Capítulo 29

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La cocina había sido decorada por ambos, al joven Metawin le encantaba decorar y dar su toque personal a los ambientes y, por supuesto, el Sr. Chiva-aree se lo permitió.

Una gran chimenea empotrada a la pared de piedra, ollas y utensilios colgaban sobre la gran mesa de madera que yacía al centro de la misma. Estantes y repisas de madera rústica, aún estaban en proceso de adquirir algunas cosas, pero podían cocinar con lo que había.

El Sr. Chiva-aree encendió la cocina a leña y de paso, la chimenea del salón.

Comenzó a pasarle al joven lo que le requería para preparar una sopa de pollo y las guarniciones. Puso una hogaza de pan en la cesta, cubiertos de plata y copas para el vino. Sirvió dos copas, una para él y otra para el joven, se sentó a contemplar al joven mientras se paseaba por la cocina y cortaba toda clase de verduras.

Puso el joven una olla con agua, cortó el pollo y verduras, mientras bebía de su copa y conversaba amenamente con el Sr. Chiva-aree.

El clima era frío, los trabajadores se habían marchado a sus casas a cenar con sus familias. Cada día se iban más contentos y agradecidos del joven que con esmero los atendía siempre, les explicaba junto a Max cosas de la fábrica y al mismo tiempo revisaba los documentos legales.

El Sr. Chiva-aree admiraba profundamente al joven, quien repartía su tiempo entre la fábrica y su familia.

Allí sentado en una silla en la cocina, mientras disfrutaba de su copa de vino y miraba la hermosa figura del joven pensó en que el tiempo ya se cumplía. El plazo que había prometido al señor Opas estaba por llegar a su fin.

Sabía perfectamente que la gente de los pueblos aledaños estaba hablando, murmuraban cosas a sus espaldas, pero el señor Perawat y el Sr. Chiva-aree se encargaban de silenciar toda habladuría.

Bien era sabido que la gente no vive su vida, vive de habladurías y del qué dirán, aparenta lo que no tiene demostrando su mísera existencia. El vivir pendiente de otros era el diario vivir de cuanta señora se sociedad existiera. Cualquiera podría pensar que por ser de la Aristocracia o de la burguesía eso no sucedía, pero, muy por el contrario, eran ellos quienes comenzaban la comidilla y ésta se esparcía de pueblo en pueblo por sus sirvientes.

La vida en aquel momento no era fácil, las apariencias importaban más, daba lo mismo si no tenías tierras, las podías heredar de personas tan lejanas, lo que importaba era el nombre, la procedencia.

Muy a pesar de ambos y, sin querer estaban en boca de algunas personas.

Una tarde, mientras Perawat se dirigía a casa de los Opas por haber sido invitado a cenar, se detuvo a comprar los dulces preferidos de las hermanas de su amigo Metawin. Al entrar a aquella confitería se encontró con la desagradable conversación.

- ¿Ha escuchado usted lo que dicen del joven Sr. Chiva-aree? – decía la señora al dependiente.

- No, ¿Ha sucedido algo? – cuestiona con preocupación.

- Y vaya que ha sucedido – responde acercándose a la mesa haciéndole un ademán con la mano.

En ese momento Perawat se aproxima para poder oír mejor.

- Fíjese que dicen que se trae algo con ese joven que tiene trabajando a su lado, ese que pertenece a la familia Opas – dijo asegurando la información.

Perawat sintió que toda su sangre hervía.

- ¿Cómo dice usted eso? – responde el dependiente que la atendía – yo creo que no es así, lejos se sabe que ambos son de buena familia, usted no debería andar comentando estos menesteres.

Cuestión de orgulloWhere stories live. Discover now