Prólogo

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• A todas las versiones de mí que merecen sentirse vistas •

17 de diciembre de 2023
Parada de metro de Tarragona,
Línea 3 de la Xarxa de Metro de Barcelona

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—Te lo dejo todo conectado y dentro de un par de horas, cuando acabe el ensayo, vengo y te ayudo a recoger, cargamos las cosas en tu coche y todo listo, ¿vale?

—-Awww Alex, muchas gracias babes. Eres un sol. Y... mersi por el teclado, en serio. Te lo devolveré en cuanto—

—Sí, sí —el chico se rió, moviendo la mano para restarle importancia a lo que acababa de decir su amiga—. Dale las gracias a Denna, que es la que ha liao' todo esto. Y por el teclado ni te preocupes, Keeks, que en casa tengo el piano de pared y esto se estaba llenando de mierda en el trastero, en serio.

You're the best.

Alex le dejó todo el set montado a su amiga y, en cuanto acabó, se despidió de ella dejándole un beso en la cabeza y deseándole suerte. Chiara se sentó en el improvisado taburete y tomó un respiro sonoro, mirando a lado y lado. La gente caminaba con cierta prisa, como siempre sucedía en aquél sitio tan particular.

Se preguntaba si alguien se detendría un segundo a percatarse de su presencia o todo el mundo iría tan consumido en su propia vida que no tendrían tiempo ni de eso. Oh, el tiempo... una de las cosas que más la preocupaban, últimamente: Barcelona no era tampoco excesivamente frenética, pero comparada con Menorca —que literalmente tenía dos ciudades medianamente grandes y una carretera que las unía—, pues... todavía se hacía un lío con el plano del metro, por eso había alquilado una bici para moverse del piso que compartía con Denna a la escuela de música donde estudiaba y a los cuatro sitios que había conocido y que por tanto pasaban a ser parte de su 'safe place' dentro de aquella ciudad.

No había tenido mucho más tiempo, al final llevaba tan sólo un año estudiando allí. Aquella oportunidad, la de cantar en un sitio tan peculiar como en una parada de metro, le había surgido gracias a los contactos que una profesora de su escuela tenía con el ayuntamiento y, entre explorar la ciudad en la única tarde libre que tenía a la semana o tener un espacio en el que poder cantar... podía renunciar a lo primero, aunque no quisiera.

Podía hacerlo perfectamente.

Se aclaró la voz, puso las manos en el teclado y agradeció mentalmente la existencia de Denna por haberse cruzado mágicamente en su vida (y por ser una compañera de piso estupenda, todo sea dicho).

Trató de dejar de pensar en cosas aleatorias, algo bastante difícil para ella; se concentró en las teclas que tenía delante y empezó a tocar una melodía no demasiado conocida que hizo que algunos giraran la cabeza.

Y cantó.

ya no me duele
ya no me hiere

En realidad aquello era lo que le hacía feliz. Lo que había hecho que se moviera de Menorca a Barcelona: la idea de perseguir un sueño. La idea de que algún día lo lograría. Tocaba con los ojos cerrados, pero escuchaba cómo algunas monedas caían en el gorro de navidad que había dejado en el suelo como si fuera un plato. Era completamente performático; no es que necesitara el dinero, pero Alex le había dicho que sería una buena idea y que formaba parte de la experiencia de tocar en el metro, algo que él llevaba haciendo años.

Cuando acabó la primera canción, abrió los ojos y sonrió. Varias personas se habían parado a escucharla y la aplaudían después de finalizar el tema así que ella sonrió y agradeció.

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