#7: Los Amantes

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Me pasé toda la madrugada del domingo refrescando Brujasenvitrina

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Me pasé toda la madrugada del domingo refrescando Brujasenvitrina.com, pero no entró ningún mensaje de Ava. Resultaba extraño pensar quizás estaba yo más preocupada que ella, considerando que sólo la había visto un par de veces, sin embargo, eso no me ayudó a bajarle el nivel a la angustia. La forma en la que su madre se la había llevado de la peluquería y todo lo que me había relatado antes de la lectura me tenían angustiada. Sentada en la cama contra la ventana, esperé a que se hiciera de día, me puse unos leggins y una sudadera y salí a recorrer el barrio en busca de su casa.

Había permanecido despierta hasta tarde armando un collar con las dos piedras que había comprado para Ava, pues para que Io dejara de molestarme, le dije que necesitaba el jaspe y el granate para mi altar, por lo que no había podido comprar los que venían con la cadena puesta. Resultó ser una suerte que en mi pueblo hubiese escasez de tiendas esotéricas, pues había aprendido a ensamblar amuletos a temprana edad y sabía que me quedaban, cuanto menos, decentes.

Caminando calle abajo los cristales hacían ruido al chochar en mi bolsillo y me parecía que en en vez de dos rocas, lo que sonaba era el tic-tac de un reloj metiéndome una prisa que en realidad no era necesaria. No me dirigí a la multi-cancha de inmediato, un poco por miedo, un poco porque no creía que estuviese allí tan temprano. En cambio, recorrí las calles aledañas medio escondida bajo las ramas de los árboles, intentando pasar lo más desapercibida que podía siendo una chica gorda y con vitíligo. Sabía de sobra que se me podía ver con facilidad, pero me mantuve recitando con intención que nadie iba a verme y gracias a eso nadie se asomó por la ventana o abrió la puerta de su casa en ningún momento.

Dejé de repetir el mantra cuando me di cuenta de que este podía también estar evitando que la chica se dejara ver, e indecisa sobre qué hacer, volví sobre mis pasos para volver a revisar cada una de las ventanas. Me fijé principalmente en las de la primera planta, pues usaba una silla de ruedas y me imaginaba que su madre no tendría fuerzas para cargarla escaleras arriba. Lamentablemente, la mayoría de las viviendas consistían en un sólo bloque, por lo que el pozo de posibilidades no bajaba mucho.

Deambulé por más de una hora sin encontrarla. Vi a niños mirando la tele, padres regando los ínfimos patios delanteros y madres preparando el desayuno. También vi a tres ancianas tejiendo un mantel, una de ellas tomó una tijera y cortó el hilo de forma brusca, haciendo que mi corazón diera un brinco. Me fui rápido de allí, pero el gesto me había impactado y ya no tenía tantas ganas de encontrar la casa de Ava. Igualmente decidí darme una última vuelta e ir a ver si quizás estaba en la cancha, siendo que la mañana ya había avanzado. Me fui por una calle pequeña, decidida a no verme expuesta a su madre otra vez: la advertencia de Io sobre ella seguía latente en mi cabeza.

Fue entonces que la vi, de casualidad y por pura suerte. Había dejado de mirar hacia las ventanas, derrotada, pero algo me hizo levantar la mirada y mis ojos se cruzaron directamente con los de ella. Llevaba ropa de deporte y el cabello corto amarrado en una coleta que se deshacía mientras nos mirábamos. Ava parecía incapaz de pestañar y yo, sin saber cómo comportarme, levanté una mano para saludarla. Honestamente no pensaba que de verdad fuera a dar con ella, así que no tenía idea de qué hacer al darme cuenta de que había llegado tan lejos.

BuenaventuraWhere stories live. Discover now