Capítulo 40

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El dormitorio del joven Metawin era muy acogedor, así le parecía al señor Chiva-aree. Cuando llegaron a casa, luego de su paso por la prisión y de aquel horrendo juicio, ambos jóvenes no habían tenido un momento de descanso. Por esta razón, los padres del joven menor insistieron en que ambos se fueran a asear y cambiar antes de bajar a comer.

Al cerrar la puerta de la habitación, las piernas del joven cedieron, cayendo casi al piso, siendo sujetado en ese momento en brazos del señor Chiva-aree. Algo que fue un impacto profundo a su ya dolido corazón, pues pudo palpar con sus manos la perversa realidad, la delgadez del joven Metawin era evidente.

- ¿Está usted bien il mío luce? – preguntó triste.

- Si, disculpe usted, lo estoy preocupando y no debería...

- No, esto ha sido demasiado para ambos, pero veo que para usted ha sido todo un desastre, permítame expresarle mis sinceras disculpas por todo esto... - unos brazos lo rodearon.

- No, no se atreva a disculparse por culpa de unos hipócritas, por la maldad en las personas, ni usted ni yo somos culpables, no se lo permito il mío Paradiso – se aferró suavemente al cuerpo del señor Chiva-aree.

El abrazo se prolongó por más tiempo, esa necesidad de sentir el cuerpo del otro era imperativa, las semanas que pasaron separados habían sido una tortura. Por un lado, el señor Chiva-aree se mantuvo firme buscando cualquier posible salida para esa escandalosa y siniestra situación, pero, por otro lado, el joven se dejó estar, era tan profunda su pena ante la evidente separación que pasaría que, al no creer que hubiese alguna salida, se dejó estar, dejó de comer y pidió en silencio al cielo que, de no haber solución, se llevaran su cuerpo y alma para evitar tal fatal destino.

Las firmes manos de Bright se posaron en su cadera, apegó el débil cuerpo al suyo y yo besó, al fin, suavemente.

- Lo amo, lo amo tanto, le agradezco al cielo que aún esté a mi lado. Por favor, júreme que se repondrá y que permanecerá a mi lado – dijo el señor Chiva-aree para luego besar su fría frente.

Las lágrimas comenzaron a recorrer las pálidas mejillas del joven, quien se apoyó en el pecho del mayor hasta sacar toda la tristeza depositada por tantos días de confinamiento.

- No sé si podré jurar algo así. Si nos vuelven a separar yo moriré de pena y añoranza, no podría resistir esto otra vez, siento ser tan débil, pero mi corazón no pudo aguantar el vacío de no tenerlo.

Caminaron hasta donde debían asearse, el señor Chiva-aree ayudó primero al joven, le cambió sus ropajes para luego asearse y hacer lo mismo.

Mientras, el joven lo esperaba acostado en su cama, la debilidad y fragilidad de su cuerpo era inminente, tanto como el cansancio acumulado ante tal situación.

Una vez listos, el señor Chiva-aree se acercó y lo tomó suavemente, para llevarlo hasta el comedor donde todos los aguardaban.

Corrió la silla para que el joven tomase asiento, luego se sentó a su lado. Lo miraba muy inquieto, la tristeza asomaba en su rostro y toda la familia se percató de esto.

- ¿Qué sucederá ahora? – fue le joven quien interrumpió el silencio que permanecía inalterable hasta ese entonces.

Todos dejaron de tomar la sopa para mirar a la pareja.

- Si me permiten explicarlo- dijo finalmente aquella jovencita que los había rescatado de tal fatal desenlace.

- Por favor – prosiguió el joven Perawat.

- Lamento esta situación, en serio lo lamento, pero... primero quiero que me conozcan ustedes porque los señores Opas y los señores Perawat ya lo hacen. Mi nombre es Susan Phillips, hija de aristócrata y prometida supuestamente de usted señor Chiva-aree.

Cuestión de orgulloWhere stories live. Discover now