Nueve

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Chiara intentaba escribir algo en su libreta mientras escuchaba cómo Ruslana afinaba su bajo. Bea estaba sentada en el piano y jugaba a hacer sonidos absurdos, hasta que encontró la frecuencia del sintetizador que tanto les gustaba a las tres y sonrió.

Violeta acababa de irse, después de haber estado un rato viendo cómo las tres amigas improvisaban y disfrutaban de algunas canciones que a todas les gustaban. El día ya había sido lo suficientemente intenso y de verdad que tenía que ponerse en serio con los trabajos de su carrera si quería aprovechar aquellos meses en Barcelona, sobre todo con el TFG. Se despidió de Chiara con un breve beso en los labios y la menorquina, muerta de vergüenza, fue sujeta de un interrogatorio enorme por parte de Bea más que de Ruslana, pues esta última sólo se dedicaba a disfrutar de la felicidad de su mejor amiga.

—Bueno, va, vamos a hablar de esto de una vez. ¿Qué tenemos? —preguntó Ruslana, sentándose al lado de su amiga—. Porque, o nos ponemos en serio para lo del concurso, o nos vamos a la mierda—. Bea rió. Ruslana siempre era tan brutalmente honesta que sus comentarios a veces parecían cuchillos, pero eso era lo divertido de aquél grupo de tres que había surgido orgánicamente en clase: que más diferentes no podían ser.

"Bechirus" existía porque, para abril, la escuela de música había propuesto un concurso de talentos en una sala pequeña de Barcelona que se llamaba 'La Nau', en la que entraban con suerte 500 personas. Chiara nunca se hubiera planteado lo del concurso, pero en el momento en el que su tutora explicó en qué consistía, su mirada se cruzó con la de Ruslana y ya no hubo marcha atrás.

Bea fue fácil de convencer. Era la mejor pianista de la escuela y, aparte de ser buena amiga de ambas, Chiara y ella solían compartir varios momentos en los bugs de ensayo de la escuela, en los que aprendían mucho la una de la otra. Bea era absolutamente técnica: tocaba el piano desde que era pequeña y se las sabía todas. Su conocimiento era infinito y aquello nutría a Chiara de todo de lo que ella, quizás porque no era su instrumento principal, carecía. Lo que sí que tenía Chiara, desde luego, era imaginación. Una imaginación infinita. A Chiara se le ocurrían cosas que Bea nunca se hubiera planteado, progresiones de acordes, melodías... Ruslana simplemente tenía la cara de ser la "front" de una banda popular. El carisma, sin duda.

El nombre, pues... ninguna de las tres había sido nunca muy buena a la hora de poner nombres a las cosas, pero una tarde de cervezas en el centro Bea dijo "Bechirus" y entonces no hubo más remedio que quedarse con aquello porque a nivel sonoro era perfecto.

—Antes de plantearnos si componer algo, yo creo que deberíamos ponernos de acuerdo en las canciones que vamos a cantar —Bea propuso—. Al final, nos ceden veinte minutos, y con ese poco tiempo nos va a dar para cinco, como mucho seis.

—"Walk Like An Egyptian" tiene que estar —Chiara dijo, recordando cómo una de las primeras veces que quedaron ellas y sus demás amigos, acabaron borrachos en un karaoke cerca de Sants y las tres chicas se arrancaron a cantar aquella mítica canción delante de decenas de personas, consiguiendo que todo el mundo se volviera loco.

—Tiene que estar —repitió Ruslana.

—"River Deep Mountain High" —dijo Bea.

Chiara y Ruslana se miraron con una sonrisa de ilusión: —TIENE que estar —dijeron a la vez.

—¿Veis qué fácil? Ya tenemos dos.

—Pero tienes que hacer la progresión a piano —sugirió Chiara, apuntando cosas en la libreta como si se hubiera vuelto loca—. Buah, puedo verlo.

—Empiezo a visualizar cosas yo también, chicas —Ruslana sonrió—. Bueno, pues tocará ensayar. ¿Comenzamos con estas dos y vamos viendo?

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A Todas Las Versiones De MíWhere stories live. Discover now