Inocente.

8K 460 35
                                    

¿Dónde quieres ir primero? – pregunto mientras caminábamos por las calles.

Una cafetería – dije rápidamente mi cabeza dolía, no había pegado un ojo después de la pesadilla de Justin. No podía pensar en nada más que eso.

Lo mire, su mandíbula estaba tensa y se veía jodidamente irresistible, con ese abrigo negro.

Toma una foto durara más – murmuro sonriendo arrogantemente, lo que hizo que rodara mis ojos.

La cafetería era de un tono café, parecía acogedora y estaba rodeada de ventanas para ver a la gente que caminaba fuera. Nos sentamos en un rincón, aislados de los demás.

Tome un café amargo venía con mi estado de ánimo, Justin solo se limitó a un vaso de agua. Su mirada se mantenía en mí y eso me ponía incomoda.

Mis pesadillas suelen ser sobre perderte – soltó de repente haciendo que mi lengua se quemara.

Parecía casi avergonzado.

¿Por qué me perderías? – estaba confundida.

¿Por qué no? - rio irónicamente.

Emma, cargo con tanta mierda, día a día, hay cosas que no sabes. Hay cosas que nadie jodidamente sabe, tengo un oscuro pasado, no quiero arrastrarte allí – apoyo sus codos en la mesa y paso sus mano por su cabello.

No me perderás Justin – necesitaba que el supiera eso.

Tarde o temprano hare alguna estupidez y tú te iras – suspiro.

No sabía que responder ante eso, me limite a tomar una de sus manos.

Tienes que abrirte a mi Justin – susurré mientras apretaba su mano.

Vi como tomo una larga bocanada de aire y comenzó.

¿Recuerdas ese cuadro que había en el pasillo de mi casa, ese que tomaste y te quedaste observando? – fruncí el ceño, recordándolo, claro salía un versión pequeña e irreconocible de Justin usaba gafas y se podían ver frenos asomándose, tenía a una chica tomada del hombro. Asentí para que el prosiguiera.

Dios, no recuerdo cuantos años tenía, probablemente ocho. Me veía tan patéticamente nerd – miro hacia la ventana, soltó una risa amarga quizás más que mi café.

No te veías... - no me dejo terminar.

Claro que sí. No siempre he vivido acá en Seattle Emma. Nací el Canadá y pase la mayoría de mi infancia allí, que por cierto fue un asco – su mano se alejó de la mía y su mirada carecía de emociones.

Cuando entre al colegio, era pequeño, débil, incapaz de defenderme, usaba anteojos y braquets. No tenía amigos, nadie se acercaba a mí. Solía recibir miradas de asco en los pasillos. Mi familia no estaba económicamente bien, papa había perdido su empleo. No teníamos para pagar y sacarme toda esa mierda que llevaba en la cara. Fueron tres años de burlas, empujones y soledad. Tres jodidos años de mierda – podía sentir las lágrimas venir, me imagine a Justin en versión niño, como él se describía y sentía mi corazón estrujarse.

A medida que pasaban los días, recibía más insultos, risas y burlas. Hasta que llego Jessica – una pequeña sonrisa se asomó en su rostro haciéndome arder en celos. Así que ella era la de la fotografía.

Nos hicimos amigos rápidamente, ella era una chica alegre, las burlas disminuían, pero seguían allí. Jessica hacia todo mejor, quizás fue una de las cosas que me gusto de ella – no quería seguir escuchando esto. No quería seguir escuchándolo hablar sobre como otra chica le gusto.

Una tarde mientras estábamos columpiándonos en su jardín admití que me gustaba, que me gustaba demasiado. ¿Sabes lo que hizo ella? – me pregunto, pero sabía que él no esperaba que yo le respondiera.

Me echo, me dijo que estaba loco si pensaba que ella podía gustar de mí y que se había juntado conmigo por pena – las lágrimas corrían por mi rostro. El solo era un niño inocente esperando ser correspondido.

La escena se formaba en mi cabeza, no podía imaginar como había quedado Justin después de eso.

Perra – solté sin darme cuenta de mis palabras. Lo que lo hizo sonreír.

Desde ahí no la volví a ver, cuando llegue a casa papa me dijo que había encontrado un trabajo en Seattle y que nos mudaríamos. No sabía cómo sentirme respecto a eso. Luego de un tiempo no tuve que usar más lentes ni braquets, comencé a ir al gimnasio a los dieciséis y prometí que nunca más me volvería a gustar una chica – me miro con ternura.

Pero luego estas tú, estoy rompiendo mis promesas – se paró para besar mi frente y luego se sentó nuevamente.

Empecé a meterme en problemas, me metí en peleas con gente inadecuada, salí muy lastimado. Pero aprendí a defenderme y a golpear – sonrió triunfante haciéndome reír.

He hecho cosas turbulentas, trabajos estúpidos, cosas estúpidas y follar con muchas chicas, si yo fuera tu estaría cogiendo el primer maldito vuelo devuelta a tu casa – parecía no entender por qué aun seguía acá. Junto a él.

Sí, pero no eres yo – me levante de mi asiento y fui hacia el suyo, me gane en sus piernas y lo bese duramente.

Y para que conste no te libraras de mi tan fácilmente – volví a besarlo mientras sus manos me apretaban fuertemente mi cintura.


Dulce Oscuridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora