#20: El Sol

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Io y Ángel me esperaban fuera del salón con Ava en videollamada mientras terminaba de hacer mi primer examen de pestañas

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Io y Ángel me esperaban fuera del salón con Ava en videollamada mientras terminaba de hacer mi primer examen de pestañas. Aunque había practicado con ellas, era la primera vez que le podría extensiones a un completo extraño. El chico que había aceptado ser mi modelo, era un joven profesor de inglés que trabajaba cerca del salón y que lo frecuentaba mes a mes para cortarse el cabello y alargarse las pestañas. Me había acercado a él porque era bueno para conversar y se reía mucho, así que pensé que sería más probable que accediera a ayudarme considerando que el favor también incluía un buen descuento. Como lo sospechaba, me dijo que sí enseguida y de muy buena gana. Tenía unos ojos hermosos, por lo que la presión era bastante: no podía arruinar esa mirada con un trabajo mal hecho.

A pesar de la presión, sentía el pulso firme y me descubrí trabajando de manera decidida sobre el rostro de aquel chico. En mi cabeza no cabía un solo pensamiento que no tuviera que ver con el trabajo que estaba llevando a cabo y quizás uno que otro sobre Ava, que se había hecho asidua a enviarme selfies y esa misma mañana me había mandado una en la que le tiraba un beso a la cámara. Me gustaba mucho la forma en la que se desenvolvía últimamente y al mismo tiempo me encantaba la persona que yo era cuando estaba en su compañía. No es que cambiara por completo, es que me sentía más segura, más contenta y poco a poco esa alegría se había traspasado desde nuestro tiempo juntas hasta mis horas de soledad, donde me daba cuenta de que todavía me sentía plena y con ganas de comerme mi pequeño rincón del mundo.

Retiré la almohadilla con una confianza que me sorprendí de sentir y admiré mi trabajo: estaba bien, estaba muy bien, de hecho y así me lo hizo saber mi profesora con una palmadita en el hombro. Me sonrió también cuando me dijo que tendría mi calificación e informe en la plataforma de aprendizaje esa misma tarde, por lo que salí con una expresión calcada a la suya cuando me tocó abandonar el salón. Contenta, me apresuré a guardar mis cosas y quitarme mi ropa de trabajo; quería salir pronto para ir a ver a Ava antes de su entrenamiento. Tenía tanta prisa por irme que cuando abrí la puerta del edificio y me topé con mis amigas, me costó un momento notar que entre ellas estaba mi novia.

—¿Te comió la lengua el gato? —se burló Io al ver que no reaccionaba.

—Hola —saludó Ava con una timidez que no le veía hacía tiempo.

—¿Qué haces aquí? —No podía creerlo. Estaba acostumbrada a verla solo en la universidad, en la cancha o en la ventana de su casa. Una Ava que existía fuera de sus jaulas era una Ava que no quería dejar de ver.

—¿Acaso quieres que se vaya?

—Calla, Io —la regañó Ángel, divertida—. No te metas.

—Quise venir a felicitarte —me dijo como si fuera obvio.

—¿Por qué? —pregunté yo—. Si todavía no sé si me fue bien.

—Pues por terminar tu primera ronda de exámenes —sonrió.

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