Capítulo 31

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Tras un largo paseo por el salón, Prim miraba al señor Perawat con una mirada tierna. Ya había puesto las flores en el jarrón con agua y las dispuso en una mesita para poder admirarlas.

Todo era relajado, cuando la puerta del escritorio se abrió.

El Sr. Chiva-aree se puso de pie y miró atentamente al joven quien venía con los ojos llorosos.

Su preocupación se acrecentó pensando lo peor. Una rotunda negativa del señor Opas.

Tragó saliva y sintió que el aire escapaba violentamente de sus pulmones...

Hace unos instantes el señor Opas había hecho entrar nuevamente al joven Metawin para dar una respuesta luego de la conversación con el Sr. Chiva-aree.

- Hijo, sé que merece a alguien que lo ame con todo su corazón, que sea compañero de vida, pero por sobre todo que sea quien lo respete y sea digno y merecedor de su amor. Me preocupa mucho que la falta de discreción sea lapidaria con ustedes, vivimos en una sociedad enferma, insana y falsa que vive preocupada de la vida ajena y no de la propia. Nuestra ley es categórica e implacable, no quiero verle sufrir

- Pero padre...- el señor Opas levantó una mano en señal de calma.

- Aun así, estoy tranquilo. Veo que el Sr. Chiva-aree es un hombre de palabra y hasta ahora ha cumplido lo que le he solicitado. Me parece serio en sus intenciones y por esa razón...

El joven sintió que la respiración le faltó, sus latidos se hicieron lentos, el sudor cubrió su cuerpo y la piel se le erizó. Y si decía que no, y si se molestaba por ser ambos del mismo sexo, y si...

- Por esa razón decido darles mi bendición y desearles toda la felicidad del mundo. Hijo, su felicidad es la nuestra, cuenten con nuestro apoyo en estos tiempos tan difíciles y si tienen alguna dificultad, sepan que somos su refugio, ahora y siempre.

El joven exhaló con dificultad, no se movía de su sitio y solo temblaba, tuvo que ser su padre el que avanzara hasta su lugar y abrazarlo para hacerlo reaccionar. Cuando eso pasó el joven reaccionó, comenzó a llorar, liberando así toda la tensión contenida.

Mezcla de risa y llanto inundó la habitación, su padre besaba su frente y lo estrechaba en sus brazos, asegurándole que podía confiar en él, porque su amor de padre era tan grande que ninguna norma social importaba más que la felicidad de su hijo.

Al salir del escritorio y, con sus ojos aún húmedos se dirigió hasta el Sr, Chiva-aree.

Su madre, hermanas y su amigo quedaron en silencio, el aire no circulaba por aquella habitación, lo que causó más tensión. La señora Opas levantó una ceja y miró a su esposo quien le guiño un ojo, dándole a entender que todo estaba bien.

El joven avanzó hasta el Sr. Chiva-aree que lo esperaba de pie casi pálido, se detuvo delante de él y tomó aire.

Todos observaban la situación en un silencio sepulcral.

- Dijo que nos da su bendición – fue todo lo que pudo articular porque las lágrimas invadieron su rostro, su garganta liberó la tensión que su cuerpo cargaba y se quebró.

El Sr. Chiva-aree miró al señor Opas quien movió afirmativamente su cabeza. Esa fue la señal para acercarse al joven finalmente.

Los brazos apresaron al joven dándole calidez y seguridad, esa que sólo sentía con él. Se desarmó en estos no de tristeza, era emoción, al fin podría vivir con el amor de su vida.

- Debemos agradecerle entonces – susurró en su oído mientras volvía a recuperar su respiración y sostenía el cuerpo del joven.

Metawin se secó las lágrimas para voltear hasta sus padres. La escena era muy conmovedora, las demostraciones afectuosas no eran comunes, pero en casa de los Opas lo eran, todos fueron criados de manera afectuosa, amados por sus padres y educados en el respeto y en el amor.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora