Aeropuertos y Pizzas.

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Suspire mientras pasaba suavemente mi pulgar por el nuevo tatuaje de Justin, no podía evitar la estúpida sonrisa que se colaba en mi rostro.

¿Te duele? – pregunte torpemente.

Es como la quinta vez que me preguntas y en todas te he respondido negando la cabeza – suspiro sonriendo, como si le divirtiera esta situación.

Estoy acostumbrado a tatuarme Emma, no es nada – dijo luego de mordisquear ligeramente mi mentón dándome pequeñas descargas de electricidad.

Me siento responsable, ya sabes, mis labios están allí – apunte a su pecho.

Estoy perdiendo mi reputación de chico malo gracias a ti – rio negando levemente con la cabeza.

Oh cállate, no es mi culpa que tú seas un romántico escondido – lo empuje levemente.

Será mejor si vamos a tu casa, con suerte quedara algo para tomar a esta hora – hablo mientras se ponía su camiseta, para salir del lugar, sin antes despedirnos del tatuador quien extrañamente no le cobro dinero.

El viaje a casa fue silencioso y relajante, abrazar a Justin es como abrazar a un oso de peluche, es suave y su olor. Me volvía completamente loca.

Al entrar a casa un embriagante olor a pollo asado lleno mis fosas nasales y al parecer Justin estaba bien con eso porque su estómago gruño segundos después. Comimos rápidamente mientras hablábamos con mis familiares, se sentía bien ver a Justin entablar una conversación con personas que eran importantes para mí.

Un par de horas después un Justin con el estómago lleno se marchó a su casa para ir a cambiarse y luego pasarme a buscar nuevamente.

La fiesta de graduación era uno de los eventos más importantes en la vida de un estudiante, era la liberación máxima. Así me sentí esa noche, libre, sin preocupación, por un momento solo éramos yo y Justin. Y se me hacía difícil pensar en una vida sin él, ¿Quién me ayudaría en mis peores momentos? ¿Quién me sacaría esa sonrisa? ¿Quién me haría hacer todas esas locuras? Solo él podía, y eso no estaba bien. Cada día me enamoraba más de él y odiaba ese sentimiento.

¿Por qué llevas tanto equipaje? – pregunte frunciendo el ceño al ver la cantidad de maletas y bolsos que bajaba el padre de Carly.

Si me iré a otro país, será con glamur y estilo – dijo todavía molesta con la idea de marcharse, pero no podía reclamar cuando en el fondo sabía que quizás era la mejor decisión que podría tomar.

¿Enserio? ¿y por llevas el chaleco que te obsequio tu abuela hace más de cinco años? – levante esa cosa horrible haciendo muecas que demostraban mi desagrado.

Cállate, es lindo y caliente – lo abrazo defendiéndose.

Luego de discutir unos minutos más sobre las cosas que iban dentro de las maletas.

¿A qué hora sale tu vuelo? – hable suavemente mientras nos sentábamos en los escalones que daban hacia la entrada de la gran casa.

En unas dos horas – murmuro resoplando.

¿Ryan sabe que te iras? – trate de sonar normal.

Si – respondió dejándome asombrada – se puso a gritar como loco mientras pateaba el árbol que estaba detrás de él, fue algo vergonzoso – dijo mientras luchaba por no sonreír.

¿Lo del bebe...? – dije formulando una pregunta.

No y espero que nunca lo sepa, para el solo seré un recuerdo en unos meses más – susurro mientras limpiaba pequeñas lagrimas que caían por sus ojos.

Me limite a abrazarla por el resto de tiempo que nos quedaba junto.

Lo más doloroso fue pisar el aeropuerto, era como si fuéramos a un funeral, no habían risas en el camino ni susurro sobre lo sexys que eran algunos chicos solo cabezas agachadas y miradas vacías.

Carly se dio vuelta cuando sus padres trataron de despedirse, ella seguía enojada con ellos, solo recibió un fuerte abrazo de parte de su hermano y lentamente salieron de aquel sitio dejándonos a solas.

Prométeme que cuidaras de ese bebe – dije entre sollozos.

Lo hare como si mi vida dependiera de ello – hablo rápidamente, dándome un fuerte abrazo. Su vuelo estaba preparado para abordar.

Mantente en contacto – fue lo último que salió de mis labios hasta que la perdí de visión.

Espere a que el avión despegara para sentarme en una silla y comenzar a llorar. Odiaba las despedidas.

El tiempo pasó tan rápido que no note la presencia de Justin al lado mío.

¿Quieres ir a comer pizza? – pregunto besando mi frente.

Asentí mientras me ayudaba a pararme.

Aspire el aroma a cuero al entrar a su coche, era una combinación de cigarrillos y Justin.

¿Dónde vamos? – mi voz salió como un murmuro.

Te encantara – respondió esquivando mi pregunta.

Me acomode en el asiento y mire hacia el paisaje, ya era de noche y las estrellas estaban visibles para cualquier persona.

Llegamos – me sobresalte, luego de darme cuenta que me había quedado dormida.

Sonreí al ver donde nos encontrábamos.

Era el restaurant que me había llevado la primera vez.

Enlace de su mano y nos encaminamos dentro, cogimos una mesa que daba hacia el océano.

Tu denuevo – escuche un chillido de parte de una chica, al girarme no pude evitar elevar una ceja.

Era la misma chica.

"Debería darte asco hablar con este chico, sabes que me contagio una enfermedad de transmisión sexual? – sentí como los ojos de la chica se agrandaban a igual que los de Justin.

 

Y... se metió con mi mama... - merecía un óscar."

Si y tú el chico de la enfermedad de transmisión sexual – hablo en dirección a Justin, pero mi mentira no evito que ella pusiera esos ojos para mi chico.

Por debajo le patee la pierna a Justin.

No estaba de ánimos para soportar perras.

Auch – escuche de parte de el antes de que pidiera nuestra pizza.

¿Te sientes bien, cariño? – pregunte irónicamente.

¿Te sientes celosa, cariño? – me sonrió.

¿Quieres una patada en la bolas, cariño? – me aplaudí mentalmente por saber llevar esta situación y no lanzarme en menos de dos segundo a la mesera.

Aquí está su orden – dejo una caja mientras le giñaba el ojo excesivamente al chico que venía conmigo.

Lárgate – dije a través de mis apretados dientes.

Para mi placer la mesera no nos volvió a molestar en toda la noche, dejándonos conversar sobre cosas insignificantes, sobre lo mucho que nos gustaría viajar juntos.


No podía evitar sentir una punzada de culpabilidad al ver como brillaban sus ojos cuando me hablaba de lo mucho que le gustaría viajar conmigo por todo el mundo. El añoraba eso y yo no estaba segura si es que podría dárselo.


Dulce Oscuridad ©Where stories live. Discover now