Capítulo 25: Chloe

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Vuelvo a Saturno

Chloe

Los últimos dos meses han sido caóticos y extenuantes. Todo el tema de la demanda y el hecho de no tener empleo me ha ayudado a conocer una nueva parte de mí, una que no sabía existente. Cuando llamé al abogado y le conté de mi caso me sentí terrible, porque confesarle todos los hechos era volver a abrir heridas del pasado, sin embargo, con los días fui retomando fuerzas. Kelly, la chica que también estuvo involucrada con Álex, viajó a Byron Bay para testificar en el juicio. El abogado presentó las pruebas y los testimonios. Álex no tenía una defensa sólida para desmentir los hechos y, al fin después de tanto tiempo, obtuvo su merecido. No lo condenaron a prisión, pero sí le otorgaron una orden de restricción hacia Kelly y hacia mí, y le hicieron pagar una multa muy alta. A pesar de no tener la confianza suficiente con esa chica, creo que el haber vivido situaciones similares nos acercó. Nos apoyamos, nos dimos refugio, y eso es algo que valoro.

—Creo que va a llover —comento viendo por el ventanal—, el cielo está lleno de nubes.

—Se te va a enfriar el té. —Mi abuela revuelve su taza echándole una cucharada de azúcar y toma un sorbo—. ¿Dónde está Kiwi?

—De seguro nadando en el estanque.

—Ese pato siempre desaparece, no sé si debería preocuparme.

Sonrío sacando una galleta.

—Déjalo ser libre —murmuro—, quizás encontró por ahí una patita y está enamorado. Solo imagínalo, qué adorable sería Kiwi siendo padre. Todos los patitos lo perseguirían por todo el jardín.

—Ah, cuánto me gustaría tener más nietos —deja su taza sobre la mesa—, y algún bisnieto, de preferencia humano, pero por lo visto ese no me lo vas a dar tú.

Suelto un suspiro.

—No.

—¿Ninguna posibilidad?

Noup.

—¿Ni la más mínima?

—No quiero tener hijos, Abu, con Artemisa ya tengo suficiente.

Niega con la cabeza perdiendo la vista en el ventanal que da hacia el jardín.

—Yo ya te veía con hijos, algunos de piel morena y otros blancos y pecosos con el cabello pelirrojo, todos unos diablillos. Y me habría encargado de enseñarles todas las cosas malas del mundo.

Ruedo los ojos sacando otra galleta.

—Tengo proyectos más importantes que tener hijos.

—¿En serio? —Vuelve a mirarme—. ¿Qué planeas hacer con el dinero de la demanda?

—Siempre he querido algo, pero no sé qué tan factible sea.

—Cuéntame, pequeña.

Juego con mi pulsera de mostacillas un rato antes de responder.

—Una librería, una pequeña, algo simple, acogedor, un espacio seguro y tranquilo para leer. También me gustaría que tuviese un rinconcito donde sirvieran té y café, y se vendieran panecillos y galletas. Sería lindo, ¿no crees?

Mi abuela mantiene silencio observándome con una ligera sonrisa.

—Y yo que pensé que gastarías ese dinero llevando a tu abuela a recorrer el mundo para vivir las más locas aventuras, nadar con tiburones, saltar de algún avión o algo así. —Toma mi mano por encima de la mesa—. Pero me gusta tu idea.

El día que te despierten las estrellas (+18)Where stories live. Discover now