#6: El Sumo Sacerdote

33 5 1
                                    

La chica del cine no volvió a hablarme y yo tampoco lo hice

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La chica del cine no volvió a hablarme y yo tampoco lo hice. Aunque prefería a los chicos, ella era muy agradable y bonita, y si no lo hubiera arruinado todo, me habría encantado seguir charlando con ella. En vez de eso, me enfoqué en la única cosa que sabía que no echaría a perder: la peluquería.

Había convencido a Susana, la dueña de la peluquería, de abrir las mañanas de los sábados. Al principio fue difícil, porque sus fines de semana eran sagrados para ella, pero finalmente aflojó y nos permitió a Lira y a mí trabajar unas pocas horas e incluso quedarnos con un porcentaje de las ganancias. Como siempre, mi amiga venía algo tarde, pero no la culpaba; era difícil acostumbrarse al caos de sistema de transporte que teníamos en Buenaventura, y además, la galería todavía no abría al público, por lo que aquella mañana estábamos solo mis pensamientos y yo en aquel modesto salón.

Mi teléfono se iluminó con la notificación de que Ava había comenzado a seguirme. Buscando distraerme, abrí su perfil y lo encontré vacío con la excepción de una única foto de una cesta de baloncesto con el cielo rosa-anaranjado de fondo. Tenía tres años de antigüedad. Por alguna razón aquello me hizo reír; por lo poco que había interactuado con ella podía deducir que Ava era algo torpe socialmente, pero parecía buena persona y Lira me había preguntado si sabía cómo estaba al menos tres veces por día desde el incidente, así que la seguí de vuelta.

Aunque Susana había sido comprensiva, me temía que la madre de la chica no lo había sido tanto, y que si había armado ese escándalo en público, lo que le esperaba a Ava en casa debía haber sido terrible. La culpa me carcomía, acompañada del recuerdo de las voces de mis maestros repitiéndome una y otra vez que tenía que aprender a seguir las reglas o me iría muy mal. Sus palabras nunca tenían repercusiones, porque mi familia era extremadamente relajada, así que era la primera vez en la vida que me arrepentía de haber hecho las cosas a mi manera en vez de seguir las instrucciones que me habían dado. En mi defensa, el corte había quedado espectacular; Ava tenía un cuello muy bonito que destacaba por sobre el respaldo de su silla. ¿De qué le servía tener una cascada de cabello que no podía lucir? Había sido inevitable ayudarla.

Papá se sentó junto a mí en el sofá con sus tostadas y su taza de té con leche que era más leche que té. Me tendió un tazón con un contenido idéntico al suyo sin preguntarme antes si ya había desayunado o no. De todas formas no era necesario, porque siempre olvidaba hacerlo. Mamá siempre estaba reprendiéndome por eso, pero papá no gastaba saliva y simplemente me daba de comer.

—Me encontré con Susana —dijo tanteando el terreno.

Suspiré. Sabía que no iba a meterme en problemas, porque ninguno de los dos creía en los castigos, pero por esa misma razón, nos resultaba incómodo a todos tener el tipo de conversación que se nos venía encima.

—Metí la pata —admití—. Creí que estaba haciendo algo bueno.

—No creo que hayas metido la pata —me sorprendió—. Es decir, la chica te pidió el corte y tú hiciste tu trabajo.

BuenaventuraWhere stories live. Discover now