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Iván Archivaldo Guzmán.

Estábamos todos en la sierra, nadie decía nada, el ambiente estaba incómodo, pero solo para ellos, yo estaba cómodo sabiendo que mi trono seguía y que yo seguiría siendo el único rey de la coca.

—Vato pero que perra la Archivalda— dijo Ovidio.— Tenía un chingo de hectáreas más los laboratorios y no se que mamadas más— dijo comiéndose una orden dé tacos.— ¿Por qué comes sandía? ¡Es de noche Alfredo! Te va a caer pesado—

—¿por que están tragando? Mi nieta está encerrada y les vale madres— dijo mi apá enojado.

—Nunca han aceptado que Archivalda sea mi hija— dije y ellos se quedaron serios.

—Nunca la has tratado como tu hija— dijo Ovidio y por primera ves escuché que hablaba de todo serio.—Alfredo es quien parece su papá—

—Otra ves la misma mamada— dije yo, de nuevo la duda me entró, si Luisa fue mi perra, ¿sería la de Alfredo también?.

—Pobre la Archivalda, le imputaron un chingo dé cargos— dijo Néstor, últimamente los había visto muy cercanos, como buenos amigos quizás.

—Oigan ¿Pero qué Junior no se había suicidado?— dijo Alfredo y todos le vieron.

Si tú supieras mi niño.

Iban a seguir hablando cuando la puerta se abrió de golpe, quede perplejo al verla, ella no debería de estar aquí.

—No...No me jodas— Alfredo se aventó a los brazos de Luisa.—¿Es.. estas...? Tú estás viva—

—Si está aquí es por que está viva— dije separándolos, ni me gustaba como la abrazaba. —¡Suelta a mi mujer verga!—

—¿Te digo carnala o cuñada?— dijo Ovidio y ella solo levanto las cejas—Estas enfermo vato— dijo viéndola bien— estás chula pero Archivalda te gana— dijo el asintiendo y yo asentí disimuladamente.

Y es que hablando de chuladas, ninguna como mi Reyna.

Ella quien es— hablo Tere desde la entrada.

—Mi mujer— respondí tomando a Luisa de la cintura.

—¿Tú eres?— le pregunto Luisa.

—Teresa Zambada— dijo y ambas se saludaron de mano.

—Mi mujer también— dije y ellas me vieron.

Archivalda.

En una mano traía mi súper, la cual levanté y comencé a disparar al cielo, mientras que en la otra mano, posaba la mano de Serafín, quien me había sacado de ese lugar.

Los Guzmán corrieron  a las camionetas pero todos pararon cuando Alfredo vino corriendo hacia mí.

El me abrazó fuerte, pero se detuvo cuando miro que yo no lo había echo.

—¿Donde está tu hermano?— dijo Serafín.

El solo fijó su vista en nuestras manos para después guiarnos.

—¡Archivalda!— mire cómo se puso pálido mientras que soltaba a Tere y a otra mujer que... que no reconocía.—Mi niña— se quiso acercar.

—Tas pendejo o qué Iván— dije y el solo me miró asombrado.

—¿Archivalda?— preguntó una mujer delgada, era linda— ¿Le pusiste así a nuestra hija?—

—¡eso no importa!— grito Iván.

Solté la mano de Serafín y me acerqué hacia él mientras que él poquito a poquito se hacía para atrás. Cuando topo con pared pose mi mano en su cuello ejerciendo presión ahí.

—Eres una maldita rata asquerosa—

N. O.

Todos en ese espacio solo miraban a la mujer que tenía aprisionado al mayor de los herederos.

—No...no me hables así— dijo mientras trataba de sacarse de con esa mujer, quien aunque estuviera mal le volvía loco.

—¡No te debo ningún pinché respetó cabron!— grito ella mientras que con la mano libre saca una 45 que traía fajada en su espalda.

—Perdóname mi niña, ¿que debo hacer para que me perdones?— era la primera vez que todos oían a Iván Archivaldo pidiendo perdón.

—Hablando con Dios— dijo Archivalda y nadie ocultó la carcajada, incluso Iván, quien no sabía de donde su hija decía eso.

—¿Como se hace eso?— pregunto, esperando el típico "orando".

—Tienes que verlo en persona— dijo y encañonó el arma en su cabeza.

Iván Guzmán.

Archivalda me estaba quitando el aire, se supone que está vieja ya debería estar siendo extraditada, pero no, la tenía encima de mí casi matándome la cabrona.

A cómo pude con uno de mis brazos la golpeé en el vientre haciendo que ella me soltará.

—¡vente pues pinché morra!— le grite, no me iba a dejar humillar por una vieja.

—No le vuelvas a poner una mano encima a mi esposa— grito Serafin y sentí como los huevos se me subieron a la garganta.

¿Esposa? Archivalda ya tenía un dueño, y Serafín no era.

¿Se casaron?— preguntó Ovidio abrazando a Serafín— Te llevas lo perro wey—

—¿por que sé casaron?— pregunté, y aunque era irónico, por que era como si yo hubiese vendido a mi plebe con los Zambada.

—Archivalda está embarazada— dijo Serafin riendo mientras abrazaba a mi hija.

¿Embarazada? ¿De Serafín.....o de....?

Que Dios perdone mis pecados, que Dios perdone mu alma por mi pecado favorito.

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DIFERENTEWhere stories live. Discover now