Qué puto temazo! —gritó la chica ucraniana, pasando sus brazos por el cuello de su amiga—. ¡Vamos Kiki!

Fiebre de Bad Gyal reventaba sus pies y Chiara se dejó llevar por todo. Se dejó llevar porque llevaba contenida tres horas y como no dejara de pensar en ello, se iba a volver loca. Se dejó llevar porque a unos cinco metros de ella, en la barra, la prima de Denna no dejaba de mirarla.

Vale, iba guapa. Muy guapa. Su primera idea fue llevar algo casual, pero en su momento más delulu cuanto supo que Violeta iba a venir, no pudo evitar sentir que tenía que meter una marchita más, por si las moscas. Se puso una falda tejana, un top blanco que literalmente abrazaba todo su cuerpo y un chaleco negro que en realidad era de Ruslana, pero que en su momento le gustó tanto que simplemente se lo robó, ante la aprobación de su amiga.

A la vista estaba que había conseguido su objetivo. Violeta apenas había hablado, ni con ella ni con nadie de su grupo de amigos (en particular) y, de hecho, parecía más bien algo tímida o simplemente desinteresada a la hora de relacionarse con los demás, pero Dios mío cómo la miraba.

Como si en aquél maldito club no existiera nadie más.

Chiara sabía, porque no era nada tonta, que la primera vez que coincidieron algo químico flotaba en el ambiente y, joder, materializarlo en algo palpable era TAN gracioso. Estaba absolutamente enganchada a eso.

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