¿El fin?

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Era mañana de un día sábado.

Y eso solo significaba una cosa.

El correo ya había sido dejado en el buzón.

Me levante perezosamente de la cama y baje las escalares para ver si habían llegado las cartas de solicitudes que envié, había pasado tiempo y cada vez mis ilusiones y sueños disminuían.

Pero eso cambio ese día, porque no solo habían papeles llenos de cuentas, había una carta que sobresalía.

Temblorosamente tome la carta y observe hacia todos lados con una mirada de temor, los dedos no me funcionaban y me quede parada allí durante media hora, sin exagerar. Hasta que me decidí, rasgue la parte inferior y cayó al piso un papel doblado perfectamente.

Me agache y la lei rápidamente.

"...Felicidades usted ha sido aceptada en la universidad de Columbia...."

Grite, grite y llore hasta que mi padre se apareció en casa e imito mis acciones.

Ahora me encontraba tumbada en mi cama hablando por Skype con Carly, al parecer su vida en Suecia estaba siendo maravillosa y conocía lugares nuevos todos los días, me mostro fotos del bebe en su primera ecografía y no pude evitar sonreír tontamente.

Cuando le conté sobre mi aceptación a la universidad comenzó a decir cosas incoherentes sobre lo feliz que estaba por mi, entre sollozos.

Al cortar la llamada y prometer que nos comunicaríamos pronto fui al baño a quitarme la ropa y ponerme el pijama rosa.

Salí por la puerta encontrándome algo inesperado.

Mierda Justin – chille – me asustaste.

Lo siento – sonrió ladeando la cabeza dejándome ver su cara, estaba llena de rasguños y moretones, sin contar el labio y ojo hinchado.

¿Q-ue te paso? – murmure horrorizada.

Eres un imbécil – dije enojada cuando no me contesto y lo empuje hacia mi cama para luego curarlo.

¿Cuántas veces había hecho esto ya?

¿Y? – eleve una ceja luego de haber acabado.

Luces genial esta noche nena – su aliento golpeo mi cara, había bebido.

Dime que no fuiste de nuevo al ring – hable lentamente.

El solo se limitó a reír.

Pensé que lo habías dejado – dije molesta.

Nunca te dije que lo había dejado – contesto tratando de mantenerse serio.

Él tenía razón.

Sera mejor que duermas en el piso hoy – murmure sacando un par de almohadas y tirando de una manta.

Vamos Emma – dijo alargando la última letra.

Buenas noches – lo ignore por completo apagando la luz.

Escuche unos gruñidos hasta que ya no se vio más su silueta por la habitación.

Al día siguiente me desperté gracias al sonido del agua que caía en mi baño, al levantarme me fije en la carta de admisión que tenía escondida entre varios papeles.

Tenía que decírselo.

¿Qué tan malo podría ser?

¿Cariño? – pregunto desde el umbral, parecía cansado y su rostro demacrado lo hacía ver más adulto. Sin quitar ese intento de bigote que trataba de mostrar.

Hola – dije secamente, todavía recordaba la noche anterior.

Necesitamos hablar – se acercó a mi cama sentándose en el borde con aun solo una toalla que rodeaba su cintura. ¿Cómo esperaba que me concentrara cuando el traía solo eso?.

Me encogí de hombros.

Lo siento – se froto los ojos.

¿Por qué? ¿Por seguir golpeando a hombres mientras la gente te da dinero por eso? ¿No piensas en tu familia cuando se entere de lo que hace su hijo? ¿No piensas en mí? Algún día será más que solo unos rasguños Justin, esto podría acabar mal, muy mal – lo mire.

¿Crees que no lo sé? Sé que soy un asco de hijo y no merezco nada de lo que tengo pero no tienes que andar refregándomelo en la puta cara todas las veces ¡maldita sea! – escupió con rabia – Tú tienes futuro, tienes un padre que te consiente en cada mierda que se te ocurre, también una familia que te adora, nunca te ha faltado nada, pero yo sé lo que es pasar hambre y frio. Así que no vengas con ese discurso – dijo entrecortadamente – Yo en cambio solo te tengo a ti, y estoy a punto de perderte, para lo único que sirvo es para lanzar golpes. Solo mírame Emma, no soy nada más que un monstruo.

Un silencio recorrió la habitación.

Lo vi tensar sus músculos mientras trataba de contenerse.

Mis ojos comenzaron a botar pequeñas lágrimas que luego se convirtieron en sollozos, Justin se dio cuenta de eso y su rostro palideció.

Se metió dentro de la cama rodeándome con sus brazos que ahora estaban llenos de moretones.

Me dolía ver como lo herían.

Me separe de el después de algunos minutos un poco más calmada mientras me acercaba a mi mesita de noche y sacaba el trozo de papel. Temblorosamente se lo pase sin ser capaz de mirarlo a los ojos.


Dulce Oscuridad ©Where stories live. Discover now