Capítulo 3: Chloe

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Vainilla, dulce y durazno

Chloe

Joshua ha puesto música bohemia y la fogata nos calienta a todos en esta noche tan estrellada. Huele a bosque, a hojas, a madera, a tranquilidad... Y es un agradable respiro el que siento ahora, porque solo puedo pensar que pasar un fin de semana así con mis amigos y desconectarme de mi trabajo y de las eternas reuniones de mi jefe es perfecto.

Aiden está a mi lado, su cabello sigue húmedo después de haberse lanzado al lago y le he pasado una chaqueta para que se sintiera más cómodo. Me mira de reojo a ratos, lo siento, pero no hago nada al respecto. He perdido la cuenta de cuántas cervezas ha bebido.

—Quiero dormir —murmura—, voy a dormir. —Y cierra los ojos, aún sentado sobre una de las sillas que hemos traído y acomodado alrededor de la fogata.

Joshua me mira e inclina la cabeza hacia él.

—Vale —respondo ante su sutil insinuación. Volteo hacia Aiden y lo sacudo un poco del hombro—. Vamos a la carpa, ahí dormirás mejor —le digo cerca del oído para asegurarme de que me escucha.

Él abre los ojos perezosamente y sonríe un poco.

—Siempre cuidando de mí —masculla con voz lenta, adormilado.

Sip, para eso están los amigos.

Aiden frunce el ceño y se incorpora tambaleándose un poco. Lo guío hasta nuestra carpa y él se lanza sobre el saco de dormir sin siquiera quitarse las zapatillas.

—¿Debería culpar a la cerveza o es que acaso tuviste un día muy agitado como para estar así de cansado tan temprano? —pregunto quitándole una de las zapatillas.

—Un poquito de ambas —responde, su voz sigue siendo lenta como si se esforzara en formar las palabras.

Voltea quedando con la espalda apoyada en el saco de dormir y me mira entrecerrando los ojos. Dentro de la carpa no se puede ver mucho, pero se filtra la luz azulada de la luna y la luz cálida de la fogata.

—Chloe —murmura.

Le quito la otra zapatilla y lo cubro con una manta.

—Aiden —respondo.

—Eres un ser de luz.

Sonrío negando con la cabeza y me acuesto a su lado, en mi propio saco de dormir.

—Duerme ya, bobo.

—No puedo.

Voltea hacia mí. Su cabello pelirrojo cae en ondas desordenadas por su frente. Me apoyo sobre mi codo mirándolo con atención.

—¿Acaso quieres vomitar? ¿Quieres que te acompañe afuera a vomitar? Por favor, no vomites aquí, odio el vómito.

—Repetiste muchas veces la palabra vómito y es un poco asqueroso.

Ruedo los ojos.

—Necesito una noción real de qué tan ebrio estás y qué tan peligroso es dormir sabiendo que puedes ahogarte en tu propio vómito.

—Deja de repetir la palabra, lo estás invocando.

—Vómito —murmuro sonriendo. Y él pasa su mano por su rostro negando con la cabeza—. Entonces, de la escala del uno al diez, ¿tu nivel es...?

—Ocho.

—¿Tendré que pasarme despierta toda la noche cuidándote?

—Solo si quieres verme dormir. ¿Te gusta eso? —dibuja una vaga sonrisa en sus labios—. No me molestaría que me vieras dormir, pequeña Chloe.

El día que te despierten las estrellas (+18)Where stories live. Discover now