10. Por despecho

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—¿Cómo te ha tratado el animal este?

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—¿Cómo te ha tratado el animal este?

—Deberías agradecer que está de una pieza, teniendo en cuenta que la dejaste aquí sin mi permiso—masculla Colton mirando a Kate por sobre su hombro, quien se ha dedicado a acomodar las cosas del refrigerador, perfectamente alineadas o por colores y estoy bastante segura de que luego hará lo mismo con la despensa.

—Pasé de ser una intrusa a ser una invitada, así que supongo que está bien—Paseo mis dedos bajo mi nariz balanceando mis pies todavía sentada sobre la barra.

Kate se ha encargado de darle órdenes a Colton mientras cocina, así que permanezco de espectadora mientras ambos discuten cosas como si deberían agregarles pimienta a los camarones o si es demasiada sal para la ensalada.

No es que yo tenga mucho ánimo de meterme en sus discusiones tampoco, sobre todo porque no puedo dejar de pensar en lo que estaba sucediendo antes. Afortunadamente no porque sienta que le deba algo a Jack sino todo lo contrario.

Estoy casi segura de que esto se trata de despecho.

—Ustedes sigan con su debate, iré a ver si tengo suerte llamando a mi familia—murmuro, Colton me mira por sobre su hombro y yo salto de mi lugar en la barra para encaminarme hacia las escaleras.

—No te vayas a dormir sin cenar—acusa Kate antes de que yo pueda desaparecer de su vista, la miro entrecerrando los ojos y ella levanta las cejas—. ¿Crees que no sé que lo haces? Además, necesito hablar contigo.

—¿Sobre qué?

—Ninguna acusación grave en tu contra—Ruedo mis ojos antes de subir las escaleras finalmente, muerdo el interior de mi mejilla ingresando en la habitación de Colton, no puedo evitar sentir que esto será incomodo, sobre todo porque no creo que mi cuello aguante dormir en ese escritorio nuevamente y no podría permitir que él duerma fuera de su cama.

Cosa que sin pensarlo demasiado estoy casi segura de que él haría si se lo pido.

Me siento al borde de la cama mirando alrededor mientras deslizo mis dedos por los bordes de mi celular antes de marcar el numero de mi hermano, la llamada no se realiza, así que opto por intentarlo con el de mi madre, pero tampoco funciona.

Dejo el aparato a un lado dejándome caer hacia atrás para mirar el techo blanco.

Mi mente divaga por las pocas cosas que sé hacer.

No puedo solo regresar a ser una mantenida, ya no soy una niña, tampoco la que apenas cumplía veinte años cuando salió de casa, se supone que debo encontrar una forma de sostenerme por mi misma.

De lo contrario, mamá querrá que vuelva a la iglesia a cazar un marido.

Me estremezco y un cosquilleo se desliza por mi espina dorsal mientras humedezco mis labios todavía mirando al techo, hace poco menos de veinticuatro horas no tenía que pensar en estas cosas y me sorprende la manera en la que dejas de pensar en las cosas que importan cuando crees que tienes la vida resuelta.

Quédate otra nocheWhere stories live. Discover now