Capítulo 6

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✒📖

El aroma suave de Win aceleraba su corazón, intentó concentrarse en la lectura, mientras lo hacía, la cabeza del joven se posó sobre su hombro y ¡por Dios que olvidó respirar! Se mordió el labio e intentó calmarse, respiró nuevamente al ver cómo el joven se acomodaba para escucharlo.

Comenzó leyendo a Víctor Hugo...

"Cuando por fin se encuentran dos almas,
Que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío,
Cuando advierten que son parejas,
Que se comprenden y corresponden,
En una palabra, que son semejantes,
surge entonces para siempre una unión vehemente y pura como ellas mismas,
una unión que comienza en la tierra y perdura en el cielo".

Win miraba hacia la chimenea, cansado por un largo día, y tal vez, solo talvez, del cansancio mental vivido. Posando su cabeza en el hombro de Bright se dejó vencer, cansado de tanto pensar y de tanto sentir.

Por su parte Bright, quien intentaba concentrarse vanamente en la lectura, parecía disfrutar del pequeño momento que el joven le brindaba. Era por ahora, lo más cerca que habían estado y se sentí ¡Dios se sentía en la gloria! Por no decir, correcto. Prosiguió...

"Esa unión es amor,
amor auténtico, como en verdad muy pocos hombres pueden concebir,
amor que es una religión,
Que deifica al ser amado cuya vida emana
Del fervor y de la pasión y para el que los sacrificios
Más grandes son los gozos más dulces".

Víctor Hugo.

Sintió una suave respiración, la que provenía del joven dormido, alzó su mano con la ferviente convicción de tocarlo y se detuvo, contuvo desde su ser las inmensas ganas de tocar esa pálida y suave piel. Pensó un momento para sí, que aquello, con el tiempo podría ser una realidad, tal como había recitado hace un momento... un amor auténtico, como muy pocos hombres pueden concebir. ¿Y si ellos podían? ¿Y si fuese correcto? Porque así se sentía, algo así de puro y genuino, no podía estar mal. Y fue ahí en ese instante en que alzó nuevamente su mano y tocó un mechón de cabello que caía sobre la frente del joven. Éste se removió en su lugar abrazando por la cintura a Bright, acercando aún más su cuerpo.

Bright se derritió por completo en su lugar, no quería despertarlo. La lluvia aún se hacía presente en el exterior, la chimenea calentaba toda la habitación, se extendió en el gran sofá y llevó consigo el cuerpo del joven. Suspiró ante sus pensamientos y se dijo así mismo, que no dejaría que nada le pasara, que lo cuidaría y protegería, aún cuando, él no sintiera lo mismo.

Metawin se estremeció entre sus brazos, y Bright vio ante sus ojos con tanta ternura y sobreprotección al joven que no pudo evitar depositar tímidamente un beso en su frente.

¿Quiénes eran las personas para decir que no podían? ¿Qué ellos no podían ser ni sentir? Con aquellas preguntas dando vuelta en su cabeza cerró sus ojos y se durmió.

Casi al alba, Metawin se despertó, no sentía frío, estaba tapado con la frazada y bajo su cuerpo yacía Bright.

Ambos estaban juntos, abrazados, en un principio se asustó, pero luego recordó la poesía en la voz varonil de Bright, esa mirada que lo derretía y decidió no moverse, no quería, no podía. Cerró sus ojos y se envolvió tanto en el calor de su cuerpo como en el aroma que éste emanaba. Suspiró. En ese momento Bright se da cuenta en el cambio del ritmo de la respiración del joven, está despierto, se dijo, e intentó no entrar en pánico. Pensó en que podría asustarlo, provocarle rechazo ante esa "incorrecta" y "poco decorosa" situación, pero se relajó cuando Metawin presiona su cuerpo más al suyo, sin ser carnal, sólo afectuoso y eso terminó por bajar sus barreras y se dejó ser, ahí, aferrado a ese cuerpo. Ambos cruzaron sus brazos sobre el cuerpo del otro y volvieron a dormir.

Cuestión de orgulloWhere stories live. Discover now